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lunes, 16 de abril de 2018

Resiliencia – aprendiendo de las dificultades.



“En las adversidades sale a la luz la virtud.”
Aristófanes



Fotografía: klimkin con licencia Creative Commons

En la actualidad, oímos hablar con frecuencia sobre la resiliencia o personas resilientes. Es un término que, sin duda, está cada vez más de moda. Pero, ¿sabemos a qué se refiere este concepto?

La palabra resiliencia procede del latín resilio y significa “volver atrás, volver de un salto, resaltar o rebotar”. Aunque resiliencia sea un término propio de la Física, donde se refiere a “capacidad de ciertos materiales para recuperarse o volver a su posición original cuando han soportado ciertas cargas o impacto”, éste fue incorporándose a las ciencias sociales. Existen múltiples definiciones de este concepto y todas ellas hacen referencia a la capacidad de superar exitosamente los eventos adversos, es decir, situaciones traumáticas como la muerte de un ser querido, sobrevivir a un ataque terrorista o a una catástrofe natural, etc.

Alguien resiliente no es una persona menos vulnerable al estrés o que no experimenta emociones como tristeza, miedo o angustia sino alguien que, una vez ha vivido la adversidad en concreto, maneja mejor la situación y obtiene resultados más positivos que alguien menos resiliente. 

Pero, ¿por qué algunas personas enfrentan los eventos difíciles de manera más adaptativa que otras?

A menudo vemos cómo la gente que tenemos a nuestro alrededor supera situaciones tan traumáticas que llegamos a pensar “si me pasase a mi no sería capaz de llevarlo tan bien” o “uno nace así de fuerte, está hecho de otra pasta”. Aunque haya autores que definen la resiliencia como parte de nuestra personalidad, la opinión más defendida entre los profesionales es que se trata de una habilidad y ésta, como cualquier otra, se puede entrenar o potenciar. Con la resiliencia pasa algo parecido que con la asertividad, aunque por el aprendizaje y circunstancias vitales haya personas más asertivas que otras, esto no implica que estas últimas no puedan aprender a serlo.  No es una característica que se tiene o no. Incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona.

Existen pautas que pueden ayudar a potenciar la resiliencia:
1.      Contar con apoyo social – establecer relaciones es uno de los puntos más importantes. Los familiares, amistades, pareja, personas pertenecientes al mismo colectivo que nosotros, etc., nos aportan apoyo, sensación de seguridad y modelos a seguir.
2.      Interpretar las adversidades como eventos puntuales– no depende de nosotros que en nuestra vida ocurran situaciones difíciles, pero sí podemos cambiar la manera en la que las interpretamos, gestionamos nuestro malestar y reaccionamos ante ellas. Pensar cosas como “qué desgraciado soy, siempre me pasa lo peor, qué mala suerte tengo” posiblemente no nos ayude a cambiar la situación. Resulta útil focalizarnos en el futuro e imaginarnos cuando las cosas hayan mejorado. Nuestra vida está llena de todo tipo de eventos, también de los negativos, pero percibirlos como algo puntual y no como un obstáculo insuperable u omnipresente, ayuda a superarlos.
3.      Aceptar que la vida está llena de cambios – puede que alguna desgracia altere nuestros planes a corto, medio o largo plazo. Habrá situaciones en las que no nos quedará otra que aceptar la nueva situación. Si aprendemos a hacerlo, evitaremos mucho sufrimiento y podremos focalizar nuestra energía en cosas que sí dependen de nosotros.
4.      Establecer metas y caminar hacia ellas – tener claras nuestras metas es como tener clara la dirección en la que queremos ir avanzando a lo largo de nuestra vida. No obstante, es importante que dichas metas sean realistas. En vez de pensar en la meta como en algo a largo plazo, podemos ir proponiéndonos pequeños pasos intermedios, que nos ayuden a acercarnos a ella y, al lograrlos, nos motivarán en este proceso de consecución del objetivo final.
5.      Enfrentarse a los problemas – adoptar una actitud activa ante las adversidades resulta más beneficioso que ignorar la realidad, evitando los problemas y esperando que desaparezcan. Haciendo frente a las situaciones difíciles aprendemos estrategias que podremos utilizar en el futuro. Como decía Frédéric Chopin “toda dificultad eludida se convertirá más tarde en un fantasma que perturbará nuestro reposo.”
6.      Ver la adversidad como oportunidad de aprendizaje aunque nuestra primera reacción ante situaciones difíciles sea “ojalá no hubiera pasado”, la gente a menudo sale fortalecida de este tipo de experiencias. Existe infinidad de testimonios de personas que han superado una situación traumática y afirman “haber crecido a nivel personal”, “encontrarse a sí mismos” o “encontrar el sentido de sus vidas”.
7.      Mantener una actitud positiva – ante eventos adversos, resulta de vital importancia adoptar una actitud adecuada: no perder la confianza en nuestra capacidad para resolver los problemas, focalizarnos en las posibles soluciones en vez de en nuestros miedos y preocupaciones, ser capaz de imaginar un futuro mejor, etc.
8.      Cuidar de nosotros mismos – cuidando de nuestra mente y cuerpo los mantenemos preparados y aumentamos así la probabilidad de que, cuando nos toque enfrentemos a una adversidad, lo hagamos de manera exitosa. Así pues, resulta beneficioso prestar atención a nuestras necesidades, dedicar tiempo a actividades agradables, encontrar momentos para relajarnos o cuidar nuestra autoestima entre otros.

Kaja Chmielowiec – Terapeuta del CPA.

Bibliografía recomendada:
Iglesias, E. B. (2006). Resiliencia: definición, características y utilidad del concepto. Revista de psicopatología y psicología clínica, 11(3), 125-146.
Uriarte Arciniega, J. D. D. (2005). La resiliencia. Una nueva perspectiva en psicopatología del desarrollo. Revista de psicodidáctica, 10(2).

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