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lunes, 20 de enero de 2014

La autoestima, mitos y realidades

Como tantos conceptos propios del campo de estudio de la psicología, hoy en día, la autoestima está de moda. Su uso está ampliamente extendido tanto en el mundo académico-profesional de la psicología, como en la “psicología de la calle”. Ocurre, también con otros campos de estudio, que cuando los conceptos son tan ampliamente empleados, su significado puede quedar desvirtuado, alejado de la definición inicial.



Aunque se pueden encontrar diferentes usos y significados, entendemos la autoestima o el orgullo como un sentimiento, una percepción subjetiva, de lo competentes que nos consideramos, que nos estimamos a nosotros mismos.  El problema no es tanto la definición que le demos si no el papel o la función que le otorgamos a la autoestima. Solemos situar a ésta como causante de nuestros éxitos y fracasos en la vida. Pero, si nos paramos a pensarlo, ¿no es justamente al revés? ¿No es la autoestima la consecuencia de las experiencias que hemos ido viviendo a lo largo de nuestra historia?

Autoestima es resumir en una palabra el producto de toda nuestra historia de aprendizaje a lo largo de la vida, en las diferentes áreas de la vida y competencias sociales y personales. Es, por tanto, un sentimiento relativamente estable, pero este aparente carácter estable de la autoestima no significa inamovible, significa que por haber sido aprendido en numerosas circunstancias a lo largo del tiempo, supone que esas emociones, pensamientos y comportamientos sobre nosotros mismos se han convertido en hábitos. Lo que sentimos sobre nosotros mismos es modificable, pero en primer lugar hay concretar exactamente a qué nos referimos (qué pensamientos, emociones y comportamientos engloba) y por qué se mantienen a lo largo del tiempo.

Autoestima, entonces, más que ser la causa de nuestro comportamiento es la consecuencia o el efecto de “cómo nos ha ido la vida”. Los sentimientos asociados a las consecuencias agradables que tiene nuestra conducta, han ido produciendo satisfacción, confianza, alegría…y por el contrario, la carencia de resultados positivos de nuestras actuaciones ha venido asociado a: frustración, desánimo, falta de confianza, etc. En ocasiones, indudablemente, la autoestima también tendrá un papel facilitador o elicitador  de ciertos  comportamientos, pero en ningún caso hemos de entenderlo como la única explicación de nuestros problemas.

Estamos acostumbrados a escuchar que el modo en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos afecta de forma decisiva a todos los aspectos de nuestra experiencia, hasta en las posibilidades que tenemos de progresar en la vida. Solemos escuchar que nuestras respuestas ante los acontecimientos dependen de quién y qué pensamos que somos.
Lo cierto es que  las relaciones entre lo que sentimos, pensamos y hacemos son bidireccionales. Ni los pensamientos ni las emociones tienen un papel causal, por definición, en lo que hacemos, al igual que lo que hacemos no determina lo que sentimos y pensamos. Tener claro el papel e influencia de la autoestima, nos da la oportunidad de cambio en la dirección adecuada, al no hablar de factores determinantesEs posible explicarse el mundo (nuestro mundo) de otra manera para tener verdaderas posibilidades para modificarlo.


Autora: Rebeca Pardo Cebrián (Terapeuta del CPA).


Referencias: Pérez, M. (2004). Contingencia y drama. La psicología según el conductismo (Las emociones desde el punto de vista conductista, pp. 125-156). Madrid: Minerva.

9 comentarios:

  1. Fantástica entrada, Rebeca. Como siempre.

    A mi sólo me gustaría añadir algo a la propuesta de esta entrada. Si bien estoy de acuerdo con que la autoestima es consecuencia de la historia de aprendizaje de cada uno de nosotros, hay veces que no sólo son las contingencias directas o el resultado de una ejecución la que va producir que se tenga un buen o mal concepto de uno mismo.

    Muchas veces, a pesar de que las personas nos mostramos competentes en muchas situaciones y, por lo tanto, el resultado de la ejecución es bueno, tendemos a contarnos la experiencia de una forma poco racional o ajustada que hace que el valor de ese resultado varíe. Lo que quiero decir es que, como psicólogos o como pacientes o como personas que estamos en interacción con el mundo, debemos prestar mucha atención a la conducta verbal privada o pública que describe nuestro mundo.

    Saludos.

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  2. Gracias Carlos, no podía estar más de acuerdo. Las experiencias que vivimos no son de éxito o de fracaso en términos "absolutos", son de una u otra forma en función de cómo nos las contemos, no podemos olvidar la conducta verbal.

    Rebeca.

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  3. Coincido en que la autoestima no es la única variable que determina nuestros éxitos/fracasos.
    También en que, quizás, reine a día de hoy la "simplista" creencia de que fracasamos por falta de autoestima. De ahí que haya gente que compre libros de autoayuda y "aprende a quererte" asumiendo que una vez que suba su autoestima conseguirá todo aquello que se proponga. Que sus problemas tienen raíz en no quererse lo suficiente, cuando lo que debería hacer es modificar su conducta, estilo de vida, hábitos, patrones asociativos, etc.
    En cualquier caso, también considero que la autoestima no es siempre una función proporcional a nuestra historia, tal y como comentas, un "resumen" de nuestra vida. Y ahí entran factores de vulnerabilidad, que predisponen a personas a sesgos en el aprendizaje y le llevan irrevocablemente a construir una autoestima incongruente con sus experiencias, habilidades, etc. Cuando hablo de vulnerabilidad me refiero a estilos educativos, patrones de asociación, carga biológica, etc.
    Es una pena, pero la autoestima y la satisfacción personal algunas veces son causa del ojo que mira y no del paisaje que ve. Para muchos casos, quizás la solución es cambiar algo en sus vidas y formas de comportarse, mientras que para este último grupo sería...¿cuál?

