Foto: wajakemek | rashdanothman, con licencia creative commons |
Cuando
hablamos de ética en la profesión o del código deontológico, normalmente nos
solemos referir a cuál es la manera correcta de hacer nuestro trabajo, pero esa
manera suele ser congruente con nuestro sistema de valores. Así por ejemplo,
todos intentaremos conseguir que una persona que sufre malos tratos denuncie a
su agresor, tanto porque es lo propio como psicólogos como porque es lo ético
según el sistema social de valores. No obstante, cuando los valores morales
individuales entran en conflicto con lo que es nuestra obligación hacer como
terapeutas, la respuesta a qué hacer ya no resulta tan obvia.
Esta
dicotomía se hace patente en los casos en los que un terapeuta lleva a los dos
miembros de una pareja, porque la demanda así lo haya requerido, y uno de los
dos nos cuenta en privado que le ha sido infiel a su pareja. Esta situación nos
hace preguntarnos ¿se lo cuento a la
pareja? Las respuestas que nos pueden pasar por la cabeza son diversas, y
entre ellas se van a colar aquellas que
surgen de nuestro propio sistema de creencias. Esto no es necesariamente
algo malo siempre y cuando sepamos detectarlas.
Ante
este tipo de situaciones es importante no dejarse llevar por nuestros deseos e
impulsos, no poner caras y no emitir juicios. Hay que pararse y preguntarse
¿contarlo es útil para el funcionamiento de la pareja? ¿Contárselo a la pareja sirve para acercarnos a los objetivos
terapéuticos?
La
respuesta a esta pregunta va a depender de muchos factores, pero insisto en que
el hecho de que no nos parezca bien
nunca debe estar entre ellos. El mismo hecho de que nos cuenten esto puede
significar que hay que cambiar objetivos
de intervención y redirigir la terapia. Así por ejemplo, si el terapeuta
prevé que la infidelidad es probable que vuelva a darse, el objetivo de
intervención puede cambiar, puede ser necesario contárselo a la pareja y pasar
a trabajar ruptura (o lo que se estime
necesario). Sin embargo, si el terapeuta evalúa que la infidelidad ha sido algo
puntual y no es probable que vuelva a repetirse, los objetivos de intervención
no tienen por qué cambiar, y posiblemente revelar dicha infidelidad fuera
contraproducente para su consecución.
Por
supuesto, en el caso de que haya que revelarla, lo más adecuado es que sea la propia persona que la ha cometido
quien lo haga, pero si lo hace el terapeuta tiene que tener consentimiento; recordemos que lo que
nos cuentan los clientes es confidencial.
Es
posible que algunos profesionales afirmaran que esta disertación puede ir en
contra del principio de beneficencia del Código Deontológico, pero volvemos al
mismo punto. Asumir que hay una ética
universal que afirma que “es legítimo que la persona lo sepa” simplemente
porque “tiene derecho a saberlo” o porque “a mí me gustaría saberlo” muy
probablemente nos llevará a una mala praxis y al abandono de los clientes.
Autora: Marta Gervás
No hay comentarios:
Publicar un comentario