Colgar la ropa de una forma
determinada; comprobar que la puerta de casa está bien cerrada; mover los
cuadros para que queden paralelos con el suelo; dormir con los armarios
cerrados; fregar la vajilla en un mismo orden; colocar el rollo de papel
higiénico para que cuelgue hacia afuera;… ¿Quién
no tiene alguna manía?
Todos tenemos ciertas costumbres o preocupaciones que
podrían considerarse algo “absurdas”, pero que aun así tenemos. Mientras que
algunas manías se desarrollan en la infancia (¿quién no ha jugado de pequeño a
evitar pisar las rayas del suelo?) otras se van adquiriendo con el transcurso
de los años. En cualquier caso, todas se deben a nuestra historia de
aprendizaje (son aprendidas).
La mayoría de las veces, las manías
no suponen un problema. Sin embargo, cuando éstas empiezan a interferir en el día
a día (p. ej., generando gran malestar en la persona o en su entorno), es
recomendable buscar ayuda profesional acudiendo a terapia psicológica.
Aunque existen manías de lo más variopintas (véase las mencionadas
anteriormente), en la entrada de blog de esta semana nos vamos a centrar en la manía de no soportar los ruidos que hacen otras
personas: desde oír masticar y sorber, hasta carraspear o incluso respirar.
Las personas con esta manía tienden a obsesionarse y reaccionar de manera
exagerada ante este tipo de ruidos. Es decir, el sonido que hacen otros absorbe
completamente su atención, impidiéndoles realizar cualquier otra actividad (p.
ej., piensan una y otra vez en lo desagradable y repulsivo que resulta el ruido).
Del mismo modo, suelen sentir malestar o ansiedad, además de una enorme
irritabilidad. En consecuencia, desean alejarse todo lo que pueden del origen
del sonido; o bien, reaccionan de manera agresiva (p. ej., reprendiendo a la
persona en cuestión).
Fotografía
de Ake con licencia Creative Commons
Si te sientes identificado con lo
descrito anteriormente, las siguientes estrategias pueden ayudarte (Froján
Parga, 1998):
1. Modifica el planteamiento de «los
otros son los responsables de mi malestar y, por tanto, quienes deben cambiar».
Independientemente de si el ruido es o no adecuado, lo que importa es que es a
ti a quien “saca de sus casillas” y quien puede cambiarlo. Es poco realista
pretender que absolutamente todas las personas de tu alrededor cambien y dejen
de hacer ruidos, puesto que siempre conocerás a alguien nuevo que los haga. Por
ese motivo, a pesar de no ser responsable del sonido, eres tú quien puede
modificar su comportamiento para solucionar el problema.
2. Fuérzate a prestar atención a otros aspectos de la persona. Es
importante intentar cortar el pensamiento sobre lo desagradable y maleducada
que es la persona que emite el ruido. En su lugar, puedes centrarte en la
conversación que estáis manteniendo, en la ropa que lleva puesta, en las
razones por las que te cae bien, etc. Recuerda que el objetivo es intentar que
el sonido te moleste lo menos posible. Asimismo, puedes utilizar la respiración
diafragmática o alguna técnica de relajación para controlar el malestar.
3. Comunica tu malestar de forma asertiva.
En el caso de que la estrategia anterior no funcione, puedes dirigirte a la
persona que está haciendo el ruido y contarle lo que está ocurriendo. De esta
manera, la persona podrá identificar qué es lo que te molesta de su
comportamiento y podrá cambiarlo si lo considera oportuno. Piensa que es poco
probable que la persona modifique su conducta si ni siquiera sabe que te
molesta y tú no se lo dices. Además, aunque trates de ocultar tu irritación,
muchas veces es inevitable manifestarla de forma indirecta (p. ej., mediante tu
expresión facial); provocando que los demás reaccionen también con disgusto al
percibir rechazo por tu parte y no entender la causa del mismo. Si decides
utilizar esta estrategia, es importante hacerlo de forma adecuada, atendiendo
tanto al contenido como a la forma. Por ejemplo, es conveniente hacer énfasis
en que el problema lo tiene uno mismo («me molesta», «sé que es un
problema mío») y no el otro («eso es de mala educación»). Igualmente, es
apropiado introducir la frase («perdona», «por favor»), y pedir el cambio de
conducta de manera condicional («podrías», «te importaría»). Por tanto, la
frase final podría ser «perdona, ¿te importaría hacer menos ruido al comer? Sé
que es un problema mío, pero me molesta. Muchas gracias».
Del mismo modo, es fundamental prestar atención a los aspectos no verbales:
sonreír, usar un tono amable, mantener una distancia adecuada, etc. Si quieres
saber más sobre cómo hacer críticas o pedir cambios de conducta de manera
asertiva, pincha el siguiente enlace: http://psicologia-cpa.blogspot.com/2016/03/hacer-criticas-o-pedir-cambios.html
4. Exponte repetidamente al ruido.
Otra forma de eliminar o reducir el malestar que te genera el sonido en
cuestión es escucharlo una y otra vez hasta habituarte, de modo que deje de
provocarte malestar. Por ejemplo, puedes grabar el ruido con el móvil y
escucharlo después varias veces (sin realizar ninguna otra actividad que te
distraiga). Aunque entendemos que esto puede suponer un gran esfuerzo, si
aguantas lo suficiente, podrás comprobar que poco a poco el malestar se reduce
e incluso desaparece.
¡Esperamos que esta entrada te haya resultado de utilidad!
Cristina Guerrero – Terapeuta del CPA
Referencia bibliográfica:
Froján Parga, M. X. (1998). Obsesión por ciertos ruidos: Cuando se piensa
que la culpa la tienen los otros. En M. X. Froján Parga (Dir. y coord.), Consultoría conductual: Terapia psicológica
breve (pp. 27-42). Madrid: Pirámide.
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