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Estaba yo el otro día en la sede del colegio de psicólogos
y, por motivos que no vienen al caso, hablé durante unos instantes con una
persona de formación sistémica. Esta persona afirmaba con arrobo que las
bondades de la terapia sistémica frente al conductismo eran, entre otras, que
no utilizaban diagnósticos y que no se centraban en el síntoma, sino en la
función del problema en la vida del individuo. Y yo pensé en escribir esta
entrada.
Algo ha hecho mal el conductismo para que los propios
psicólogos hablen continuamente de él sin, como es el caso de la persona arriba
mencionada, tener una idea aproximada de por dónde va el asunto. Porque, a
pesar de que él no lo supiera, el conductismo lleva repudiando el etiquetado
(criterios diagnósticos, DSM) desde hace años y, sorpresa, su funcionamiento
básico en clínica se realiza mediante el análisis funcional del problema (esto
es, la función que cumple la conducta problemática en el modo de vida del
sujeto). Lo que este señor ondeaba como rompedor y moderno lleva bastante
tiempo establecido en el proceder conductual. Y la culpa de que no lo sepa es
del conductismo.
Siempre he pensado que le falta marketing. Mientras otros
enfoques tienen nombres con gancho (humanista, sistémico, cognitivo), a éste se
le ocurren joyas como conductismo radical (radical de raíz, pero es más fácil
pensar en radical de hardcore). El único movimiento hacia una mejor venta de
cara al público ha sido sumarse a la expresión cognitivo-conductual, binomio
que tiene problemas epistemológicos de difícil reconciliación pero que gusta
bastante más. “Claro, trata algo más que la conducta, eso es bueno”. A la gente
le encanta que siempre haya un “algo más”, sobre todo cuando se trata de ellos
mismos. Les gustan las explicaciones complejas sobre lo intrincados que son sus
motivos y anhelos (pero cuando explican la conducta de los demás bien pronto
que saltan a argumentos bastante básicos y de dudosa validez, como “es
idiota”). No me malinterpreten, no es mi intención afirmar que en realidad todo
esto son dos tontás que se aprenden en media tarde; pero no olvidemos a Ockham
y a su navaja, que buena falta nos hace cuando algún iluminado se intoxica de
algomases.
Tampoco ha sabido responder a los ataques. Siempre que una
entidad se alza por encima de otras, las demás se alían en su contra. Y, como
si fuera el mismo Skinner respondiendo a Chomsky, el conductismo no se preocupó
de mantenerse firme. Ha dejado que otros difamen su imagen con éxito. Por
ejemplo, es común y hasta de buena educación sostener que el conductismo es
reduccionista. La mayoría de gente que dice esto, y de los que asienten
henchidos de orgullo al oírlo, ni siquiera saben qué significa esa palabra. El
reduccionismo es una corriente epistémica que aboga por explicar los fenómenos
desde un campo de investigación cada vez más básico; el ejemplo clásico es
explicar los fenómenos biológicos mediante la física. Así que, cuando algún
individuo afirma tajantemente que el conductismo es reduccionista, está
demostrando que no sabe epistemología, no sabe de ciencia de la conducta y no
sabe que de lo que uno desconoce no debe hablar. Pero el conductismo no se
molestó en poner a este individuo en su lugar, se limitó a decir “no ha
comprendido”.
Y no olvidemos que es frío. El clínico que utiliza
tecnología conductual es una persona aparentemente seca, triste y anodina, que
se limita a hablar monótonamente con terminología abstracta. Las emociones no
forman parte de su quehacer. Y yo me pregunto, ¿a cuántos conductistas ha visto
el crítico común? Yo a bastantes, y puedo asegurarles que tratan las emociones
desde el minuto 1 de la primera sesión. Con mayor o menor habilidad,
dependiendo de la experiencia del terapeuta, pero las tratan. Se preocupan de
hacer reír, de tranquilizar, de mostrar interés, de resultar entretenidos, y de
muchas cosas más. Y por alguna razón sigue rondando por ahí el tema de que el
conductista es frío. Señalar sin conocer, tan viejo como la Humanidad misma.
¿Y qué puede hacer para solucionar todo esto? Poco. Creo que
la última oportunidad pasó hace ya tiempo. El paradigma conductual pasó de moda
y es poco probable que resurja. Hubo un intento, llamado “conductismo de
tercera generación”, que no satisfizo a los radicales (de raíz, recuerden) por
ecléctico ni a los demás por la respuesta condicionada que provoca la palabra
“conducta”, aunque ha tenido cierto éxito.
La única sugerencia que me atrevo a dar es que, a título
personal, indiquen a la gente qué es realmente el conductismo, sin atender a
estereotipos esperpénticos y asumiendo las limitaciones que tiene como enfoque
(nadie tiene todas las respuestas, y eso debería quedar claro). Dicho lo cual,
soy consciente de que no siempre hay tiempo o ganas de discutir (en términos
amables, a ser posible) o, peor aún, a menudo hay gente que no quiere escuchar.
Quizá estemos presenciando un cambio de paradigma
epistémico (Kuhn), y esto no sean más que señales de que se acerca una nueva
revolución científica en psicología. Pero es muy difícil identificar las
revoluciones mientras están ocurriendo; quizá en veinte años podamos responder
a este interrogante.
Autor: Manuel García
Excelente reflexión. Estoy de acuerdo en que el conductismo parece tener ciertas dificultades para resultar “sexy“ a los profanos en psicología. Sin embargo, quizá podría explotar más sus virtudes. Empezando por la principal: pretende ser efectivo, verificablemente efectivo. En mi imaginación siempre mezclo la imagen de mi profesor de técnicas de modificación de conducta con la de Yoda en El Imperio contraataca: “Para mí, el aliado es la Ciencia“.
ResponderEliminarY un poderoso aliado es...
Gracias por un comentario tan bueno, Felipe.
Eliminar¿Problemas de publicitar la eficacia científica? Que a la gente de a pie le da bastante igual (homeopatía) y, en sectores académicos, lo científico se da por supuesto (cosa que es una falacia como una catedral). Pero si, como bien dices, se hiciera eco de su alto porcentaje de efectividad frente a otras terapias, estoy seguro de que ganaría en popularidad (y sería llevado a juicio por competencia desleal, herir sensibilidades o desprestigiar el honor de algún gurú).
Tortuoso el camino es.