Foto: Juan, con licencia creative commons |
- Si ahora mismo te preguntase
quién eres, qué te define, ¿qué es lo primero que se te pasaría por la cabeza?
- Que soy una persona insegura, muy autocrítica y que no valgo lo
suficiente.
- ¡Vaya, parece que lo tienes muy
claro! Hay que ver cómo somos. Nos pasamos media vida afirmando que somos así o asá sin saber que somos meros intérpretes de lo que nos sucede. Una
cosa es la situación real y otra lo que tú interpretas de esa situación. ¿Lo
sabías? Veamos, explícame por qué crees
que eres así, ¿qué pruebas reales
tienes para pensar así?
- Pues.. hay muchas cosas que debería saber o hacer y no lo sé. Tiendo a
compararme automáticamente con la gente, y siempre me veo inferior a ellos. Pienso
que debería ser al menos igual que ellos, y me frustro.
- [...] Dejando de lado que estas
pruebas no son reales y que tienes incluso argumentos que desmontan estas
ideas, como acabamos de ver, acabas de dar con una de las claves del problema. Caes
constantemente en el error de compararte con los demás. Crees que todo el mundo
está por encima de ti, que tu valía está en función de cómo sean o actúen los
otros y, por tanto, vives condicionado pensando que dependes de terceras
personas o cualquier otro aspecto que exceda a tu control. Vives en constante
miedo cuando encuentras a alguien que crees que es mejor que tú. Dime una cosa,
¿a que nunca has encontrado a alguien que esté, en tus propias palabras, por
debajo de ti? Todos, absolutamente todos, tenemos defectos. Nadie es perfecto,
ni tan siquiera esa persona que crees que está a años luz de ti.
¿Pero sabes qué? El valor de una
persona no se mide por sus éxitos o por su conocimiento; por el mero hecho de
ser seres humanos, todos tienen exactamente el mismo valor en sí mismos. Los otros son los otros y tú eres tú. Punto. El hecho
de que el otro tenga más o menos éxito es independiente de lo bueno o malo que
tú seas. Imagínate un partido de tenis: un jugador que piensa que tiene que
ganar el partido, y un segundo jugador que juega en primer lugar para
divertirse, aun queriendo ganar si lo consigue. Mientras trate de jugar lo mejor posible, dando lo mejor de mí, en
vez de pensar en lo bien está jugando mi adversario, me sentiré mucho mejor y
aumentará la probabilidad de obtener un buen resultado. ¿No crees?
- Ya, pero.. no puedo evitarlo, me sale solo siempre. Desde siempre he
sido así.
- ¿Siempre? ¿Cuándo es siempre:
todos los días, meses, años? ¿En todas y
cada una de las situaciones?
- ¡No, hombre! Todos no, pero no sé.. no cuento las veces, está claro.
Pero muchas, seguro.
- Pero entonces, ¿por qué te
afirmas a ti mismo que eso ocurre siempre?
(Silencio)
- Y otro aspecto crucial. Cuidado,
no eres así, has aprendido a comportarte así. Es un matiz esencial. No es una
característica innata o hereditaria, sino que, fruto de las experiencias que
has vivido a lo largo de tu biografía o historia, has aprendido a decirte eso a
ti mismo. Pero precisamente por ello tengo una buena noticia para ti: puedes cambiar,
es hora de desaprender esos mensajes irracionales que te dices a ti mismo y
reaprender otros mensajes más realistas
(ojo, que no positivos).
La paradoja de este caso radica
en que, por defecto, nunca nos paramos un segundo a cuestionar que eso que
pensamos sea realmente cierto; lo damos por supuesto, sin más, algo así como un
dogma. Lo curioso es que nunca nos planteamos que esa interpretación de la
realidad no sea ajustada, como así es realmente. Como consecuencia de todo
ello, este tipo de pensamientos irracionales nos inhiben, hacen que nos
bloqueemos o paralicemos, dejando de hacer cosas que nos gustaría hacer -e
incluso haciendo cosas que no nos gustaría hacer como, por ejemplo, aceptar un
plan que no nos apetece por miedo a que el otro nos rechace si le decimos que
no-. Y finalmente todo ello confirma erróneamente estos pensamientos
irracionales, encontrando 'pruebas' -que no lo son- que corroborarían lo que
piensas de ti mismo. La idea clave, por tanto, consiste en re-interpretar la
situación en términos más racionales.
