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lunes, 25 de marzo de 2019

Manías: cuando los sonidos se vuelven insoportables


Colgar la ropa de una forma determinada; comprobar que la puerta de casa está bien cerrada; mover los cuadros para que queden paralelos con el suelo; dormir con los armarios cerrados; fregar la vajilla en un mismo orden; colocar el rollo de papel higiénico para que cuelgue hacia afuera;… ¿Quién no tiene alguna manía?

Todos tenemos ciertas costumbres o preocupaciones que podrían considerarse algo “absurdas”, pero que aun así tenemos. Mientras que algunas manías se desarrollan en la infancia (¿quién no ha jugado de pequeño a evitar pisar las rayas del suelo?) otras se van adquiriendo con el transcurso de los años. En cualquier caso, todas se deben a nuestra historia de aprendizaje (son aprendidas). 

La mayoría de las veces, las manías no suponen un problema. Sin embargo, cuando éstas empiezan a interferir en el día a día (p. ej., generando gran malestar en la persona o en su entorno), es recomendable buscar ayuda profesional acudiendo a terapia psicológica.

Aunque existen manías de lo más variopintas (véase las mencionadas anteriormente), en la entrada de blog de esta semana nos vamos a centrar en la manía de no soportar los ruidos que hacen otras personas: desde oír masticar y sorber, hasta carraspear o incluso respirar. Las personas con esta manía tienden a obsesionarse y reaccionar de manera exagerada ante este tipo de ruidos. Es decir, el sonido que hacen otros absorbe completamente su atención, impidiéndoles realizar cualquier otra actividad (p. ej., piensan una y otra vez en lo desagradable y repulsivo que resulta el ruido). Del mismo modo, suelen sentir malestar o ansiedad, además de una enorme irritabilidad. En consecuencia, desean alejarse todo lo que pueden del origen del sonido; o bien, reaccionan de manera agresiva (p. ej., reprendiendo a la persona en cuestión). 

  Fotografía de Ake con licencia Creative Commons


Si te sientes identificado con lo descrito anteriormente, las siguientes estrategias pueden ayudarte (Froján Parga, 1998): 

1. Modifica el planteamiento de «los otros son los responsables de mi malestar y, por tanto, quienes deben cambiar». Independientemente de si el ruido es o no adecuado, lo que importa es que es a ti a quien “saca de sus casillas” y quien puede cambiarlo. Es poco realista pretender que absolutamente todas las personas de tu alrededor cambien y dejen de hacer ruidos, puesto que siempre conocerás a alguien nuevo que los haga. Por ese motivo, a pesar de no ser responsable del sonido, eres tú quien puede modificar su comportamiento para solucionar el problema.  

2. Fuérzate a prestar atención a otros aspectos de la persona. Es importante intentar cortar el pensamiento sobre lo desagradable y maleducada que es la persona que emite el ruido. En su lugar, puedes centrarte en la conversación que estáis manteniendo, en la ropa que lleva puesta, en las razones por las que te cae bien, etc. Recuerda que el objetivo es intentar que el sonido te moleste lo menos posible. Asimismo, puedes utilizar la respiración diafragmática o alguna técnica de relajación para controlar el malestar. 

3. Comunica tu malestar de forma asertiva. En el caso de que la estrategia anterior no funcione, puedes dirigirte a la persona que está haciendo el ruido y contarle lo que está ocurriendo. De esta manera, la persona podrá identificar qué es lo que te molesta de su comportamiento y podrá cambiarlo si lo considera oportuno. Piensa que es poco probable que la persona modifique su conducta si ni siquiera sabe que te molesta y tú no se lo dices. Además, aunque trates de ocultar tu irritación, muchas veces es inevitable manifestarla de forma indirecta (p. ej., mediante tu expresión facial); provocando que los demás reaccionen también con disgusto al percibir rechazo por tu parte y no entender la causa del mismo. Si decides utilizar esta estrategia, es importante hacerlo de forma adecuada, atendiendo tanto al contenido como a la forma. Por ejemplo, es conveniente hacer énfasis en que el problema lo tiene uno mismo («me molesta», «sé que es un problema mío») y no el otro («eso es de mala educación»). Igualmente, es apropiado introducir la frase («perdona», «por favor»), y pedir el cambio de conducta de manera condicional («podrías», «te importaría»). Por tanto, la frase final podría ser «perdona, ¿te importaría hacer menos ruido al comer? Sé que es un problema mío, pero me molesta. Muchas gracias». Del mismo modo, es fundamental prestar atención a los aspectos no verbales: sonreír, usar un tono amable, mantener una distancia adecuada, etc. Si quieres saber más sobre cómo hacer críticas o pedir cambios de conducta de manera asertiva, pincha el siguiente enlace: http://psicologia-cpa.blogspot.com/2016/03/hacer-criticas-o-pedir-cambios.html

4. Exponte repetidamente al ruido. Otra forma de eliminar o reducir el malestar que te genera el sonido en cuestión es escucharlo una y otra vez hasta habituarte, de modo que deje de provocarte malestar. Por ejemplo, puedes grabar el ruido con el móvil y escucharlo después varias veces (sin realizar ninguna otra actividad que te distraiga). Aunque entendemos que esto puede suponer un gran esfuerzo, si aguantas lo suficiente, podrás comprobar que poco a poco el malestar se reduce e incluso desaparece.

¡Esperamos que esta entrada te haya resultado de utilidad!

Cristina Guerrero – Terapeuta del CPA

Referencia bibliográfica:

Froján Parga, M. X. (1998). Obsesión por ciertos ruidos: Cuando se piensa que la culpa la tienen los otros. En M. X. Froján Parga (Dir. y coord.), Consultoría conductual: Terapia psicológica breve (pp. 27-42). Madrid: Pirámide.

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