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    Respuestas
    1. Cuando hablamos de historia de aprendizaje y de lo que hemos experimentado, estamos teniendo en cuenta que estas experiencias y aprendizajes no son independientes, como decía más arriba Carlos, no son independientes de cómo nos explicamos el mundo, de esos sesgos a los que aludes. Es decir, lo que vives y cómo lo vives no es un éxito o un fracaso en sí mismo, si no que depende de la interacción de muchas otras variables el que para ti sea, efectivamente, una experiencia de éxito o de fracaso. Como bien dices, siempre hay unas variables disposicionales (de vulnerabilidad o predisposición) a tener en cuenta, en ningún momento las hemos obviado,sino que esas mismas variables van influyendo en tus experiencias y marcando esa historia de aprendizaje. Hablar de experiencias y aprendizajes, es hablar también que cómo vemos el mundo. Todas esas variables que señalas están afectando a cómo vivimos las experiencias. Los comportamientos (obviamente también pensamientos y emoción son comportamientos) se entienden en interacción, y es la interacción de todas estas variables la que conforma nuestra experiencia. Los eventos psicológicos no ocurren en el vacío.
      En ningún momento, entonces, estaremos hablando de dos tipos de personas o problemas de autoestima como comentas: los que tienen que cambiar su comportamiento y los otros, donde el problema se ubica en "el ojo que mira". Cambiar cómo nos contamos las cosas también es comportamiento y también es modificable.

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    2. Cierto, la vulnerabilidad o tendencia a construir una autoestima negativa es modificable. La pregunta más interesante en mi opinión, perdóname si me estoy desviando del tema, es:
      -¿Cómo? Te pregunto según tus experiencias. ¿Es efectivo sentarse a habar con una persona hasta que entienda que su concepción de sí mismo es resultado de un sesgo? Saber que arrastra creencias irracionales y que se cometen sesgos, ¿nos libra de ellos? Mi opinión como estudiante de psicología es que no es suficiente. ¿Sugerir conductas/actividades gratificantes que eleven su autoestima? Desde tu perspectiva, ¿qué es más eficaz?

      -¿Cuánto lleva? moldear el concepto que tenemos de nosotros mismo puede llevarnos mucho tiempo, se excede de los límites de duración de una terapia convencional.

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    3. Son preguntas muy oportunas las que realizas,acordes al tema de la entrada, pero me temo que difíciles de contestar en unas pocas líneas. Algunas de las preguntas que te planetas, de base, no están adecuadamente formuladas: "¿Es efectivo sentarse a habar con una persona hasta que entienda que su concepción de sí mismo es resultado de un sesgo?". Lo cierto es que la explicación de nuestros comportamientos es multicausal, como comenté es la interacción de diferentes variables las que explican los comportamientos y no solo una variable, de manera que no le explicaremos que sus problemas de autoestima son resultado de un sesgo, porque esa no es la causa. Por supuesto, una de las actividades que se realizan en sesión es explicarle al cliente por qué le ocurre lo que le ocurre, es decir, explicarles el análisis funcional. El hecho de entender lo que les ocurre, no suele ser suficiente para el cambio, por eso diseñamos un tratamiento y lo implementamos. El tratamiento tampoco es "sentarse a hablar hasta que lo entienda". Me temo que simplificamos el papel del lenguaje y las funciones que éste tiene en sesión.
      En cuanto a qué es más eficaz como intervención, no hay respuestas mágicas ni breves, la intervención dependerá de las hipótesis que tengamos sobre porqué funciona el problema y probablemente en muchos casos habrá que hacer varias cosas de las que propones, no una o la otra.
      Efectivamente, en muchos casos, cambiar el concepto que tenemos de nosotros mismos lleva mucho tiempo, pero quizá, el objetivo en terapia no es transformar por completo este concepto (darle la vuelta por completo) sino ajustarlo, depende de los objetivos que nos marquemos, depende del papel que tenga la autoestima en el problema de la persona. No obstante, no tiene por qué conllevar más tiempo de lo "habitual" tratar este tipo de problema. También podemos emplear más tiempo de lo "habitual" en otro tipo de casos en los que encontremos otro tipo de dificultades o barreras o haya muchas áreas a tratar, o el problema lleve mucho tiempo...depende de muchos factores el tiempo que tardemos.

      En ese sentido, has dicho algo tremendamente acertado y es que los terapeutas vamos MOLDEANDO, poco a poco, paso a paso la autoestima de los clientes.

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  4. Quizá estas reflexiones puedan tener algún interés: http://robertocolom.blogspot.com.es/2009/03/respuesta-la-pregunta-9.html

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  5. Efectivamente, tal como señalas en tu entrada, en muchas ocasiones tenemos que redirigir nuestros "esfuerzos" a actividades que se nos den bien para tener esas experiencias de éxito, para sentirnos competentes. No obstante, en muchos casos, la relación puede ir en los dos sentidos: no sólo me siento competente cuando hago cosas que se me dan bien, sino que también al hacer las cosas, éstas se me van dando mejor y me voy sintiendo más competente.

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  6. Muy bueno el post, y no podría estar mas de acuerdo con todos los comentarios. La autoestima, ademas de ser una consecuencia de las "tareas bien realizadas", es un auto reflejo de nuestro estado de animo en ese momento circunstancial, ya que siendo el mismo resultado, nuestra autoestima puede variar, y eso siempre tiene que ver con lo mismo nuestro estado de animo, que es el que al fin y al cabo nos va a "permitir" sentirnos de una manera u otra.

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