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lunes, 19 de febrero de 2024

Positividad tóxica: qué pasa cuando el optimismo se te va de las manos

 

En la actualidad la positividad se ha convertido en un mantra omnipresente. De forma diaria nos vemos bombardeados por mensajes que nos animan a "pensar positivo", "ver el lado brillante de las cosas" y "mantener una actitud positiva en todo momento".

Sin embargo, detrás de este aparente impulso hacia la felicidad perpetua, se esconde un fenómeno conocido como positividad tóxica. Whitney Goodman, autora de una obra literaria firmada bajo este mismo nombre, define este fenómeno como “la excesiva e inefectiva generalización de tener una actitud feliz y optimista en todas las situaciones”.

Imagen extraída de iStockPhoto

En la sociedad actual, la positividad tóxica se ha infiltrado en todas las áreas de nuestra vida. Desde las redes sociales hasta nuestro entorno cotidiano, pasando por accesorios de menaje o artículos de papelería, nos bombardea constantemente con mensajes que nos dicen que siempre debemos ser felices, exitosos y productivos.

Por otro lado, la positividad tóxica surge de una interpretación distorsionada de los principios de la psicología positiva. La psicología positiva, desarrollada por el psicólogo Martin Seligman, se centra en el estudio y la promoción de aspectos positivos del ser humano, como la gratitud, la resiliencia y el bienestar emocional.

A diferencia de la positividad tóxica, la psicología positiva reconoce la importancia de abordar tanto las emociones positivas como las negativas de manera equilibrada. En su modelo, Seligman aboga por una visión realista del optimismo, que implica reconocer y aceptar los desafíos, pero también cultivar una mentalidad orientada hacia soluciones y el crecimiento personal. Lo cual dista de la positividad tóxica que solo admite como válida aquella actitud positiva en todo momento, independientemente de las circunstancias.

La trampa de esta positividad tóxica es que se construye bajo la premisa de que ignorar o suprimir emociones "negativas" es la clave para la felicidad y el éxito.  La positividad tóxica se refiere a la imposición de un pensamiento positivo como la única forma de solución a los problemas, exigiendo que las personas eviten o nieguen pensamientos negativos y no expresen emociones negativas. Asimismo, se refiere a la creencia que las personas deben dar un giro positivo a todas las experiencias, incluyendo aquellas que puedan ser dolorosas y trágicas.

Jamie Long, psicólogo y copropietario de The Psychology Group, advierte que cuando la positividad se usa para encubrir o silenciar la experiencia humana, se vuelve tóxica precisamente porque al rechazar la existencia de ciertos sentimientos, se crea en un estado de negación y emociones reprimidas que impide el procesamiento saludable de nuestro mundo emocional.

No existen las emociones “buenas o malas” ni “positivas o negativas”, sino agradables o desagradables. Todas las emociones son válidas y tienen una función: comunicar, movilizar, aprender, regular nuestra conducta e incluso anticipar y prevenir algún daño. Por ejemplo, el enfado puede estar informándonos de que se están traspasando nuestros límites, o el estrés ante los exámenes puede servir para aprender a organizar mejor la rutina de estudio para un futuro. Al negar o suprimir emociones negativas, se corre el riesgo de que estas emociones se cronifiquen o se manifiesten de manera patológica, a través de sintomatología ansiosa o incluso somática, síntomas físicos como el dolor, irritaciones cutáneas o dolor de cabeza, se han relacionado invalidación emocional, “el cuerpo habla lo que la mente calla”.

Además, al perseguir constantemente la felicidad externa, se puede experimentar un vacío interior y una falta de conexión con uno mismo y con los demás. La imposición de alcanzar unos estándares poco realistas de felicidad puede distorsionar nuestro sistema de valores, imponiendo objetivos rígidos e inalcanzables que a medio o largo plazo generan frustración, indefensión, y con ello, una gran insatisfacción vital.

La presión por sentirse bien e irradiar felicidad de manera constante produce un efecto paradójico de infelicidad. Es decir, vivir bajo la creencia de que el éxito es sinónimo de felicidad supone que ante cualquier emoción diferente a esta felicidad generará rechazo; además, ten en cuenta que la realidad en la que vivimos está repleta de situaciones y circunstancias que activan todas las demás emociones que existen además de la felicidad. Por lo tanto, experimentar estas emociones “inadmisibles”, se genera una segunda emoción, la vergüenza o culpa por no alcanzar la utopía de la positividad tóxica. Este ciclo se retroalimenta, creando un círculo vicioso de emociones desagradables e inadmisibles, difícil de silenciar.

 

Desde la psicología se advierte que, la clave no es suprimir o negar nuestras emociones, sino aprender a manejarlas de manera saludable y constructiva.


Permíteme que te muestre el efecto que puede tener la negación emocional a través de una metáfora:

Si las emociones son mensajes que nos envía nuestra mente y cuerpo, las podemos comparar con un cartero cuyo trabajo consiste en hacernos llegar un paquete o carta a casa.

Su misión es hacernos llegar estos mensajes, no solo porque es su trabajo, sino porque también considera la importancia que estos pueden tener para su receptor, por lo que para cumplir con su labora utilizará diferentes medios. Si el cartero llama a nuestro timbre y nosotros decidimos que no le abriremos la puerta para recibir ese paquete, probablemente los paquetes se irán acumulando en la puerta, y el cartero cada vez insistirá más para cumplir con su trabajo. En el peor de los casos empezará a tratar de introducir algunos de los paquetes por debajo de tu puerta para que así puedas recibirlos.

Cuando nuestra puerta esté llena de paquetes, no nos quedará más opción que abrir la puerta, recogerlos e ir abriéndolos uno a uno. Para entonces, se habrán acumulado tantos que será mucho más complicado de gestionar y ordenar.

Algo similar sucede con las emociones, si no hacemos caso estas no desaparecen, sino que se van acumulando.  El riesgo de acumular emociones es que, cuando no nos quede más opción que enfrentarnos a ellas, puede que nos desborden y surjan como una explosión emocional. En cambio, si día a día vamos recogiendo cada uno de los mensajes que nos trae el cartero, y atendemos cada uno de lo que nos quieren comunicar nuestras emociones, serán más tolerables y fáciles de gestionar y sin que nos desborden.


Ana Callejo Matey - Terapeuta del CPA

 

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