A pesar de que la imagen de la psicología en España ha evolucionado
notablemente, lo cierto es que en buena parte de la población aún perdura la
convicción de que ir al psicólogo “es
para personas débiles” o “únicamente
para personas con una psicopatología grave”; y, por tanto, continúa mostrándose
reticente a la hora de iniciar una terapia psicológica. En estos casos, los
familiares y amigos que conviven con estas personas suelen preguntarse “¿Qué puedo hacer para que mi familiar/ amigo
acuda al psicólogo?”.
v
En primer lugar, sería conveniente que las
personas encargadas de hablar con nuestro familiar o amigo fuesen aquéllas con las que tuviese más confianza;
cuántas menos mejor (preferiblemente, una o dos) para evitar que la persona
pueda sentirse incómoda e intimidada.
v
Elegir el momento y el lugar adecuado para proponerle
la opción de acudir al psicólogo. Así pues, en primer lugar, es recomendable evaluar el estado anímico
de la persona para averiguar si es una buena ocasión para iniciar dicha
conversación. A través de la observación de su lenguaje no verbal (expresión
facial, postura corporal, etc.) o mediante preguntas tales como “¿Cómo te encuentras hoy?” o “¿Te sientes hoy lo suficientemente bien como
para que hablemos un rato?” podremos valorar si es un buen momento para abordar
el tema.
Con respecto al
lugar más apropiado, resulta adecuado evitar hablar en reuniones familiares o
lugares concurridos y procurar mantener dicha conversación en un ambiente doméstico.
v
Exponer lo que queremos de manera clara y directa
(evitando ambigüedades e insinuaciones) para facilitar que la otra persona nos
entienda y reducir las posibilidades de que nuestro mensaje sea ignorado o malinterpretado,
con un volumen de voz adecuado y un tono
de voz amable y moderado.
v
Emplear
frases tales como “Te noto diferente últimamente, ¿va todo
bien?” para iniciar la
conversación. También podemos hacer referencia a cómo esta situación nos está
haciendo sentir, empleando expresiones en primera persona del tipo “Yo me siento…” en lugar de “Tú me haces sentir…”.
v
Escuchar las razones por las que nuestro familiar o
amigo no desea acudir al psicólogo y, en el caso de que sus argumentos se basen en creencias erróneas acerca
de esta disciplina, intentar ajustarlas a la realidad.
Algunas de las razones más comúnmente empleadas
para no ir al psicólogo, basadas en ideas preconcebidas sobre esta
profesión, son las siguientes:
CREENCIA ERRÓNEA
|
¿CÓMO
PODEMOS AJUSTARLA?
|
“Lo único que hace el psicólogo es
escuchar, para eso ya tengo a mis amigos”
|
Mientras que un amigo es aquella persona que nos da consejos, que
comparte nuestro punto de vista sobre las dificultades que nos están
generando malestar y nos dice qué haría en dicha situación, un psicólogo es
un profesional imparcial capacitado, no únicamente para escuchar, sino para
proporcionarnos las estrategias con las que solventar dichas dificultades. Es
importante recordar que por el mero hecho de hablar de nuestras dificultades,
éstas no se solucionarán.
|
“Me da vergüenza contar mis
intimidades a un desconocido”
|
Dicha creencia suele llevar aparejada otros pensamientos del tipo “Me juzgará”, “Pensará que soy…”, etc. Así pues, un psicólogo no nos juzgará ni
criticará, sino que nos permitirá expresar nuestros pensamientos y
sentimientos libremente.
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“Yo no estoy loco”
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El psicólogo es un profesional que no únicamente
atiende psicopatologías o problemas mentales graves sino también dificultades
de la vida diaria.
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“Si acudo al psicólogo significará
que soy débil”
|
Acudir al
psicólogo no es un signo de debilidad sino una muestra de que estamos
dispuestos a esforzarnos para encontrar una solución a nuestros problemas. Todas
las personas pueden encontrarse con circunstancias que no son capaces de
gestionar, y aprender estrategias más adecuadas para afrontarlas nos hará más
fuertes ante futuras dificultades.
|
v Ejemplificar nuestro discurso con la experiencia de una
persona
que, ante la presencia de determinadas dificultades, decidió acudir a un
psicólogo.
v Ayudarle en el proceso de búsqueda
de un psicólogo y concertar una cita, aunque finalmente será la persona
la encargada de decidir si finalmente acudirá o no, en qué zona, a qué
profesional y cuándo.
v Ofrecernos a acompañarle a su
primera sesión.
Ante el rechazo
de nuestro familiar o amigo de acudir al psicólogo:
v Proponerle que acuda a un número
determinado de sesiones (por ejemplo, a cuatro sesiones),
con el propósito de favorecer que la persona forme una imagen más acertada
acerca de la figura del psicólogo. Si tras acudir a este número de sesiones
acordadas entre ambos la persona aún se mostrase reticente, tendría libertad
para dejar la terapia si así lo desea.
v Es importante no obligarle ni llevarle engañado/a.
v Si estas pautas no surten efecto
puede ser recomendable retomar la conversación en otro momento (teniendo en
cuenta las recomendaciones anteriormente descritas). Es comprensible que a la
persona le cueste cambiar su punto de vista por lo que darle un tiempo para
pensarlo puede ayudar.
Por último, y como de costumbre, nos
gustaría saber vuestra opinión al respecto: ¿En alguna ocasión habéis empleado
alguna de estas estrategias para animar a un amigo o familiar a ir a terapia?
¿Os han resultado eficaces? ¡Os esperamos en los comentarios!
Fotografía: John
Paul Tyrone Fernández, con licencia Creative Commons
Irene Álvarez
Ossorio – Terapeuta del CPA
Referencias bibliográficas:
- Erro, J. (2016). Saldremos de ésta. Guía de salud mental para
el entorno de la persona en crisis. Biblioteca Social Hermanos Quero:
Granada.
-
Roca, E. (2014). Como mejorar tus habilidades sociales. ACDE
Ediciones: Valencia.
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