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lunes, 26 de octubre de 2015

No me hagas sufrir

Probablemente muchos de vosotros hayáis escuchado o incluso hayáis verbalizado en alguna ocasión aquello de: “Me da miedo abrirme demasiado, no quiero que me hagan daño”. Es algo bastante común y aunque parece ligado al mundo de las parejas sentimentales, en realidad puede extenderse a muchos otros  vínculos sociales como pueden ser las amistades.

Y yo me pregunto: ¿qué hay más satisfactorio que una relación vivida plenamente de manera cercana? ¿Realmente nos compensa experimentarla a medias con tal de no exponernos a nuestros miedos?

 ¿QUÉ?

Según Laurie Pawlik-Kienlen, psicóloga canadiense especializada en las relaciones humanas, el temor a la intimidad involucra el rechazo a abrirse y a revelar nuestra identidad real. Sentimos miedo a demostrar quiénes somos, en esencia, con nuestros defectos y virtudes, nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Aún pudiendo darse de manera conjunta, no equivale al miedo al compromiso.

Desde luego, no debemos perder de vista que esta tendencia a la impermeabilidad emocional sólo se convierte en un problema real en el preciso instante en que interfiere en nuestra vida diaria, nos genera malestar a nosotros o en nuestras personas del entorno más cercano. Además, deberíamos estar más o menos motivados a trabajarlo. Es entonces cuando nos convendría buscar alternativas de solución.



¿POR QUÉ?

Esta aprensión, que puede tomar un cariz más o menos grave o más o menos intenso, se puede deber a muchos motivos. Generalmente, dichos factores pueden acumularse entre sí y, por tanto, a probabilizar más o menos su aparición:
  • Bajos niveles de autoestima que llevan a la persona a pensar que no es lo suficientemente válida, por lo que se esconde tras una fachada para que no descubran ese “verdadero yo”
  • Dificultades a la hora de identificar y/o expresar las emociones: si no soy consciente de mi propia vivencia emocional o no soy capaz de comunicarla correctamente a los demás, es comprensible que me bloquee a la hora de hacer confidencias sobre la misma.
  • Experiencias dolorosas en el pasado: pudiera ser que haya vivido una situación de ruptura de relación cercana en la que me haya sentido traicionado/a o engañado/a y no haya sido capaz de superarlo.
  • Miedo a perder el control, ya que magnifico la idea de mi falta de control sobre los demás y por tanto prefiero no darles motivos para acercarse más a mi ya que no soporto la idea de no poder prever su influencia en mi vida.
  • Falta de entrenamiento en el sentimiento de vulnerabilidad: por determinadas circunstancias o por nuestra historia vital, nunca llegamos a vivir una situación en la que sentirnos expuestos emocionalmente y por tanto no aprendimos a gestionarla.
  • Determinadas características de la personalidad, pero también ciertos síntomas como la ansiedad o la depresión.


¿CÓMO empezar a trabajar en ello? 
  • Tomar consciencia y reconocer que, efectivamente, nos estamos creando un problema, un obstáculo emocional que nos impide ser felices o serlo un poco más. Ya que al final gran parte del sufrimiento psicológico que sentimos se deriva de nuestras propias interpretaciones y de no entender que pueden existir muchas otras que no contemplamos.
  • Ser congruentes entre lo que pensamos, lo que sentimos y cómo actuamos y poder expresarlo si fuese necesario, facilita mucho que nos entiendan y por lo tanto que nos vayan conociendo.
  • Comunicar de manera que no demos las cosas por hecho, tendencia muy universal cuando se trata de hablar con allegados.
  • Honestidad: cuántas más revelaciones personales (por pequeñas que sean) hagamos a una persona, tanto más nos hará ella a nosotros/as y esto aumentará nuestra tasa de éxito a la hora de encontrar parejas o amistades más adecuadas por sentirnos conectados/as de verdad.


En suma, llegados al punto en que determinemos pedir ayuda para tomar cartas en el asunto, si bien podemos establecer ciertas medidas, lo ideal sería acudir a un/a profesional de la psicología clínica, de manera individual o bien en formato de pareja.

Porque el dolor y, en particular, el dolor en las relaciones interpersonales, forma parte de la vida, mas como dijo Buda Gautama varios milenios atrás:
"El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional".

Artículo redactado por Isabel Zanón, terapeuta del CPA.

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