El Centro de Psicología Aplicada pretende desde su blog, Psicología ComPartidA, divulgar la psicología en la comunidad universitaria con la intención de promover la salud física y mental. Nuestro objetivo es acercar el conocimiento a través de la publicación de artículos del ámbito psicológico y compartir noticias de actualidad.

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lunes, 27 de marzo de 2023

¿QUÉ ES EL FOMO Y CÓMO PUEDO GESTIONARLO?

    Justo el día que no puedes ir a la facultad tus amigos publican una foto en Instagram tomando algo en la cafetería. Te preguntas “¿qué habrán dicho? ¿habrán estado mucho tiempo? Tendría que haber ido. Seguro que se lo han pasado genial”. Entonces empiezas a sentirte mal por todas esas cosas que te has perdido. El día en que puedes quedar con ellos, empiezan a utilizar una broma que tú no entiendes y eso te hace sentir apartado. En redes sociales, ves a otros amigos tuyos quedando con sus parejas o viviendo experiencias únicas a las que tú no crees que puedas acceder. Todas estas situaciones te hacen sentir una especie de inquietud por los planes o interacciones que podrías estarte perdiendo. 

 Imagen de Pexels

¿Qué es el FoMO? 

    Esa sensación se conoce como miedo a perderse experiencias o FoMO (por sus siglas en inglés Fear of Missing Out). El término empezó a utilizarse para hacer referencia a perderse planes con amigos y sentirse excluido. Sin embargo, la aparición de las redes sociales ha ampliado su significado permitiendo que se extienda esta preocupación en ese nuevo ámbito. 

¿Por qué nos sentimos así y qué consecuencias tiene? 
   
   Cuando se experimenta esta sensación suelen aparecer también pensamientos relacionados con las cosas que uno se estará perdiendo o lo horribles que sería las consecuencias de no estar viviendo esa experiencia. Estos pensamientos pueden aparecer cuando una persona está haciendo otras cosas que le impiden conectarse a redes sociales o cuando la persona no puede acudir a los planes sociales que sus amigos llevan a cabo. Dependiendo de cuál sea el caso, aparecerán preocupaciones relacionadas o bien con las cosas que estarán pasando en redes sociales o bien los planes que se estará perdiendo. 

    Los pensamientos y el malestar derivado de ellos pueden hacer que la persona compruebe las redes sociales durante mucho tiempo para asegurarse de que no se está perdiendo nada o estar al tanto de todas las cosas que sus amigos y conocidos están haciendo. Puede que la persona también intente salir siempre que lo hagan sus amigos (aunque no pueda) o dedique mucho tiempo a darle vueltas a toda esta situación. Estas y otras maneras de gestionar las preocupaciones se caracterizan porque a corto plazo permiten obtener una sensación de alivio por no estarse perdiendo nada o una sensación de control por estar haciendo todo lo posible para evitar que eso pase. Sin embargo, si este patrón se desarrolla durante mucho tiempo puede derivar en la pérdida de horas de sueño o una reducción del estado de ánimo, la disminución del contacto con otras personas o el no desarrollo de las habilidades para conectar con gente o la reducción del interés por otras aficiones o el desarrollo académico o laboral. 

    Por otra parte, las redes sociales presentan siempre la mejor cara de todas las personas: los mejores momentos, los planes más impactantes y los lugares más exóticos. Nos hacen preguntarnos si estaremos haciendo algo mal o si estaremos perdiéndonos algo importante. Esta “imagen perfecta”, la impresión de que el resto del mundo está teniendo experiencias mucho más gratificantes y divertidas que uno mismo, potencia las preocupaciones. Esto puede incrementar los aspectos negativos que ya presenta el mal uso de las redes sociales: compararse con otras personas, valorarse a uno mismo en función de los likes que se recibe, revisión constante de las redes sociales en busca de notificaciones… lo que puede acabar derivando en una sensación de soledad y ansiedad cuando no estamos en redes sociales. 

¿Cómo podemos gestionarlo? 

