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lunes, 31 de octubre de 2016

Afrontar la pérdida de un ser querido

En estas fechas, es frecuente recordar a los seres queridos que ya no están con nosotros. El fallecimiento de una persona allegada a nosotros es una situación muy dolorosa en la que es natural experimentar el proceso del duelo. Sin embargo, en ocasiones, este duelo puede complicarse y convertirse en lo que la psicología denomina “duelo patológico”. Es importante que podamos diferenciar ambos y sepamos cuándo es necesario pedir ayuda a un profesional.


Fotografía por Jcomp - Freepik con Licencia Creative Commons.

Las reacciones que cada uno experimenta ante la pérdida de un ser querido son totalmente variables, y dependen de muchos factores como la edad, la relación con el fallecido, las circunstancias en las que se ha producido la muerte, el apoyo de familiares y amigos, etc. Sin embargo, hay una serie de síntomas que aparecen con gran frecuencia cuando sufrimos el proceso de duelo, completamente normales durante algún tiempo y que cesarán poco a poco cuando vayamos pasando por las diferentes fases del duelo.

Es habitual que en un primer momento, tras conocer la noticia, aparezca una fase de incredulidad en la que nos sintamos bloqueados y no seamos capaces de aceptar la pérdida. Habitualmente esta primera fase no dura más de unas horas o días. Es común encontrar allegados que muestran una absoluta entereza y falta de afección durante el entierro o el velatorio, ya que se encuentran en este primer momento. Sin embargo, si alguno de vuestros familiares continúa negando la muerte de su ser querido o actuando como si todavía estuviera vivo durante semanas o meses, es el momento de solicitar asistencia psicológica, que ayude al afectado a que gradualmente vaya aceptando lo ocurrido y adaptando su vida al cambio que se ha producido.  

La segunda fase aparece pasados unos días tras el suceso, cuando aceptamos súbitamente la muerte y nos sentimos muy mal.  Es frecuente sentir tristeza, apatía, culpa… Llorar, lamentarse e incluso sentir que vemos u oímos a la persona que ha fallecido es totalmente normal. De igual forma, podemos experimentar problemas gastrointestinales, alteración del apetito, disminución del deseo sexual, problemas para dormir… Aunque estos síntomas son completamente normales, podemos solicitar ayuda a nuestro médico de cabecera para que nos ayude a sobrellevarlos mejor y a continuar con nuestro día a día, ya que esta fase puede durar varios meses.

Una vez que reconocemos y aceptamos lo que esta pérdida ha supuesto para nosotros, y entendemos que esa persona no va a volver, podemos empezar a sentirnos mejor y recobrar aspectos de nuestra vida que habíamos dejado de lado. Así, entramos en la fase de restitución y volvemos a prestar atención a nuestro alrededor (amigos, aficiones, trabajo, etc.), sin que la pérdida interfiera en nuestro estado de ánimo.

Así, todas estas reacciones son normales y no hay que preocuparse si nosotros o nuestros allegados la experimentamos. De todas formas, podemos pedir ayuda si están interfiriendo con nuestras obligaciones (por ejemplo, el insomnio no nos permite concentrarnos en el trabajo, el cansancio nos impide cuidar de nuestros hijos, etc.), si los síntomas duran más tiempo de lo que consideramos natural, o simplemente si queremos que nos echen una mano para superar el dolor, especialmente ante muertes trágicas e inesperadas.

Fotografía por Freepik con Licencia Creative Commons.

Sin embargo, si observamos ciertas respuestas patológicas en nuestros familiares o en nosotros mismos, es conveniente solicitar la opinión de un profesional. Existen algunas señales que pueden ayudarnos a distinguir cuando es necesaria una intervención psicológica:
  • Si la persona se estanca en la primera fase tras el fallecimiento de su allegado, es decir, continúa incrédulo negando la muerte durante meses y comportándose como si no hubiera ocurrido.
  • Si la persona estaba realmente unida al fallecido y aun así no presenta ningún síntoma, evitando hablar del tema y mostrándose impasible o retraído.
  • Si, por el contrario, la persona se estanca en la segunda fase durante más de un año, mostrándose triste, irascible, depresivo… Estas personas suelen aludir constantemente al fallecido, acudir con mucha frecuencia al cementerio a visitarle, observar su foto durante horas, mantener la casa y su estilo de vida como si aún estuviera vivo, etc.
Ante estos casos es idóneo solicitar la ayuda de un profesional, que guiará a la persona a través de las diferentes fases para que pueda superar la pérdida y continuar con su vida. Por lo tanto, si detectáis que algún ser querido o incluso vosotros mismos estáis experimentando alguno de estos problemas, no dudéis en contactar con vuestro médico de cabecera o con un psicólogo de confianza para que os ayude a superarlo.

En cualquiera de los casos, si tienes cualquier duda sobre si alguno de tus comportamientos está siendo o no correcto, no dudes en preguntarnos. Mucho ánimo y mucha fuerza.

Artículo redactado por Cristina de la Fuente, terapeuta del CPA.

Referencias:
Dollenz, E. (2003). Duelo normal y patológico. Consideraciones para el trabajo en atención primaria de salud. Cuadernos de Psiquiatría Comunitaria y Salud Mental para la Atención Primaria de Salud, 1, 1 -16.
Flórez, S.D. (2002). Duelo. Anales del Sistema Sanitario de Navarra, 25 (3), 77-86.
Worden, J. W. (2010). El tratamiento del duelo. Asesoramiento psicológico y terapia. (2ªedición). Barcelona: Paidós. (Trabajo original publicado en 1984).

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