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lunes, 10 de marzo de 2014

¿Le dejo equivocarse? Cómo ayudar a los adolescentes sin cohibir su libertad.

Fuente de la imagen: Photopin
¿Deben los padres mediar en las decisiones de sus hijos? ¿Hasta qué punto deben priorizar sus valores y experiencias frente a los deseos de éstos? Son muchos los padres que a lo largo de la educación y crianza de sus hijos se plantean estas cuestiones, se debaten entre el fomento de la libertad y autonomía de sus hijos frente a la seguridad y el bienestar que anticipan les proporcionará su guía y ayuda en la “decisión correcta”.

Hay un punto clave en el desarrollo evolutivo de los hijos en el que esta cuestión suele estar mucho más presente: en la adolescencia. Es una etapa en la que los adolescentes están formándose su propia identidad, sus propias opiniones, están comenzando sus primeras relaciones afectivas, están comenzando a tomar por sí mismos decisiones de mayor magnitud. Y es en este momento en el que una buena ayuda pasa por encontrar el equilibrio perfecto entre el respeto de la autonomía y la ayuda o guía que los padres dan.

El adolescente está experimentando cambios importantes en su organismo y en su contexto en general y los padres han de saber manejar y entender estos cambios para poder ejercer una influencia adecuada. La adolescencia marca esa etapa en la que los gustos, gratificaciones, personas, situaciones… que venían resultando agradables desde la niñez,  están dejando de serlo. Aparecen otras situaciones, personas y comportamientos que comienzan a despertar mayor interés en ellos. En este cambio de intereses y preferencias, los padres, el núcleo familiar, aunque sigue desempeñando un papel muy relevante, ya no es el “entorno protagonista” de la vida del adolescente y por tanto la interacción entre padres e hijos cambia. Este cambio no siempre ha de traducirse en dificultades y conflictos entre padres e hijos,  como muchas veces escuchamos, el estado y curso de la relación  dependerá, entre otras cosas, de que los padres entiendan este cambio de etapa y adecúen su actuación en la interacción con su hijo, teniendo en cuenta las características de la adolescencia.

En lo que se refiere a la toma de decisiones,  los adolescentes piden libertad, pero a ser independiente y autónomo también se aprende. Se sabe que lo más beneficioso para el adolescente, a corto, medio y largo plazo es aprender a tomar sus propias decisiones (siempre decisiones acordes con su edad) y en este proceso de aprendizaje, los padres pueden ayudarles. En este camino, es importante que los padres y madres acompañen a sus hijos en este aprendizaje sin sustituirles, y respetando la decisión tomada, a fin de que puedan experimentar las consecuencias de su actuación.

Ahora bien, ¿cómo enseñar a un adolescente a tomar sus propias decisiones? ¿Tengo que apoyarle en todo lo que proponga?  Si se equivoca, ¿qué hacer?
Estas son algunas pautas que pueden ayudar a guiar al adolescente a tomar sus decisiones:

   1. Aprendizaje gradual: comenzar por decisiones sencillas, y poco a poco ir incorporando otras más complejas. Poder graduar el nivel de dificultad de una habilidad que queramos aprender, es básico para poder adquirir el dominio adecuado en ello. No podemos esperar que los adolescentes sepan tomar decisiones correctamente a la primera. Es importante en este proceso  de aprendizaje ir moldeando la actuación adecuada alabando y reconociendo las actuaciones correctas.

   2. Información: cuanta más información tenemos, más fácil y más adecuada podrá ser la decisión que tome, de manera que si quiero facilitar la capacidad de elección de un adolescente tengo que proporcionarle información, enseñarle a que él mismo la busque y hacerle ver las alternativas y opciones de un mismo tema. Una vez tenemos claras las alternativas, comenzamos a evaluar los pros y contras de cada alternativa.

  3. Seguridad: para poder tomar un decisión de forma autónoma es importante que estén seguros de sí mismos Es importante proporcionarles experiencias de aprendizaje exitosas para que ellos vayan ganando esa confianza y seguridad en sí mismos. Al igual que la complejidad de la toma de decisiones será gradual (de fácil a difícil), también tenemos que graduar la ayuda que se les proporciona (de más a menos) puesto que también es una forma de fomentar su seguridad en lo que hacen.

 4. Asumir las consecuencias: en la vida, aprendemos en función de las consecuencias que nuestra actuación tiene en nuestro entorno, de manera que si queremos que los adolescentes aprendan a tomar sus propias decisiones tienen que experimentar las consecuencias de estas, tanto cuando son deseables como cuando no lo son. Obviamente, habrá decisiones que conlleven, tantas implicaciones y consecuencias tan desagradables que no podamos dejar esta libertad de elección, pero lo cierto es que si hemos seguido los pasos anteriores, es probable que no llegue a darse esta situación.

  5. Sugerencias:podemos sugerirles alternativas a elegir explicando por qué sería una buena decisión esa que postulamos. Hay una diferencia clara entre sugerir e imponer.  Estas sugerencias deben tener un marcado carácter “educativo”, no solo les sugerimos esa opción porque nos parece la correcta si no que aprovechamos para explicitar los “pasos” y argumentos que hemos dado para llegar hasta ese punto. Algo muy importante es no enfadarse con la toma de decisiones que ha hecho el adolescente. Las consecuencias que vaya a tener esa decisión ya las experimentará y probablemente sean suficientes para su aprendizaje, no es necesario sumar esas consecuencias desagradables nuestro estado de malhumor. Además, enfadarse porque su hijo haya decidido algo distinto a su propuesta es algo totalmente incoherente con el objetivo de fomentar su autonomía en la toma de decisiones.

 6. Críticas constructivas: si finalmente el adolescente toma una decisión que consideramos que no es acertada, tendremos que obviar aquello de: “ya te lo dije yo”. Básicamente porque con ello no ganamos nada más que el que se arrepienta de lo que ha hecho y aprenda que lo que tiene que hacer es seguir lo que dicen sus padres y nunca seguir su criterio propio. Esto no quiere decir que no podamos hacer críticas de su actuación, si estas críticas están formuladas de forma adecuada, fomentarán su aprendizaje. Las críticas tendrán que ser concretas (diremos qué es exactamente lo incorrecto), dirigidas a la actuación y no a la persona, deberán resaltar también la alguna característica positiva y por último proponer alternativas de solución.

Aunque no se ha mencionado explícitamente, la salud y la seguridad es lo primero. Los adolescentes suelen sentir que son invulnerables. Es necesario transmitirles actividades o comportamientos que ponen en serio peligro su salud, su seguridad o su bienestar futuro.  También hay que dejar claro que los adolescentes podrán tomar sus propias decisiones siempre y cuando respeten los límites  establecidos y consensuados por la familia.

Lo descrito hasta el momento no pretende ser una receta mágica que solucione todas las dificultades que los padres encuentran en su labor de enseñanza. Dentro de estas pautas generales  es fundamental adaptarse a las características propias de cada hijo, de cada persona, pues son las que realmente marcan el camino de cómo proceder.

Autora: Rebeca Pardo Cebrián (Terapeuta del CPA).

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