    En mayor o menor medida todos podemos experimentar de vez en cuando esta sensación negativa de estarnos perdiendo muchas cosas. No es un problema de por sí, solo lo es cuando nos empieza a generar consecuencias en nuestro día a día (p.ej., problemas de sueño, problemas académicos o laborales, falta de autoestima o habilidades sociales…). En caso de estar lidiando con FoMO, hay algunas pautas que pueden resultarte útiles: 
  • Marcar tiempos de utilización de las redes sociales: el uso de las redes sociales puede servir como distracción e incluso como fuente de creatividad y conexión. Sin embargo, su uso en momentos o lugares inapropiados (p.ej., estando con amigos, en clase o en el trabajo, etc.) puede suponer el perder otras experiencias más importantes. Céntrate en lo que estás haciendo y piensa ¿qué me estaría perdiendo por estar mirando la pantalla? 
  • Darse cuenta de por qué estamos utilizando las redes sociales y la sensación incómoda que experimentamos cuando no las tenemos cerca. ¿Por qué quiero mirar qué postean mis amigos en redes sociales? ¿Me va a ayudar la comparación? ¿Realmente necesito conocer qué están haciendo los demás? Es normal que quieras pertenecer a tu grupo de amigos, es una parte importante de tu vida, pero ¿es esa la mejor manera de pertenecer? ¿habría otras maneras en las que podrías estar ocupándote en lugar de preocupándote?
  • Repasa lo que estás pensando: ¿realmente sería tan terrible que tus amigos se vieran sin ti en alguna ocasión o perderte alguna experiencia que ellos si han vivido? ¿Ha pasado alguna vez? ¿qué consecuencias tuvo la otra vez? Te darás cuenta de que no pasa nada por estarse perdiendo algunas cosas. Si alguna de las cosas que viven tus amigos te afecta mucho (p.ej., matrimonios, familia, cambios de trabajo), valora si es algo que realmente quieres para tu vida. Si es así, inicia el camino que te permita conseguirlo. 
  • Deja de darle vueltas; no te está ayudando: es mejor que intentes distraerte con otra cosa, dejar de pensar una y otra vez en aquello que te estás perdiendo. Coge un buen libro, ponte música, sal a pasear o realiza algún deporte… cualquier cosa que te sirva para distraerte y disfrutar de tu tiempo de una manera que te haga sentir mejor.
    En definitiva, todos podemos sentir de vez en cuando que nos estamos perdiendo cosas, lo importante es qué hacemos con esa sensación y si dejamos que acabe afectando a distintas áreas de nuestra vida. 

Laura Casado - Terapeuta del CPA

domingo, 22 de octubre de 2017

¡Sálvese quien pueda, los mensajes positivos nos persiguen!


Fotografía: Hada del lago, con licencia Creative Commons.

Seguramente hayas visto que hoy en día nos rodean por todos lados multitud de mensajes positivos que nos transmiten la idea de que nuestro día sea el mejor, o de que todo lo que nos propongamos estará a nuestros pies para conseguirlo. Lo vemos en bolígrafos, en agendas, en tazas, en frases junto a fotos en nuestras redes sociales… nos acompañan allá donde vamos. Parece que el único fin de estos mensajes es mostrarnos las ventajas de alcanzar la felicidad suprema, y motivarnos para que todos queramos alcanzarla pero, ¿qué puede haber de malo en esto? Vayamos un paso más allá.

Desde pequeños hemos aprendido a expresar como nos sentimos a través de las emociones, cumpliendo cada una de ellas una función. Así, las emociones positivas tales como la alegría, la satisfacción…están asociadas a conductas de aproximación y a la percepción de oportunidades, que permiten a las personas que las alcancen a través del aprendizaje. En el otro lado están las emociones negativas como la tristeza, la ira o la frustración, que nos permiten ante determinados sucesos poder enfrentarnos a ellos y aprender de los mismos, cumpliendo tanto las emociones positivas como las negativas una función adaptativa.


