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lunes, 9 de febrero de 2015

¿Por qué soñamos?



Imagina que tu cerebro es una lavadora. A lo largo del día vas metiendo en ella ropa que acabas de adquirir (los estímulos que percibes) y otras prendas (recuerdos) del mismo color (asociadas) que tenías en el armario (tu memoria). Llega el momento de acostarse y como te caen mal tus vecinos, la pones en funcionamiento hasta el día siguiente. Su programa es muy particular: cada cierto tiempo (en la fase REM del sueño) se activa una cámara que trata de registrar y dar sentido a ese revoltijo de ideas e imágenes inconexas. Si te despiertas en ese momento y tratas de ver lo que se acaba de grabar, sabrás qué has soñado esa noche. De lo contrario se borrará para siempre.

Con esta metáfora trato de ilustrar, grosso modo, cómo funciona el mecanismo que hay detrás de un fenómeno tan llamativo como son las ensoñaciones. La fascinación que producen da para muchos interrogantes, así que trataré de responder a los que un psicólogo clínico se suele encontrar con más frecuencia.

¿Qué significa lo que sueño?

Nada en particular, no pretende ser un mensaje. Otra cosa es la atribución que cada uno haga o que haya leído en la literatura sobre interpretación de sueños. Pero no deja de ser eso: literatura, con una tradición milenaria a sus espaldas cargada de misticismo. El apoyo empírico brilla por su ausencia. 

¿Es normal que sueñe a menudo con un episodio traumático?

En las primeras semanas tras un acontecimiento así (un fallecimiento, una ruptura, un accidente…) es, de hecho, muy frecuente tener sueños relacionados. Al fin y al cabo, están presentes cuando son aún recientes, ya sea en el entorno o en los pensamientos. Con el tiempo y a medida que se supera el dolor, van remitiendo poco a poco. Más adelante, la huella de memoria que dejan por su emotividad, hace que sea probable experimentarlos de forma aislada en algún momento. Todo esto conviene advertirlo, pues puede generar una incertidumbre dañina. 

Tengo un sueño que se repite mucho, ¿por qué?

A veces se dan sueños de forma recurrente que no parecen obedecer a ningún hecho concreto o relevante. Es difícil hacer justicia con una respuesta a todos los casos, pues habría que ver si algún componente emocional o incluso fisiológico pudiera estar interviniendo, pero básicamente la atención prestada a esa ensoñación, esa fascinación de la que hablaba al principio, podría estar catapultándola de nuevo a escena. Si la contestación se queda corta, tal vez haya que hacer una pregunta más ambiciosa: 

¿Por qué soñamos?, ¿qué utilidad tiene, si es que la tiene?

Vamos por partes: volvamos a la lavadora. De lo que ahí hablaba tenía más que ver con la explicación neurológica de los sueños, ese proceso de reciclado que sirve para asentar aprendizajes mientras dormimos, desechar otros, etc. Ahora bien, ¿qué hay de lo que uno experimenta?, ¿es un epifenómeno, algo residual, o cumple una función? 

La que pudieran cumplir los sueños agradables parece autoevidente, pero resulta que no todos lo son: ¿un subproducto, el precio a pagar quizá? No necesariamente: desde hace décadas viene teorizándose sobre la posibilidad de que las pesadillas cumplan un papel en el afrontamiento del estrés. Y lo podrían hacer dado que, por un lado, exponen al individuo al estresor, reduciendo así su impacto. Por otro, proporcionan un campo de pruebas inofensivo donde explorar estrategias de solución (Picchioni y cols., 2002), como bien pudiera ser la mera evitación (Revonsuo, 2000). El hecho de que la prevalencia de pesadillas disminuya drásticamente con la edad (Sandoval y cols., 1997) apoyaría la idea, puesto que a mayor maduración, tanto menos necesarias se hacen. Pero todavía estamos lejos de sentar cátedra sobre el tema, pues…

“[…] en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.”

(La vida es sueño, Pedro Calderón de la Barca)


Artículo escrito por Óscar Pérez Cabrero (terapeuta del CPA).
Twitter: @LERblog

Referencias: 
- Miró, E., Martínez, P. (2004). Tratamientos psicológicos de las pesadillas: una revisión. International journal of psychology and psychological therapy, 4(1), 11-36.
- Picchioni, D. et al. (2002). Nightmares as a coping mechanism for stress. Dreaming, 12, 155-169.
- Revonsuo, A. (2000). The reinterpretation of dreams: An evolutionary hypothesis of the function of dreaming. Behavioral and Brain Sciences, 23, 877-901.
- Sandoval, D., Krakow, B., Schrader, R., y Tandberg, D. (1997). Adult nightmares sufferers: can they be identified and treated in childhood?. Sleep research, 26, 256.

*Imagen: Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar”, de Salvador Dalí, versionado por Svetlana Petrova.

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