Definición
de salud (OMS, 1947): “un estado de total bienestar físico, mental
y social y … no la mera ausencia de una enfermedad o dolencia”.
¿Alguna vez te has preguntado de qué cosas depende tu buena salud?
Estarás de acuerdo conmigo en que muchas veces, las
enfermedades o dolores que nos sobrevienen lo hacen derivados de factores
hereditarios, genéticos o del azar. Es completamente cierto que en según qué
familias y debido a su historial médico, existen mayores tendencias a padecer
diabetes o hipotiroidismo o… otras veces, sin embargo, no todo gira en torno a
“aquello que escapa de nuestras manos y de nuestro control”.
Imagen: aitor.márquez.1990, con licencia Creative Commons |
¡Ah… la maravillosa excusa del locus de control externo! Cuando se trata de nuestra salud física y
mental, podemos hacer muchas cosas y no son válidas las excusas. Parte de la responsabilidad siempre será
nuestra y asumir esta realidad tiende a dar sus frutos.
Porque, efectivamente existe una buena parte de nuestros
comportamientos y tomas de riesgo que manejamos nosotros mismos y que se
refleja en cuán saludables nos sentimos.
Y parte de dichos comportamientos están directamente
relacionados con nuestro grado de autoestima. Ergo, nuestra autoestima
afecta a nuestra salud, también física. ¿Lo intuias? Te animo a ahondar en
el concepto de autoestima de la mano de una compañera, en este mismo blog.
Una vez aclarado este punto, pasemos a clarificar un poco
más: Según el modelo biopsicosocial de la salud y la enfermedad (Engel, 1980) nos sugiere que existen 3
grupos de factores que afectan a nuestra salud: biológicos, sociales pero
también psicológicos. Son los de la última naturaleza los que nos atañen aquí. Nuestras creencias nos llevan a elegir
determinadas conductas que nos benefician o por el contrario, nos lesionan y
ocasionan daños. Las personas con una autoestima sana, se estiman y valoran por
definición. Esto les lleva a cuidarse o en cualquier caso, a evitar riesgos
innecesarios para su salud. “Pero y si fumo… entonces eso quiere decir que
no me respeto como persona, que creo que los demás son superiores o más
válidos?” Está claro que no existe un solo factor, ni siquiera a nivel
psicológico que nos incite a establecer hábitos de vida poco saludables. En una
persona fumadora por ejemplo, han influenciado modelos cercanos; pero si es
cierto que la edad de inicio del hábito suele ser la adolescencia, momento
crítico para el desarrollo de la identidad personal. Las inseguridades suelen
aflorar y se busca encajar entre los iguales.
Pongamos un par de ejemplos más:
Carlos tiene problemas de autoestima que le llevan a compararse
continuamente con los demás. Se compara en particular en las áreas que le
resultan importantes como la académica. Sus verbalizaciones sobre su baja valía
le han llevado con el tiempo a una depresión porque no es capaz de ver sus
aspectos positivos, sus logros… los cuales minimiza o atribuye al azar. Entre
las consecuencias de dicha depresión se encuentran, por ejemplo, el
sedentarismo. Carlos apenas realiza ejercicio físico y pasa muchas horas metido
en la cama o viendo la TV.
Gimena, a pesar de tener un peso medio, sufre desde los 14
años un trastorno de conducta de la alimentación. Siempre ha deseado estar más delgada, y se
compara continuamente con otras personas que, casualmente (ya que en estos
casos es habitual usar un filtro informativo), son más delgadas que ella. Su
obsesión le lleva a menudo a autopautarse unas dietas con las que cualquier
nutricionista se llevaría las manos a la cabeza.
Queda claro que en la historia de ambas personas han mediado
otros muchos factores y sin embargo a
nivel psicológico, las creencias y actitudes que los dos tenían con respecto a
si mismos, a su valor instrinseco como personas, adquieren un papel
protagonista.
Si crees que podrías
llegar a mejorar tu autoestima, te invito a que hagas la siguiente reflexión:
¿cuáles son tus hábitos de vida saludables y no saludables? ¿crees que mereces
hacerlo mejor, por ti, por tu bienestar? Si la respuesta es negativa, puede
que debas trabajar en un plano más identitario y quizá acudir a un profesional
de la psicología. Si resulta
afirmativa, entonces… ¡manos a la obra!
Referencias:
Amigo Vázquez I, Fernández Rodríguez C y Pérez Álvarez M.
(2009). Manual de Psicología de la
Salud. 3º edición. Madrid: Pirámide
Engel, G. (1980). The clinical appplication of the
biopsychosocial model. American Journal of Psychiatry; 137:535-44.
Matud, M.P. (2004). Autoestima en la Mujer: un análisis de
su relevancia en Salud. Avances en Psicología Latinoamericana 22 (1), 129-140
Artículo redactado por Isabel Zanón, terapeuta del CPA.
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