Podemos ver un ejemplo de esto en la película Del Revés (Inside Out) de Pixar que habla del papel que cumplen las emociones en la vida de la protagonista, quien junto a su familia se traslada a una nueva ciudad por motivos laborales de su padre, dejando atrás a sus amigos y el lugar donde ha crecido, teniendo un impacto negativo para ella. Más allá de hablar de la película, hay un aspecto que nos interesa especialmente y es el papel que se le da a una emoción en concreto: la tristeza, representada de color azul.


Fotografía: BagoGames, con licencia Creative Commons

La tristeza es una emoción que ha tenido y tiene una ventaja evolutiva, nos permite enfrentarnos a las pérdidas y adaptarnos a la nueva situación que suponen, estando implicada en nuestra toma de decisiones.

El hecho de querer alcanzar la felicidad máxima o estar feliz en todo momento, hace que en ocasiones podamos frustrarnos cuando no lo conseguimos, pudiendo generar una serie de desventajas, entre ellas:
  • No dejar hueco para que las emociones como la frustración, la incertidumbre o la tristeza, cumplan su función adaptativa. Popularmente se suele decir que, a veces, tenemos que equivocarnos para poder aprender, y es como consecuencia de estas situaciones donde aprendemos a gestionar los momentos complicados de nuestra vida.
  • Evitar sentir estos estados emocionales puede generar que percibamos unas circunstancias que no son ajustadas a la realidad, pues la verdad es que a veces existen momentos complicados y sentir estas emociones nos ayuda a afrontarlos y, sobre todo, a aprender, a no cometer el mismo error en el futuro o a saber gestionarlo en caso de que vuelva a ocurrir esa situación.
  • Creer que vamos a ser felices siempre o a conseguir todo lo que nos propongamos, nos hará difícil entender que en ocasiones no vamos a poder conseguirlo, generándonos frustración y malestar.

Pese a la importancia de permitirnos sentir todo tipo de emociones y de la utilidad de sentir emociones negativas en aquellas ocasiones en las que son necesarias, hay que conocer dónde está el límite. Si estas emociones negativas se intensifican, se mantienen a lo largo del tiempo y te generan un malestar intenso sin estar vinculadas a situaciones estresantes, puede indicar que han perdido su utilidad adaptativa y que podría ser conveniente solicitar ayuda psicológica. Si es así, en el CPA podemos ayudarte.

Nos gustaría finalizar esta entrada queriendo conocer vuestra opinión: ¿Cuál es vuestro punto de vista sobre este tema?, ¿Hay algo con lo que no estéis de acuerdo? Estaremos encantados de que lo compartas con nosotros en los comentarios de esta entrada.

Elena Ballesteros Guerrero – Terapeuta del CPA.

Bibliografía recomendada:

- Pedrosa, L. P. (2016). Estudio de las emociones en los personajes animados de Inside Out. Revista Mediterránea de Comunicación/Mediterranean Journal of Communication, 7(1), 31-45.

- Antonio, J. (2012). Afectividad positiva y personalidad. En J. Bermúdez, A.m. Pérez-García, J.A. Ruiz, P. Sanjuán y B. Rueda (Eds). Psicología de la Personalidad. (pp.291-328). Vizcaya, España: UNED.

miércoles, 5 de abril de 2017

La preocupación: una compañera indeseable

La preocupación nos acompaña en muchos momentos de nuestra vida. Está con nosotros el día que no podemos dormir antes de un examen muy importante imaginándonos todo lo que podría irnos mal y nos acompaña cuando nuestro hijo sale con sus amigos y no dejamos de pensar en los peligros con los que puede encontrarse.

Solemos entenderla como algo natural o incluso deseable: “¿Cómo no voy a preocuparme si es un examen tan importante? Entonces sería un/a irresponsable”. Puede ser que incluso hayas presenciado cómo se cuestiona el amor que alguien siente por otra persona por no estar preocupado: “¿De verdad no te preocupa que se haya ido tan lejos?, ¿Y si le pasa algo?” Estos comentarios pueden parecernos completamente lógicos pero, ¿es la preocupación una estrategia realmente efectiva?

