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lunes, 1 de febrero de 2016

La dieta: ¿aliado o enemigo?


En la sociedad en la que vivimos la dieta siempre está presente. Antes de verano para la operación bikini, en Año Nuevo como promesas para empezar bien el año….sea como sea, siempre hay algún momento que nos recuerda que no estamos del todo a gusto con nuestro cuerpo y deberíamos cambiarlo.

Tanto esos momentos concretos, como la sociedad actual y el “vicio por la inmediatez” hacen que queramos soluciones rápidas para alcanzar nuestro objetivo. De ahí que las dietas sean un mercado en auge en nuestros días: desde la dieta de la manzana, la alcachofa, batidos verdes, o proteínas…

Imagen: Christi Nielsen, con licencia Creative Commons
Cada una de esas dietas tienen sus “armas” que hacen que muchas de las personas que las siguen consigan de forma rápida su objetivo (pérdida de peso), sin pensar sin embargo en las consecuencias a medio y largo plazo que se pueden derivar de esos pequeños experimentos. Por eso, os planteo la siguiente pregunta: ¿Las dietas son una solución duradera y estable?

Me temo que la respuesta a esa pregunta es NO: todos sabemos que una vez dejamos de hacer esas dietas milagrosas, el peso y las costumbres anteriores vuelven. Por ello, si queremos sentirnos bien SIEMPRE y mantenernos así, sin tener que tomar medidas extras en periodos determinados, deberíamos cambiar la percepción de dieta por estilo de vida. La solución no está en elegir una dieta u otra, sino en cambiar nuestro comportamiento con respecto a la comida, creando un estilo de alimentación diferente, que durará el resto de nuestra vida.

Y…¿Cuál es la diferencia?

A diferencia de una dieta, decidirnos por un cambio en nuestro estilo de vida elimina varios factores clave y peligrosos:

·         No tener una fecha o peso tope elimina el “efecto rebote”, es decir, el peligro de que cuando acabe esa fecha, volvamos a nuestras costumbres, y recuperemos el peso perdido. Por el contrario, el incorporar esos nuevos hábitos a nuestro estilo de vida, hará que sea algo constante, que forme parte de lo que somos y cómo decidimos vivir.

·         No será una “condena” o “sacrificio” que tendremos que pasar durante un tiempo determinado para sentirnos bien. La idea es que aprendamos a compensar y controlar: no restringir ningún alimento, sino poder probar de todo, aprendiendo a controlarnos, ya que el tener un alimento prohibido y estar tanto tiempo sin poder comerlo cuando uno sí lo desea (como suele pasar en las dietas), hace que cuando tengamos acceso a dicho alimento, lo hagamos de forma descontrolada e inadecuada.

No os voy a mentir: a veces el saber comer de todo de forma controlada es mucho más difícil que restringirse todo; eso es cierto. Sin embargo, a la larga, ¿qué creéis que es mejor? ¿No volver a probar el chocolate/helado/fritos o probarlo sin pasarse y sabiendo cómo controlarse?

¿Cómo empezar a cambiar?

Después de leer todo lo anterior, muchos podéis pensar que es algo muy complicado cambiar la relación de uno con la comida, sin embargo no es así. Se necesita ser constante y sistemático,  al igual que para aprender cualquier habilidad nueva.

A continuación, tenéis una serie de estrategias que os ayudarán a cambiar vuestros hábitos:

1.      Cambiar  el “chip”: dejar de pensar en una dieta específica  y empezar a pensar en una forma de vida y alimentación, donde la relación con la comida será mucho más sana y menos tóxica.

2.      Educarnos en alimentación: Establecer una dieta/comida variada, donde comamos todo tipo de alimentos en las proporciones aconsejadas. Por ello, es necesario aprender y entender qué características tiene cada tipo de alimento, qué nos aporta y cómo deberíamos utilizarlo.

3.      No solo somos lo que comemos, sino también el ejercicio que hacemos: Con respecto a esto, es importante no caer en el mismo truco que las “dietas milagro”, y buscarnos “ejercicios milagro”, donde prometen que en 3 semanas tendremos nuestro cuerpo perfecto; o machacarnos con ejercicios que no están aún a nuestro nivel y por tanto exigirán mucho de nosotros y lo más probable es que lo acabemos dejando.
Al contrario, lo que se tiene que hacer, es poner objetivos acorde con nuestra condición y posibilidades. De nada sirve intentar correr 5 km si lo máximo que hemos hecho en estos años ha sido andar hasta el mercado.

4.      Controlar el número de las comidas y sus horarios: Establecer un número de comidas diarias (se recomienda 5 comidas al día para poder mantener tu metabolismo activo) y un horario más o menos estable para ellas es fundamental, ya que son los primeros pasos para adquirir unas habilidades de autocontrol.

5.      Trabajar en la motivación: La motivación es un elemento primordial para casi todo en nuestra vida. En este caso, para poder mantener una motivación alta y constante en todo el proceso, es importante tener unos objetivos claros de por qué queremos realizar este cambio.
Por ello, lo primero que tenemos que hacer es una lista de qué objetivos nos llevan a querer cambiar: no solo me refiero a la pérdida de peso u objetivos físicos, sino también a objetivos más personales (por ejemplo: sentirse bien con uno mismo, aumentar la autoestima, vivir más sano..); y tener esos objetivos presentes en todo momento.
Muy relacionado con la motivación, está el ponernos metas o submetas para animarnos y ayudarnos a seguir. A diferencia de las metas de las dietas (Ej: bajar 5 kilos), estas tienen que ver con nuestro comportamiento. Ej. Objetivo beber 2 litros de agua diarios; comer 1 pieza de fruta al día….


Ahora que sabemos todo esto, ¿Qué decides? ¿Optar por dietas milagros que requieren grandes sacrificios y solo nos hacen sentir bien durante un tiempo limitado, o empezar a aprender estrategias para sentirnos bien siempre, por dentro y por fuera?


Artículo redactado por Tauana Matías, Terapeuta del CPA.

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