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lunes, 5 de mayo de 2014

El papel de los psicólogos en los problemas de dolor crónico

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Para poder comprender cuál es el papel que podemos desempeñar los profesionales de la Psicología de la Salud en problemas como el dolor crónico, antes debemos comprender: Cómo percibimos el dolor.

El dolor es un fenómeno complejo resultante de la interacción de componentes sensoriales, cognitivos y afectivos.  El Sistema Nervioso Central tiene un papel esencial en la inhibición o excitación de la percepción del dolor, dando lugar a un mecanismo por el que los procesos psicológicos pueden modular la señal sensorial

Para la explicación de esta experiencia, destaca la teoría de la compuerta que describieron Mezlack y Wall  en 1965, según la cuál, una zona en la médula espinal actúa a modo de “puerta”, regulando la cantidad de mensajes de dolor que pasan hacia centros superiores. Los factores que abrirían la puerta, aumentando el dolor, serían tanto físicos (gravedad y extensión de la lesión) como psicológicos (ansiedad, depresión, pensamientos catastrofistas, focalización de la atención, conductas de queja…). Entre los factores que cerrarían la puerta disminuyendo, por tanto, el dolor se encuentran de nuevo tanto factores físicos: como tratamientos biomédicos; como  comportamentales o psicológicos: como la relajación, la sensación de control sobre el propio dolor,  estrategias de afrontamiento activo, etc.

Antes de continuar con la explicación, reflexionemos por un momento:

¿Tiene sentido separar lo “físico” de lo “psicológico”?

Aunque nos pueda ayudar, en un primer acercamiento, a explicar el funcionamiento del organismo en los procesos de dolor crónico, en seguida nos percatamos del sinsentido de separarlo pues tal y como hemos visto en la teoría de la compuerta,  no podemos discriminar la implicación de cada uno los procesos (ni en este tipo de problemáticas ni en otros muchos del campo de la salud).

Como en todas las problemáticas, para poder ofrecer una ayuda eficaz, los psicólogos debemos comprender los mecanismos implicados en el problema:

¿De qué manera influyen los  factores psicológicos en la cronificación del dolor?

La persona con dolor realiza una serie de comportamientos para adaptarse a esta nueva situación, desarrolla estrategias para aliviar o evitar que aumente la intensidad del dolor y estas mismas estrategias pueden acabar facilitando el mantenimiento del dolor e intensificándolo. En función de la zona afectada y el tipo de dolor las estrategias serán diferentes, comentaremos aquellas relacionadas con dolor lumbar crónico por ser uno de los dolores con mayor prevalencia en la población, aunque muchas de las estrategias pueden generalizarse a otros problemas de dolor. Estas conductas suelen centrarse en la inmovilización de la zona afectada: permanecer en reposo, dejar de realizar actividad física, evitar tareas domésticas, laborales, sociales, etc. Se trata de conductas adecuadas cuando el dolor que se padece es agudo, pues permite que el cuerpo no sufra en un momento determinado y se pueda recuperar. Sin embargo, cuando el dolor es crónico estas estrategias no sólo no son eficaces para modular el dolor, sino que provocan sufrimiento y malestar a la persona.
Se han estudiado una serie de estrategias desadaptativas  que algunas personas suelen llevar a cabo y que contribuyen a cronificar y a agravar el dolor:

Por una parte, cuando el dolor experimentado es interpretado como amenazante, anticipando malestar y consecuencias catastróficas, aumenta el miedo al mismo. Consecuentemente se dejan de realizar todas aquellas actividades y movimientos que se piensen que  puedan provocarlo. Así ese miedo o ansiedad queda reducido, al menos, por un tiempo.  De esta manera gran parte de las acciones del día a día se ven mermadas y, por ende, muchas actividades reforzantes para la persona. A corto plazo, este cese de actividades dirige el foco la atención al dolor, hace que la persona se observe muy frecuentemente, incrementando la intensidad del dolor y de nuevo activando el  miedo al mismo. A largo plazo, la inactividad  no sólo provoca un estado de ánimo bajo, sino que, debilita los músculos y dificulta la recuperación de la movilidad.

Por otra parte, las llamadas conductas de enfermedad son factores a tener en cuenta en la cronificación del problema de dolor. Se trata de comportamientos que se emiten al experimentar dolor: quejas, ciertas expresiones faciales, hablar de la incapacidad, sufrimiento, de las dificultades que conlleva el problema, etc. Estas expresiones  no sólo no hacen que disminuya el dolor si no que lo incrementan, hacen que toda la atención sea dirigida al dolor. Se trata de comportamientos muy reforzados por personas del entorno, la persona con dolor recibe atención de forma contingente a estas expresiones: un tipo de interacción social diferente, cuidados, expresión de simpatía y apoyo constante. Esta atención a las conductas de enfermedad terminan condicionando la forma de vivir la enfermedad: las actividades sociales a realizar dependen del dolor, las conversaciones giran en torno al dolor, la planificación del día depende del dolor… todos y cada uno de los acontecimientos de la vida de la persona terminan giran en torno a lo mismo.

Así, las personas con dolor crónico pueden influir en su propia experiencia de dolor, haciendo que ésta se agudice o disminuya. Este es uno de los objetivos principales de la intervención psicológica en  dolor crónico:

Dotar a las personas de herramientas para que puedan modular la intensidad de su dolor y comprendan cuáles son las variables funcionales que intervienen en su experiencia.

Artículo de Rebeca Pardo Cebrián (Terapeuta del CPA)


Referencias:

Melzack, R. & Wall, P. D. (1967). Pain mechanisms: a new theory. Survey of             Anesthesiology, 11 (2), 89-90.

Vallejo Pareja M. A (1994). Evaluación y tratamiento psicológico del dolor crónico, Madrid: Fundación Universidad Empresa.

Casado Morales M.I; Moix Queraltó J.; Vidal Fernández J. (2008). Etiología cronificación y tratamiento el dolor lumbar. Clínica y Salud. 19  (3) 379-392.

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