Imagen: Marco Colín, con licencia Creative Commons.
¿Para qué sirve preocuparse?

Antes de responder a esa pregunta, es necesario hacer una distinción muy importante: preocuparse no es lo mismo que hacer planes de futuro. Estudiar para el examen que tienes la semana que viene no es preocuparse, y tampoco lo es explicarle a tu hijo cómo debe reaccionar en caso de que le ocurra algún peligro. La diferencia con la preocupación es que en este caso estás haciendo algo que puede hacer que tu futuro sea mejor, estás actuando. Sin embargo, cuando te preocupas no estás haciendo nada más, solo pensar en lo mal que te pueden salir las cosas.  Por ello, preocuparse no sirve para NADA y, además, tiene muchos efectos negativos en nuestra vida a los que es posible que no estés prestando atención.

Efectos de la preocupación:
  1. Te aleja del momento presente. Si pasas tu tiempo paralizado por tus preocupaciones no te quedará tiempo para vivir lo que hay a tu alrededor, pasar tiempo con tu familia y disfrutar de lo que te gusta.
  2. Te inmoviliza. Esto significa que cuanto más te preocupes, más pasivo/a serás. Entre otras cosas, porque muchas de las cuestiones que nos preocupan suelen estar fuera de nuestro control. Esto significa que hagas lo que hagas y te preocupes lo que te preocupes no podrás cambiar nada ni serás capaz de evitar esos grandes desastres que temes. Además, como habrá muchas actividades que te preocupen y te parecerán demasiado arriesgadas como para probarlas, también te impedirá probarlas y ponerte en marcha.
  3. Aumenta tu nivel de estrés, tu ansiedad y te hace sentir mal. Quizás ya hayas sufrido alguno de sus efectos: insomnio, miedo, úlceras, dolores de cabeza, etc. y habrás podido comprobar que no resultan agradables.
  4. En conclusión, la preocupación impide que vivas tu vida de la manera en la que te gustaría hacerlo y no te permite disfrutar de las cosas buenas pensando en las cosas malas que pueden ocurrir en el futuro.
Entonces, ¿cómo hacer frente a la preocupación?, ¿qué puedes hacer para evitar esos efectos desagradables? A continuación te presentamos algunas pautas que pueden resultar de utilidad si has decidido libertarte de la preocupación.

Pautas para enfrentarte a las preocupaciones:
  1. Haz una lista de preocupaciones. Apunta todas las cosas que te han preocupado a lo largo de tu vida y valora si preocuparte fue una forma útil de afrontar tus problemas. Analiza también si alguna de las cosas que te preocupaban llegaron a hacerse realidad y si realmente fueron tan negativas como te las habías imaginado.
  2. No te dejes arrastrar por tu preocupación. Puede ser muy tentador pensar y darle vueltas a las preocupaciones que te vienen a la cabeza, pero antes de hacerlo pregúntate a ti mismo si preocuparte por ello va a suponer alguna diferencia o va a cambiar algo. Si la respuesta a esta pregunta es no, no merece la pena perder tu tiempo y tu energía en seguir pensando en ello.
  3. Toma distancia con lo que te preocupa y analízalo: ¿Cómo de probable es que ocurra eso que temes?, ¿Hay otras cosas que pueden ocurrir?, ¿Hay alguna que sea más probable que la que te estás imaginando? Incluso en caso de que ocurriera eso que temes: ¿Sería realmente tan grave como te imaginas?, ¿Cuáles podrían ser sus consecuencias reales?, ¿Podrías hacer algo para minimizar las consecuencias negativas?
  4. Reserva un momento del día para preocuparte. Establece un momento del día que dedicarás en exclusiva a preocuparte, pueden ser 15 minutos por la mañana y 15 minutos por la tarde o un único periodo más largo. Si las preocupaciones pasan por tu cabeza en otros momentos del día, no te ocupes de ellas en el momento y posponlo para más tarde. Puedes apuntarlas para que no te olvides de dedicarles un tiempo a cada una de ellas. Cuando llegue tu tiempo para preocuparte, utilízalo para pensar en todo lo que puede salir mal. Posteriormente podrás ir reduciendo tu tiempo de preocupación hasta eliminarlo completamente de tu vida.
  5. El mejor antídoto para la preocupación es la acción. Vive el momento presente, disfruta de lo que haces, haz planes, relaciónate, sal de casa e incluso, ¡atrévete a enfrentarte a las situaciones que te dan miedo y que llevas tanto tiempo evitando por las preocupaciones! Será la mejor manera de darte cuenta de que lo que tanto temes no tiene por qué ocurrir. Además, podrás comprobar todo lo que puedes disfrutar si te das el permiso de dejarte llevar, vivir en el presente y no malgastarlo sufriendo por el futuro.
Si a pesar de poner en marcha estas estrategias no eres capaz de manejar tus preocupaciones y sientes que toman el control de tu vida, no dudes en solicitar ayuda psicológica. En el CPA podemos ayudarte.

