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Partiendo del concepto de autoestima planteado en la entrada de este mismo Blog el día 20 de enero de 2014 por Rebeca Pardo Cebrián (autoestima, entonces, más que ser la causa de nuestro comportamiento es la consecuencia o el efecto de “cómo nos ha ido la vida”), entendemos que el papel de la educación en el ámbito familiar durante la niñez y la adolescencia, juega un importante papel en el establecimiento de las bases para el desarrollo de la autoestima de las personas. Esto es, los patrones educativos recibidos en esos primeros años, ayudarán a establecer determinados patrones asociativos y, por tanto, a que el niño o la niña aprenda a explicarse la realidad y sus propias vivencias de un modo u otro.
Teniendo esto en cuenta, se puede decir que todos los padres y madres desean lo mejor para sus hijos e hijas pero, ¿qué es lo mejor cuando nos referimos a la autoestima de los más pequeños? Como decíamos, los progenitores tienen una importante función en el desarrollo de una autoestima sana, debido a que la educación de los hijos e hijas se realiza a través de acciones concretas de los propios padres: lo que piensan, sienten y hacen se transmite en forma de premios, castigos, normas rígidas o excesivamente laxas, etc. Estos actos concretos son los que educan en distintas direcciones, y afectarán positiva o negativamente a la autoestima del niño/a.
En este sentido, podemos resumir algunas de las acciones concretas que resultaría deseable que los adultos realizasen para ofrecer un marco adecuado y facilitador al desarrollo de la sana autoestima de sus hijos e hijas.
- Reconocer los comportamientos positivos de los niños y niñas.
En muchos casos, los adultos creen que el buen comportamiento debe ocurrir sin más, que es la “obligación” de los hijos e hijas y que el mal comportamiento debe castigarse. Sin embargo, esta creencia está muy lejos de la realidad, ya que ni el buen comportamiento ni la sana autoestima aparecerán en los niños y niñas si los padres no intentan que así sea. El niño/a necesita que se le reconozca las pequeñas cosas que diariamente hace (y que, en muchas ocasiones, pasan desapercibidas para los adultos). Reforzar (premiar, elogiar) el tipo de conductas que queremos que repitan es la clave de su futuro mantenimiento. Si, por ejemplo, nuestro hijo/a ha estado durante unos minutos con su hermano/a dialogando, jugando o compartiendo algo, es un buen momento para que reciban un comentario por nuestra parte: “Me pone muy alegre que podáis estar juntos tranquilos, ¡os felicito a los dos!” Este “simple” comentario funciona como un gran reforzador para los dos niños/as ya que, por una parte, reciben atención de ambos progenitores por un motivo “positivo” (estar juntos sin pelearse) y, por otro, el comentario les reconoce la capacidad de ambos para relacionarse de un modo satisfactorio (aunque haya sido durante un periodo de tiempo breve). La idea es que los niños/as vayan, poco a poco, construyendo el sentimiento de valía personal respecto a sus capacidades.
Sin embargo, es importante no caer en el refuerzo (elogio) excesivo, ya que cuando un comportamiento adecuado está ya establecido no es necesario recordarle lo bien que hace las cosas a cada momento. Más adelante, una vez que el niño/a ha construido una valoración positiva de si mismo/a, el refuerzo habrá que emitirlo en aquellas ocasiones en las que, efectivamente, el niño/a emita conductas en las que ponga de manifiesto su propia valoración positiva. Por ejemplo, “esto es difícil, pero voy a intentarlo a ver si lo consigo”, en este caso, podríamos decir algo como: “muy bien, lo importante es tener voluntad aunque haya dificultades”. Estos comentarios sinceros y naturales gratifican mucho a los niños y las niñas.
- Descubrir sus cualidades:
Seguramente que, como madres y padres, se conozcan bien las cualidades de los propios hijos e hijas, sin embargo, ¿saben los niños y las niñas cuales son sus cualidades?, muy probablemente no y, de hecho, muchos niños/as piensan a menudo en las cosas que les salen mal. Por este motivo, es importante que los adultos tratemos de transmitir el mensaje de que es bueno valorar las cosas que sabemos hacer, las cualidades que tenemos así como nuestras propias habilidades. Además, hay que destacar que no sólo conviene recordar las cualidades que los niños y las niñas tienen en el ámbito escolar, sino que también hemos de identificar aquellas que se manifiestan en el ámbito familiar, en el tiempo libre y en las relaciones con sus amigos/as.
- Ayudar al niño/a a tolerar frustraciones:
Las personas no conseguimos siempre lo que queremos, y ello no debe ser motivo de infelicidad o alteración importante de nuestro comportamiento. Este mensaje que puede parecer tan evidente es el que conviene transmitir a los niños y a las niñas desde muy pequeños. En este sentido, es aconsejable explicarle que muchas veces, aunque nos esforcemos, no conseguiremos lo que nos hemos propuesto porque entran en juego otros factores que no podemos controlar. Lo que se trata de evitar con esto es la atribución de toda la culpa que muchos niños y niñas hacen cuando las cosas no les salen bien. En este sentido, habrá que prestar atención a las verbalizaciones que pueda emitir el niño o la niña respecto a la autoculpabilización, y tratar de ayudarle a que vea y entienda los otros factores que han podido influir en su “fracaso”.
- Enseñarle a identificar bien cuales son sus emociones y sentimientos:
Algunas veces, incluso a los adultos, las emociones nos impiden actuar utilizando la razón. Los niños y las niñas, especialmente, necesitan ayuda para distinguir lo que sienten ya que aún no han aprendido a ser conscientes de ello. Podemos por tanto, enseñar a los niños/as a identificar emociones como la alegría, el enfado, la tristeza, la decepción, la ilusión, a través de sencillas preguntas que les ayuden a prestarse atención y a tomar conciencia de lo que están sintiendo, y estableciendo con ellos un diálogo o comentario reforzante. Algunas preguntas que podrían ayudar serían: ¿cómo te sientes cuando un amigo tuyo está triste?, ¿cómo te sientes cuando alguien te dice que te ha salido muy bien el dibujo?, ¿cómo te sientes cuando alguien te da un susto?, ¿Cómo te sientes cuando un compañero de clase se mete contigo?
- Valorar sus opiniones:
Es importante que el niño/ sienta que sus opiniones son tenidas en cuenta. Esta consideración debe adaptarse a la edad, pero siempre se ha de valorar su aportación. Es importante no olvidar que son personas y, como tal, tienen sus propias ideas y opiniones sobre las cosas. Por eso, debatir, comentar, analizar problemas o situaciones, escuchar sus opiniones, etc. son sencillas tareas que ayudarán de forma muy significativa a que el niño/a se autovalore y llegue a pensar que lo que él/ella dice es importante (tan importante como lo que dicen los demás).
Este punto incluye la enseñanza de la manera adecuada de expresar sus opiniones, de modo que la propia expresión respete las normas de comunicación y diálogo con las demás personas (turno de palabra, contacto visual, pensar antes de hablar, etc). Lo que conseguiremos con esto es que el niño/a perciba el siguiente mensaje: puedes ganarte el aprecio de los demás hablando adecuadamente de las cosas que conoces y sabes. Tu opinión es muy importante aunque sea distinta de la que puedan tener los demás.
Artículo de Marta Loriente Durán (terapeuta del CPA) a partir de la fuente “Cómo desarrollar la autoestima de los hijos” de Antonio Valles Arandiga.
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