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lunes, 13 de abril de 2015

Conductismo y marketing



Foto: Tim, con licencia creative commons
Estaba yo el otro día en la sede del colegio de psicólogos y, por motivos que no vienen al caso, hablé durante unos instantes con una persona de formación sistémica. Esta persona afirmaba con arrobo que las bondades de la terapia sistémica frente al conductismo eran, entre otras, que no utilizaban diagnósticos y que no se centraban en el síntoma, sino en la función del problema en la vida del individuo. Y yo pensé en escribir esta entrada.


Algo ha hecho mal el conductismo para que los propios psicólogos hablen continuamente de él sin, como es el caso de la persona arriba mencionada, tener una idea aproximada de por dónde va el asunto. Porque, a pesar de que él no lo supiera, el conductismo lleva repudiando el etiquetado (criterios diagnósticos, DSM) desde hace años y, sorpresa, su funcionamiento básico en clínica se realiza mediante el análisis funcional del problema (esto es, la función que cumple la conducta problemática en el modo de vida del sujeto). Lo que este señor ondeaba como rompedor y moderno lleva bastante tiempo establecido en el proceder conductual. Y la culpa de que no lo sepa es del conductismo.


Siempre he pensado que le falta marketing. Mientras otros enfoques tienen nombres con gancho (humanista, sistémico, cognitivo), a éste se le ocurren joyas como conductismo radical (radical de raíz, pero es más fácil pensar en radical de hardcore). El único movimiento hacia una mejor venta de cara al público ha sido sumarse a la expresión cognitivo-conductual, binomio que tiene problemas epistemológicos de difícil reconciliación pero que gusta bastante más. “Claro, trata algo más que la conducta, eso es bueno”. A la gente le encanta que siempre haya un “algo más”, sobre todo cuando se trata de ellos mismos. Les gustan las explicaciones complejas sobre lo intrincados que son sus motivos y anhelos (pero cuando explican la conducta de los demás bien pronto que saltan a argumentos bastante básicos y de dudosa validez, como “es idiota”). No me malinterpreten, no es mi intención afirmar que en realidad todo esto son dos tontás que se aprenden en media tarde; pero no olvidemos a Ockham y a su navaja, que buena falta nos hace cuando algún iluminado se intoxica de algomases.


Tampoco ha sabido responder a los ataques. Siempre que una entidad se alza por encima de otras, las demás se alían en su contra. Y, como si fuera el mismo Skinner respondiendo a Chomsky, el conductismo no se preocupó de mantenerse firme. Ha dejado que otros difamen su imagen con éxito. Por ejemplo, es común y hasta de buena educación sostener que el conductismo es reduccionista. La mayoría de gente que dice esto, y de los que asienten henchidos de orgullo al oírlo, ni siquiera saben qué significa esa palabra. El reduccionismo es una corriente epistémica que aboga por explicar los fenómenos desde un campo de investigación cada vez más básico; el ejemplo clásico es explicar los fenómenos biológicos mediante la física. Así que, cuando algún individuo afirma tajantemente que el conductismo es reduccionista, está demostrando que no sabe epistemología, no sabe de ciencia de la conducta y no sabe que de lo que uno desconoce no debe hablar. Pero el conductismo no se molestó en poner a este individuo en su lugar, se limitó a decir “no ha comprendido”.


Y no olvidemos que es frío. El clínico que utiliza tecnología conductual es una persona aparentemente seca, triste y anodina, que se limita a hablar monótonamente con terminología abstracta. Las emociones no forman parte de su quehacer. Y yo me pregunto, ¿a cuántos conductistas ha visto el crítico común? Yo a bastantes, y puedo asegurarles que tratan las emociones desde el minuto 1 de la primera sesión. Con mayor o menor habilidad, dependiendo de la experiencia del terapeuta, pero las tratan. Se preocupan de hacer reír, de tranquilizar, de mostrar interés, de resultar entretenidos, y de muchas cosas más. Y por alguna razón sigue rondando por ahí el tema de que el conductista es frío. Señalar sin conocer, tan viejo como la Humanidad misma.


¿Y qué puede hacer para solucionar todo esto? Poco. Creo que la última oportunidad pasó hace ya tiempo. El paradigma conductual pasó de moda y es poco probable que resurja. Hubo un intento, llamado “conductismo de tercera generación”, que no satisfizo a los radicales (de raíz, recuerden) por ecléctico ni a los demás por la respuesta condicionada que provoca la palabra “conducta”, aunque ha tenido cierto éxito. 


La única sugerencia que me atrevo a dar es que, a título personal, indiquen a la gente qué es realmente el conductismo, sin atender a estereotipos esperpénticos y asumiendo las limitaciones que tiene como enfoque (nadie tiene todas las respuestas, y eso debería quedar claro). Dicho lo cual, soy consciente de que no siempre hay tiempo o ganas de discutir (en términos amables, a ser posible) o, peor aún, a menudo hay gente que no quiere escuchar.

Quizá estemos presenciando un cambio de paradigma epistémico (Kuhn), y esto no sean más que señales de que se acerca una nueva revolución científica en psicología. Pero es muy difícil identificar las revoluciones mientras están ocurriendo; quizá en veinte años podamos responder a este interrogante.


Autor: Manuel García

2 comentarios:

  1. Excelente reflexión. Estoy de acuerdo en que el conductismo parece tener ciertas dificultades para resultar “sexy“ a los profanos en psicología. Sin embargo, quizá podría explotar más sus virtudes. Empezando por la principal: pretende ser efectivo, verificablemente efectivo. En mi imaginación siempre mezclo la imagen de mi profesor de técnicas de modificación de conducta con la de Yoda en El Imperio contraataca: “Para mí, el aliado es la Ciencia“.
    Y un poderoso aliado es...

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    1. Gracias por un comentario tan bueno, Felipe.
      ¿Problemas de publicitar la eficacia científica? Que a la gente de a pie le da bastante igual (homeopatía) y, en sectores académicos, lo científico se da por supuesto (cosa que es una falacia como una catedral). Pero si, como bien dices, se hiciera eco de su alto porcentaje de efectividad frente a otras terapias, estoy seguro de que ganaría en popularidad (y sería llevado a juicio por competencia desleal, herir sensibilidades o desprestigiar el honor de algún gurú).
      Tortuoso el camino es.

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