Artículo redactado por Isabel Jurkowska, terapeuta del CPA.

Referencias:
  • Dyer, W. W. (1993). Tus zonas erróneas. Barcelona: Grijalbo.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Pensamientos irracionales: cómo graduar las gafas con las que vemos la realidad

Normalmente, tendemos a pensar que son las situaciones las que nos hacen sentir mal. Además, es normal que al enfrentar una situación difícil, como por ejemplo un examen importante, sintamos ansiedad. Sin embargo, los pensamientos que tenemos cuando afrontamos estas situaciones influyen en que las vivamos de forma mucho más intensa, causándonos más malestar y afectando a nuestra forma de abordarlas. Por eso, cuando a la hora de enfrentar un reto como ponerte a estudiar te dices cosas como: “no voy a aprobar este examen en la vida” o “es dificilísimo, yo no valgo para esto”, lo único que consigues es causarte más sufrimiento y sentirte más ansioso y vulnerable.

Nuestros pensamientos son las gafas a través de las cuales miramos las situaciones que vivimos. Cuando utilizamos gafas que no están bien graduadas, intuimos la realidad y podemos desenvolvernos en ella, pero vemos las cosas de forma distorsionada y nos perdemos detalles importantes. A veces los pensamientos que tenemos pueden funcionar como unas gafas mal graduadas. Es el caso de los pensamientos irracionales, que nos hacen ver las situaciones de forma distorsionada y aumentan nuestro malestar.

