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martes, 13 de febrero de 2018

CÓMO ANIMAR A UN FAMILIAR O AMIGO A IR AL PSICÓLOGO

A pesar de que la imagen de la psicología en España ha evolucionado notablemente, lo cierto es que en buena parte de la población aún perdura la convicción de que ir al psicólogo “es para personas débiles” o “únicamente para personas con una psicopatología grave”; y, por tanto, continúa mostrándose reticente a la hora de iniciar una terapia psicológica. En estos casos, los familiares y amigos que conviven con estas personas suelen preguntarse “¿Qué puedo hacer para que mi familiar/ amigo acuda al psicólogo?”.

 Fotografía: Min An, con licencia Creative Commons

v  En primer lugar, sería conveniente que las personas encargadas de hablar con nuestro familiar o amigo fuesen aquéllas con las que tuviese más confianza; cuántas menos mejor (preferiblemente, una o dos) para evitar que la persona pueda sentirse incómoda e intimidada.
v  Elegir el momento y el lugar adecuado para proponerle la opción de acudir al psicólogo. Así pues, en primer lugar, es recomendable evaluar el estado anímico de la persona para averiguar si es una buena ocasión para iniciar dicha conversación. A través de la observación de su lenguaje no verbal (expresión facial, postura corporal, etc.) o mediante preguntas tales como “¿Cómo te encuentras hoy?” o “¿Te sientes hoy lo suficientemente bien como para que hablemos un rato?” podremos valorar si es un buen momento para abordar el tema.
Con respecto al lugar más apropiado, resulta adecuado evitar hablar en reuniones familiares o lugares concurridos y procurar mantener dicha conversación en un ambiente doméstico.
v  Exponer lo que queremos de manera clara y directa (evitando ambigüedades e insinuaciones) para facilitar que la otra persona nos entienda y reducir las posibilidades de que nuestro mensaje sea ignorado o malinterpretado, con un volumen de voz adecuado y un tono de voz amable y moderado.
v  Emplear frases tales como Te noto diferente últimamente, ¿va todo bien? para iniciar la conversación. También podemos hacer referencia a cómo esta situación nos está haciendo sentir, empleando expresiones en primera persona del tipo “Yo me siento…” en lugar de “Tú me haces sentir…”.
v  Escuchar las razones por las que nuestro familiar o amigo no desea acudir al psicólogo y, en el caso de que sus argumentos se basen en creencias erróneas acerca de esta disciplina, intentar ajustarlas a la realidad.
Algunas de las razones más comúnmente empleadas para no ir al psicólogo, basadas en ideas preconcebidas sobre esta profesión, son las siguientes:

CREENCIA ERRÓNEA
    ¿CÓMO PODEMOS AJUSTARLA?
Lo único que hace el psicólogo es escuchar, para eso ya tengo a mis amigos

Mientras que un amigo es aquella persona que nos da consejos, que comparte nuestro punto de vista sobre las dificultades que nos están generando malestar y nos dice qué haría en dicha situación, un psicólogo es un profesional imparcial capacitado, no únicamente para escuchar, sino para proporcionarnos las estrategias con las que solventar dichas dificultades. Es importante recordar que por el mero hecho de hablar de nuestras dificultades, éstas no se solucionarán.

Me da vergüenza contar mis intimidades a un desconocido


Dicha creencia suele llevar aparejada otros pensamientos del tipo “Me juzgará”, “Pensará que soy…”, etc. Así pues, un psicólogo no nos juzgará ni criticará, sino que nos permitirá expresar nuestros pensamientos y sentimientos libremente.
Yo no estoy loco
El psicólogo es un profesional que no únicamente atiende psicopatologías o problemas mentales graves sino también dificultades de la vida diaria.

Si acudo al psicólogo significará que soy débil

Acudir al psicólogo no es un signo de debilidad sino una muestra de que estamos dispuestos a esforzarnos para encontrar una solución a nuestros problemas. Todas las personas pueden encontrarse con circunstancias que no son capaces de gestionar, y aprender estrategias más adecuadas para afrontarlas nos hará más fuertes ante futuras dificultades.

v  Ejemplificar nuestro discurso con la experiencia de una persona que, ante la presencia de determinadas dificultades, decidió acudir a un psicólogo.
v  Ayudarle en el proceso de búsqueda de un psicólogo y concertar una cita, aunque finalmente será la persona la encargada de decidir si finalmente acudirá o no, en qué zona, a qué profesional y cuándo.
v  Ofrecernos a acompañarle a su primera sesión.

Ante el rechazo de nuestro familiar o amigo de acudir al psicólogo:
v  Proponerle que acuda a un número determinado de sesiones (por ejemplo, a cuatro sesiones), con el propósito de favorecer que la persona forme una imagen más acertada acerca de la figura del psicólogo. Si tras acudir a este número de sesiones acordadas entre ambos la persona aún se mostrase reticente, tendría libertad para dejar la terapia si así lo desea.
v  Es importante no obligarle ni llevarle engañado/a.
v  Si estas pautas no surten efecto puede ser recomendable retomar la conversación en otro momento (teniendo en cuenta las recomendaciones anteriormente descritas). Es comprensible que a la persona le cueste cambiar su punto de vista por lo que darle un tiempo para pensarlo puede ayudar.

Por último, y como de costumbre, nos gustaría saber vuestra opinión al respecto: ¿En alguna ocasión habéis empleado alguna de estas estrategias para animar a un amigo o familiar a ir a terapia? ¿Os han resultado eficaces? ¡Os esperamos en los comentarios! 


Fotografía: John Paul Tyrone Fernández, con licencia Creative Commons

Irene Álvarez Ossorio – Terapeuta del CPA

Referencias bibliográficas:
-       Erro, J. (2016). Saldremos de ésta. Guía de salud mental para el entorno de la persona en crisis. Biblioteca Social Hermanos Quero: Granada. 
-       
Roca, E. (2014). Como mejorar tus habilidades sociales. ACDE Ediciones: Valencia.

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