El ictus constituye un grave problema sociosanitario en nuestro país. Las enfermedades cerebro-vasculares, además de su elevada frecuencia, son responsables de una alta mortalidad y morbilidad, condicionando la vida las personas que lo sufren y reduciendo su calidad de vida. Por ello, uno de los aspectos esenciales en el abordaje de la patología cerebro-vascular se basa en la prevención.
Un ictus es un accidente cerebro-vascular (ACV) cuya duración es superior a 24 horas. Se entiende que un ACV es un trastorno brusco del flujo sanguíneo cerebral que altera de forma transitoria o permanente la función de una región determinada del cerebro.
La incidencia del ACV se incrementa por encima de los 50 años y su mortalidad lo hace a medida que aumenta la edad.
El ictus es la primera causa de muerte entre mujeres y la primera causa de discapacidad en España. Los casos de ictus aumentan y no sólo por el envejecimiento de la población, sino también porque los estilos de vida, la alimentación y el estrés, entre otros, han cambiado.
Los expertos, sobre todo en neurología, recuerdan que un alto porcentaje de los ictus (entre un 60% y un 80%) pueden prevenirse, ya que los factores de riesgo (excepto la edad) se pueden reducir, controlar e, incluso, eliminar.
Algunas recomendaciones para prevenir los ictus son las siguientes:
- Vigilar y controlar la tensión arterial, ya que la hipertensión es el principal factor de riesgo en la aparición de los ictus.
- Practicar ejercicio físico regularmente, ya que favorece la limpieza de las arterias y la fortaleza del corazón.
- Abandonar el consumo de tabaco, ya que es un factor de riesgo que afecta y, sobre todo, a jóvenes.
- Vigilar y controlar los niveles de colesterol, ya que dicha condición favorece la aparición de obstrucciones en las arterias que riegan el cerebro.
- Controlar el peso, ya que la obesidad se ha tendido a relacionar con el sedentarismo, el colesterol alto y la enfermedad coronaria.
- Vigilar el nivel de azúcar, la diabetes también afecta a los vasos sanguíneos del cuerpo, lo cual es un factor de riesgo para sufrir ictus.
- Reducir el estrés, ya que puede aumentar hasta cuatro veces la probabilidad de sufrir un ictus. Pueden utilizarse técnicas de reducción de la activación, como la relajación muscular progresiva o la respiración diafragmática.
- Mantener un elevado estado de ánimo, ya que ayuda a reducir la tensión arterial. Pueden desempeñarse actividades agradables, a solas o en compañía.
- Conocer las señales de alarma y saber identificarlas en uno/a mismo/, ya que puede prevenir la aparición de secuelas e, incluso, la muerte. Dichas señales son: sensación de “acorchamiento” en la mano, o pierna o en la mitad del cuerpo; balbuceo e incapacidad para hablar; percepción de que un lado de la cara se ha quedado dormido; pérdida de la visión de un lado; dolor de cabeza persistente acompañado de vómitos frecuentes.
Por último, para poder minimizar las secuelas y favorecer la recuperación, en personas que han sufrido un ictus, se recomienda aumentar la reserva cognitiva. Ello puede lograrse leyendo, aprendiendo un idioma, escribiendo, haciendo tareas con ambas manos a la vez, aprendiendo nuevas habilidades y destrezas, etc.
Artículo de Marta Ortega (Terapeuta del CPA).
Enlace de referencia: http://www.madrimasd.org/informacionIDI/noticias/noticia.asp?id=58395&sec=2
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