Imagen Paul Bourke, con licencia Creative Commons 
Por este motivo, en la entrada de hoy os explicamos unas estrategias sencillas con las que cambiar esos pensamientos irracionales que a veces nos juegan malas pasadas.
  • El primer paso que tenemos que dar para cambiar esta forma de pensar, es pararnos a detectar qué pensamientos estamos teniendo. A veces tenemos tan automatizado lo que nos decimos, que ni siquiera somos conscientes de ello. Por eso, lo primero que tienes que hacer ante una situación que notes que te está generando malestar, es detenerte a ver tus pensamientos, porque quizás algunos de ellos pueden ser irracionales. A los pensamientos irracionales los reconocerás porque exageran la realidad, nos provocan emociones excesivamente desagradables y nos impiden buscar alternativas de solución a nuestros problemas.
  • En segundo lugar, tenemos que poner a prueba nuestros pensamientos buscando evidencias que los sostengan. Esto lo hacemos porque los pensamientos son las interpretaciones que hacemos acerca de la realidad, pero no son la realidad objetiva. Por ejemplo, si cuando tienes que estudiar sueles decirte cosas como “voy a suspender”, examina qué pruebas tienes de que realmente va a pasar eso. Pregúntate cuántas veces has pensado esto anteriormente y has suspendido realmente. Busca datos tanto a favor como en contra de tu pensamiento, porque puede que no estés interpretando correctamente la situación.
  • Después, pregúntate si eso que piensas que ocurrirá sería realmente tan grave como temes. Pregúntate si podrías seguir viviendo si ocurriera aquello que te preocupa (en este caso suspender), cuánto tiempo duraría tu malestar y si afectaría a todas las áreas de tu vida. Al hacer esto, probablemente te des cuenta de que quizás estás exagerando las consecuencias de lo que temes. Por ejemplo, es normal que te preocupe suspender, pero es un problema que tiene solución y podrías seguir con tu vida aun habiendo suspendido una asignatura.
  • Por último, pregúntate de qué te sirve tener esos pensamientos. Haciéndolo te darás cuenta de que hay algunos que no te ayudan a sentirte mejor y que incluso afectan a cómo te comportas. Si antes de empezar a estudiar un examen te dices que no puedes hacerlo y que vas a suspender, esto puede hacer que estudies peor al estar más nervioso o incluso que dejes de estudiar y no te presentes al examen. En ese caso, habrás convertido tu pensamiento en realidad, pero en el momento en el que tomaste la decisión de dejar de estudiar, tu pensamiento era sólo un pensamiento. En estas situaciones es más útil ver si seguir esos pensamientos va a hacer que te alejes de tus objetivos y que no te comportes como te gustaría. 
Imagen Mirage Group, con licencia Creative Commons 
Utilizar estas estrategias cuando ves que te asaltan pensamientos irracionales que te dicen que no vales y que no vas a poder afrontar un reto, te ayudará a tomarte las situaciones de otra manera. Cada vez serás más capaz de decirte cosas más ajustadas a la realidad que te causarán menos sufrimiento y que te ayudarán a afrontar tus retos, en lugar de hacer que te pongas más nervioso y que sufras ante ellos. Posiblemente, aun cuidando tus pensamientos, haya situaciones que sigas afrontando con cierto malestar. Pero ya no será un malestar incapacitante, porque estarás viendo la realidad con unas gafas bien graduadas.

Almudena Castelo González (Terapeuta CPA)

Referencias:
  • Bados, A. y García Gru, E. (2010). La técnica de la reestructuración cognitiva. Universitat de Barcelona.
  • Burns, D. (1990). Sentirse bien. Madrid: Paidós.
  • Gaja, R. (2010). Bienestar, autoestima y felicidad. Madrid: Debolsillo.

miércoles, 1 de febrero de 2017

¿Qué son los pensamientos obsesivos y qué puedo hacer ante ellos?

Comúnmente hablamos de que estamos obsesionados cuando tenemos un pensamiento que no nos podemos quitar de la cabeza. Sin embargo, muchas veces usamos la palabra obsesión cuando en realidad queremos decir preocupación, ya que la utilizamos refiriéndonos a un problema que nos genera malestar y al que dedicamos tiempo pensando posibles soluciones.

En psicología clínica, al hablar de obsesión nos referimos a pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes y persistentes, que son experimentados como inapropiados por quien los tiene, y que generan mucha ansiedad y malestar (American Psychiatric Association, 2013).

Todo el mundo tiene pensamientos intrusos, ya que en cada situación, muchos pensamientos pasan por nuestra cabeza. Pero se convierten en un problema dependiendo de cómo reaccionemos ante ellos, más concretamente, dependiendo de si los evaluamos de un modo muy negativo. Como su contenido suele estar relacionado con temas importantes para la persona y ante los que es especialmente sensible, es probable que la primera vez que los tiene los evalúe de forma negativa y experimente angustia, culpa o vergüenza por tenerlos.

Por ejemplo, a una madre en un momento en el que su bebé no para de llorar, se le puede pasar por la cabeza el pensamiento de abandonarlo en la calle. Al igual que a una persona muy religiosa en un momento determinado se le puede venir a la cabeza una imagen blasfema. Si estas personas interpretan el hecho de haber tenido estos pensamientos como que son personas horribles por pensar esas cosas, sentirán mucha ansiedad y empezarán a temer la posibilidad de que estos pensamientos e imágenes se vuelvan a repetir.

