Hoy en día, en nuestra sociedad, hablar
de la muerte es casi de mal gusto. La mayor parte de nosotros evitamos a toda
costa esa palabra, esa idea o ese pensamiento, como si morir fuera un error, un
proceso antinatural o algo que podemos evitar.
Imagen: Robin; con licencia Creative Commons |
Esto se incrementa aún más cuando
metemos a los niños en el saco. Con la intención de protegerlos, los alejamos
lo máximo posible de esa realidad, evitando hablar de ese tema delante de ellos
o incluso evadiendo sus preguntas relacionadas, sin darnos cuenta que somos
nosotros los que no soportamos lo que esa palabra y su significado nos hace
sentir.
Sin embargo los niños sí que tienen
curiosidad por la muerte y si no les damos una explicación, lo más probable es
que den pie a su imaginación y elaboren sus propias teorías sobre ello. Como
digo, los niños deben conocer la verdad, sin embargo, esa explicación tiene que
ser adaptada y gradual al momento evolutivo de cada niño y según los padres
vean que pueda o no asimilar.
Las edades de los niños y cómo les explicamos la muerte:
A partir de los tres años: Los niños empiezan a entender más cosas, sin embargo su
entendimiento sigue siendo muy literal y les cuesta entender algunas
características de la muerte, como su irreversibilidad, creyendo que ésta es
temporal y reversible. La mejor forma para que comprendan lo que ocurre cuando
un ser vivo, ya sea animal o persona muere, es utilizar un lenguaje sencillo,
literal y basado en hechos, sin entrar en detalles que les provocará
incertidumbre o incomprensión. Por tanto, hay que empezar a darle explicaciones
sobre la muerte, pero evitar llevarle a ceremonias.
En esta época también empiezan a preguntar y querer información sobre las
ceremonias o funerales. Aunque creemos que a los 6 años es una edad temprana
para acudir a ellos (a partir de los 8 podría ser la adecuada), es importante
explicarles en qué consisten.
Entre los 10 y los 13 años: Son los llamados preadolescentes. La conciencia de la
muerte es mucho mayor, comprendiendo el significado de la muerte en su
totalidad (irreversible, universal y con causa). En estos casos, si el niño
desea acudir a los funerales, es conveniente dejarles, siempre que estemos a su
lado para explicarles lo que va sucediendo y podamos resolver sus dudas.
A diferencia de las edades anteriores, aquí ya son conscientes de que ellos también pueden morir, sin embargo, nos encontramos con un nuevo problema y es la dificultad de hablar y expresar sus sentimientos al respecto. En estos casos, es importantes dejarles su espacio, y no avasallarles con preguntas de cómo se encuentran, qué les hace sentir o qué les parece, aunque sí debemos mostrarnos accesibles siempre que lo necesiten.
A diferencia de las edades anteriores, aquí ya son conscientes de que ellos también pueden morir, sin embargo, nos encontramos con un nuevo problema y es la dificultad de hablar y expresar sus sentimientos al respecto. En estos casos, es importantes dejarles su espacio, y no avasallarles con preguntas de cómo se encuentran, qué les hace sentir o qué les parece, aunque sí debemos mostrarnos accesibles siempre que lo necesiten.
A partir de los 12-13 años- Los adolescentes: Al igual que el grupo anterior, ya comprenden
perfectamente la muerte y sus características, incluso comienzan a fantasear y
elaborar sus propias teorías sobre ésta. Es importante saber que habrá quienes
no acepten la mortalidad, aunque comprendan plenamente su existencia, queriendo
demostrar ser superiores a ella, a través de conductas de riesgo o
provocaciones, mientras que habrá otros que reaccionarán a ésta con ansiedad o
miedo. En el primer caso, es importante no mostrarse preocupado, insistir en lo
peligroso que es (ya lo saben), ni utilizar amenazas ante ello, ya que le
estaremos reforzando dicha conducta, mientras que en el segundo caso sí es
necesario que se sienta integrado y con la oportunidad de expresar sus miedos.
A pesar de ello, tenemos que recordar que a estas edades su grupo de iguales
tienen un papel crucial en su vida, y lo más probable es que se apoyen en
ellos.
En todos los casos, debemos apoyar al
niño en una situación tan complicada, y ser conscientes de que éstos no
expresan el duelo como los adultos. Igual de importante es mantener su rutina y
normalidad (en la medida de lo posible), ayudándoles a comprender y sentir que
su vida no se desmorona y que quienes le rodean siguen atendiéndoles y estando
a su lado.
Referencias:
Ejea, L. C. (2011). Explícame que ha pasado: guía para ayudar a los adultos a hablar de la
muerte y el duelo con los niños. Fundación Mario Losantos del Campo.
Artículo redactado por Tauana Matías, terapeuta del CPA.
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