- Suena muy bien, pero no es tan fácil. No es sencillo pensar
racionalmente en esos momentos..
- Claro que no es fácil, te lo
aseguro. Pero, ¿es más fácil o más agradable lo contrario? Mira, ya has
aprendido que eres tú quien decide cómo interpretar la realidad, lo que está
sucediendo. ¿Qué sentido tiene afirmar: "Es
mejor que yo, debería saberlo, no valgo para esto" si ni siquiera lo
intentamos, si ni siquiera tenemos pruebas reales
que confirman que esto sea así? Es fundamental actuar en vez de repetirnos
una y otra vez a nosotros mismos lo incapaces que somos. ¿Te ayuda en algo
pensar así, realmente?
- No, claro que no, me siento fatal conmigo mismo. Y muy culpable por
no haber podido hacer lo que quería..
- Entonces, ¿no merece la pena
hacer el esfuerzo de confrontar lo antes posible estas ideas no realistas para
evitar todo ese malestar que traen consigo? Con práctica todo se consigue, créeme.
- ¿Cambiar? No sé si estoy preparado, ni si podré hacerlo bien y
conseguirlo.
- No lo sabes porque tienes
miedo. Miedo a fracasar. Miedo al rechazo. Y el miedo paraliza, nos impide ver
con claridad; distorsiona la realidad, magnificando todo lo negativo. Parece
difícil pero, ¿sabes qué? Todas las grandes historias empiezan por un
principio. Un primer paso. Un punto de partida. Aceptar que existe un problema,
e identificar cuál es. Es uno de los pasos más importantes, si no el que más.
Si una persona no ve que tiene un problema, no cambiará, no tiene sentido.
- Sí, pero...¿y si me arriesgo y me equivoco? ¿Y si no lo consigo? No
soportaría el fracaso..
- El fracaso, como tú lo llamas,
es parte fundamental del aprendizaje, y de la vida. Si cometo un error no pasa
nada, no tengo por qué sentirme humillado o sin valor, siempre hay
posibilidades de mejorar. De nuevo, todos hemos errado alguna vez. Mira a tu
alrededor, ¿hay alguien que nunca
haya fracaso en nada? Es más, y en todo caso yo te digo: ¿Y? ¿Ha sido tan terrible,
tan horroroso como lo piensas? ¿Las consecuencias
han sido tan catastróficas? Y, llevándolo al absurdo, ¿esa persona no ha podido
vivir igual desde entonces?
Es más, el planteamiento es
erróneo de base. Los errores y las imperfecciones existen, y hay que buscarlos,
ya que nos permiten aprender. Te animo a que 'cambies el chip' y te pruebes y
descubras a ti mismo buscando el error, el fracaso, para que compruebes que no
es tal y como crees que es. Esta es quizá la parte más importante de todo el
proceso: no sirve sólo con desmontar los pensamientos irracionales, pon a
prueba esos pensamientos, exponte a ellos, impide que te bloqueen. Actúa.
Piénsalo.
David Burns (2006) dijo: "Dime qué piensas, y te diré cómo te
sientes". No podría estar más de acuerdo. La baja autoestima, en
definitiva, no es más que todo un conjunto de pensamientos irracionales en
torno a uno mismo.
La hoja de ruta incluirá
inevitablemente la técnica de reestructuración cognitiva, ayudar al otro a
hacerle ver que algunos de sus pensamientos están distorsionados y enseñarle a debatir
esos pensamientos, ya que no existen pruebas reales que confirmen que eso que
afirman es así, ni las consecuencias son tan terribles como vaticinan, ni son
útiles en tanto en que no nos orientan a la acción. Pero no sólo eso, lo más
importante es exponernos al pensamiento, poner a prueba que sea cierto, para
conseguir el cambio definitivo que tanto ansiamos encontrar.
El camino es largo, pero merece
la pena, te lo aseguro. Hasta siempre.
Artículo
redactado por Carolina Álvarez Ortiz (terapeuta del CPA).
Twitter: @carolina_psicol
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