Al experimentar tanta ansiedad, normalmente se intentan llevar a cabo acciones neutralizadoras para reducirla. Estas acciones no tienen por qué ser comportamientos “visibles”, sino que pueden ser actos mentales como rezar en silencio, contar, cambiar el pensamiento malo por uno bueno o decirse frases anuladoras como “soy una buena persona, nunca haría eso”.

Imagen: Marco Colín, con licencia Creative Commons
El problema está en que estas estrategias alivian la ansiedad a corto plazo. Además, utilizarlas ayuda a entrar en un ciclo obsesivo-compulsivo, ya que ante la preocupación por volver a tener estos pensamientos terribles, nuestra mente se pone en alerta. Al intentar evitar estos pensamientos, los tenemos más presentes y aparecen con mayor facilidad, generándonos más angustia. Esto hace que cada vez tengamos que usar con mayor frecuencia e insistencia la estrategia que hemos desarrollado para reducir la ansiedad.

Al final, esta estrategia es simplemente una solución temporal a nuestro problema, pero el ciclo pensamiento intruso - ansiedad se inicia nuevamente debido a esta actitud hipervigilante en la que tratamos de no pensar en aquello que tememos y a la interpretación que hacemos de esos pensamientos cada vez que aparecen.

Por tanto, si te ves atrapado en este ciclo obsesivo, ten en cuenta los siguientes puntos que te explicamos a continuación para empezar a afrontar adecuadamente tu situación:
  • Lo que te sucede es debido a la valoración negativa que haces de esos pensamientos intrusivos que tienes. A lo largo del día todas las personas tienen pensamientos intrusivos (positivos, negativos o neutros). La diferencia entre unas personas y otras está en la valoración que hacen de esos pensamientos y la importancia que les dan.
  • Es muy improbable que lleves a cabo los horribles actos o impulsos que aparecen en los pensamientos que te perturban.
  • Las estrategias de neutralización como rezar o contar empeoran la situación, ya que sólo funcionan de forma temporal para aliviar la ansiedad, pero no suponen un afrontamiento eficaz del problema.
  • El primer paso que puedes dar para salir del ciclo obsesivo, es empezar a cambiar la valoración negativa que haces de tus pensamientos y aceptar su presencia. Se trata de empezar a ver los pensamientos que temes como lo que son: simples pensamientos (como muchos otros que tienes a lo largo del día). Ten presente que pensar algo NO es lo mismo que hacer eso que piensas. Además, tus pensamientos intrusivos no dicen nada de la clase de persona que eres.
  • Cuando aparezca un pensamiento intrusivo, no trates de suprimirlo, evitarlo o controlarlo. Simplemente déjalo estar, observa cómo igual que viene se va, y no le des una importancia que realmente no tiene juzgándote a ti mismo por haber tenido ese pensamiento.

Por último, si a menudo te vienen a la cabeza pensamientos e imágenes desagradables que te perturban y te generan mucho malestar, lo mejor es que busques ayuda de un profesional para aprender estrategias como las que hemos comentado con las que salir del ciclo obsesivo. Recuerda que es un problema que tiene solución y es mucho más eficaz buscar la ayuda adecuada que esperar a que el problema desaparezca por sí solo.

Imagen: Iñaki Pérez, con licencia Creative Commons

Almudena Castelo González (Terapeuta CPA)

Referencias:
  • Gavino, A. (2008). El trastorno obsesivo-compulsivo. Manual práctico de tratamientos psicológicos. Madrid: Pirámide.
  • Moreno, P., Martín, J.C., García, J., y Viñas, R. (2008). Dominar las obsesiones. Una guía para pacientes. Bilbao: Desclée de Brouwer.
  • Pedrick, C. y Hyman, B. M. (2003). Guía práctica del TOC. Pistas para su liberación. Bilbao: Desclée de Brouwer.