“En las adversidades sale a la luz la virtud.”
Aristófanes
Aristófanes
Fotografía: klimkin con licencia Creative Commons
En la
actualidad, oímos hablar con frecuencia sobre la resiliencia o personas resilientes. Es un término que, sin duda,
está cada vez más de moda. Pero, ¿sabemos a qué se refiere este concepto?
La palabra
resiliencia procede del latín resilio
y significa “volver atrás, volver de un salto, resaltar o rebotar”. Aunque
resiliencia sea un término propio de la Física, donde se refiere a “capacidad
de ciertos materiales para recuperarse o volver a su posición original cuando
han soportado ciertas cargas o impacto”, éste fue incorporándose a las ciencias
sociales. Existen múltiples definiciones de este concepto y todas ellas hacen
referencia a la capacidad de superar exitosamente
los eventos adversos, es decir, situaciones traumáticas como la muerte de
un ser querido, sobrevivir a un ataque terrorista o a una catástrofe natural,
etc.
Alguien
resiliente no es una persona menos vulnerable al estrés o que no experimenta
emociones como tristeza, miedo o angustia sino alguien que, una vez ha vivido la
adversidad en concreto, maneja mejor la situación y obtiene resultados más
positivos que alguien menos resiliente.
Pero, ¿por qué
algunas personas enfrentan los eventos difíciles de manera más adaptativa que
otras?
A menudo vemos
cómo la gente que tenemos a nuestro alrededor supera situaciones tan
traumáticas que llegamos a pensar “si me pasase a mi no sería capaz de llevarlo
tan bien” o “uno nace así de fuerte, está hecho de otra pasta”. Aunque haya
autores que definen la resiliencia como parte de nuestra personalidad, la
opinión más defendida entre los profesionales es que se trata de una habilidad y ésta, como cualquier
otra, se puede entrenar o potenciar. Con la resiliencia pasa algo parecido que
con la asertividad, aunque por el aprendizaje y circunstancias vitales haya
personas más asertivas que otras, esto no implica que estas últimas no puedan
aprender a serlo. No es una
característica que se tiene o no. Incluye conductas, pensamientos y acciones
que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona.
Existen pautas que pueden ayudar a potenciar
la resiliencia:
1. Contar con apoyo social – establecer
relaciones es uno de los puntos más importantes. Los familiares, amistades,
pareja, personas pertenecientes al mismo colectivo que nosotros, etc., nos
aportan apoyo, sensación de seguridad y modelos a seguir.
2. Interpretar las adversidades como eventos
puntuales– no depende de nosotros que en nuestra vida ocurran situaciones
difíciles, pero sí podemos cambiar la manera en la que las interpretamos,
gestionamos nuestro malestar y reaccionamos ante ellas. Pensar cosas como “qué
desgraciado soy, siempre me pasa lo peor, qué mala suerte tengo” posiblemente
no nos ayude a cambiar la situación. Resulta útil focalizarnos en el futuro e
imaginarnos cuando las cosas hayan mejorado. Nuestra vida está llena de todo
tipo de eventos, también de los negativos, pero percibirlos como algo puntual y
no como un obstáculo insuperable u omnipresente, ayuda a superarlos.
3. Aceptar que la vida está llena de cambios –
puede que alguna desgracia altere nuestros planes a corto, medio o largo plazo.
Habrá situaciones en las que no nos quedará otra que aceptar la nueva
situación. Si aprendemos a hacerlo, evitaremos mucho sufrimiento y podremos
focalizar nuestra energía en cosas que sí dependen de nosotros.
4. Establecer metas y caminar hacia ellas –
tener claras nuestras metas es como tener clara la dirección en la que queremos
ir avanzando a lo largo de nuestra vida. No obstante, es importante que dichas
metas sean realistas. En vez de pensar en la meta como en algo a largo plazo,
podemos ir proponiéndonos pequeños pasos intermedios, que nos ayuden a
acercarnos a ella y, al lograrlos, nos motivarán en este proceso de consecución
del objetivo final.
5. Enfrentarse a los problemas – adoptar
una actitud activa ante las adversidades resulta más beneficioso que ignorar la
realidad, evitando los problemas y esperando que desaparezcan. Haciendo frente
a las situaciones difíciles aprendemos estrategias que podremos utilizar en el
futuro. Como decía Frédéric Chopin “toda
dificultad eludida se convertirá más tarde en un fantasma que perturbará
nuestro reposo.”
6. Ver la adversidad como oportunidad de
aprendizaje – aunque nuestra
primera reacción ante situaciones difíciles sea “ojalá no hubiera pasado”, la
gente a menudo sale fortalecida de este tipo de experiencias. Existe infinidad
de testimonios de personas que han superado una situación traumática y afirman “haber
crecido a nivel personal”, “encontrarse a sí mismos” o “encontrar el sentido de
sus vidas”.
7. Mantener una actitud positiva – ante
eventos adversos, resulta de vital importancia adoptar una actitud adecuada: no
perder la confianza en nuestra capacidad para resolver los problemas,
focalizarnos en las posibles soluciones en vez de en nuestros miedos y
preocupaciones, ser capaz de imaginar un futuro mejor, etc.
8. Cuidar de nosotros mismos – cuidando de
nuestra mente y cuerpo los mantenemos preparados y aumentamos así la
probabilidad de que, cuando nos toque enfrentemos a una adversidad, lo hagamos
de manera exitosa. Así pues, resulta beneficioso prestar atención a nuestras
necesidades, dedicar tiempo a actividades agradables, encontrar momentos para
relajarnos o cuidar nuestra autoestima entre otros.
Kaja Chmielowiec – Terapeuta del CPA.
Bibliografía recomendada:
Iglesias, E. B. (2006).
Resiliencia: definición, características y utilidad del concepto. Revista de psicopatología y psicología
clínica, 11(3), 125-146.
Uriarte Arciniega, J. D. D.
(2005). La resiliencia. Una nueva perspectiva en psicopatología del desarrollo.
Revista de psicodidáctica, 10(2).
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