Probablemente muchos de vosotros hayáis escuchado o incluso
hayáis verbalizado en alguna ocasión aquello de: “Me da miedo abrirme demasiado,
no quiero que me hagan daño”. Es algo bastante común y aunque parece ligado al
mundo de las parejas sentimentales, en realidad puede extenderse a muchos otros
vínculos sociales como pueden ser las
amistades.
Y yo me pregunto: ¿qué hay más satisfactorio que una
relación vivida plenamente de manera cercana? ¿Realmente nos compensa
experimentarla a medias con tal de no exponernos a nuestros miedos?
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| Imagen: Jesuscm, con licencia Creative Commons |
Según Laurie Pawlik-Kienlen, psicóloga canadiense
especializada en las relaciones humanas, el temor a la intimidad involucra el
rechazo a abrirse y a revelar nuestra identidad real. Sentimos miedo a
demostrar quiénes somos, en esencia, con nuestros defectos y virtudes, nuestras
debilidades y nuestras fortalezas. Aún pudiendo darse de manera conjunta, no
equivale al miedo al compromiso.
Desde luego, no debemos perder de vista que esta tendencia a
la impermeabilidad emocional sólo se convierte en un problema real en el
preciso instante en que interfiere en nuestra vida diaria, nos genera malestar
a nosotros o en nuestras personas del entorno más cercano. Además, deberíamos
estar más o menos motivados a trabajarlo. Es entonces cuando nos convendría
buscar alternativas de solución.



