No llegar a tiempo, tener que terminar el trabajo de madrugada, estar viendo una serie pensando en lo que tengo que hacer mañana, estar en contacto constante con noticias que afectan a mi estado emocional…
Actualmente, algunos expertos defienden que vivimos en una “sociedad estresada” y esto se ha normalizado en nuestro día a día. Existen múltiples factores que pueden influir en esta situación: problemas familiares, económicos, enfermedades, incluso, actualmente, la situación social que vivimos y la incertidumbre por lo que vendrá… Pero ¿cómo afecta todo esto a mi cuerpo? Ante señales de alerta, generamos “cortisol”, entre otros componentes, influyendo en la activación de la amígdala (encargada de controlar diferentes emociones de nuestro día a día) y el hipocampo, esto provoca que los recuerdos de las situaciones puedan ser alterados. Además, estas dos áreas también interaccionan entre sí, fomentando que las situaciones donde sentimos emociones agradables o desagradables puedan aumentar o disminuir nuestro recuerdo de ese momento frente a las situaciones “neutras”; esto dependerá de las características de la persona y el momento en el que sucede.
Siguiendo con ese estado de alerta, si lo mantenemos en el tiempo (lo que podría denominarse como “estrés”), los niveles de cortisol también serán altos durante dicho periodo, provocando consecuencias que pueden afectarnos a largo plazo, generando: sequedad en la piel, caída del pelo, tensión y dolor muscular; tristeza, apatía, irritabilidad, problemas de sueño, etc. En algunas ocasiones, vosotros/as mismos/as habréis podido comprobar estos síntomas (p. ej., ante una exposición, dolor de estómago; tensión muscular días antes de una entrega o un examen; problemas de sueño frente a una reunión o evento importante; incluso sin ningún acontecimiento específico). De modo que, nuestro cuerpo se ha “acostumbrado” a vivir en ese estado y ha normalizado esas sensaciones, generando cansancio a largo plazo.
Pero, ¿qué podemos hacer para terminar con esta situación si vivimos una etapa de “estrés”?, ¿y si nuestro cuerpo ya ha normalizado dichas sensaciones? Existen distintas acciones que podemos tener en cuenta para mejorar esta situación.
- Identificar que nos encontramos en una situación de alerta y los síntomas que sentimos. Es importante conocer cómo respondemos ante las situaciones que vivimos. ¿Considero que estoy más irritable?, ¿me siento con ganas de realizar las actividades de mi día a día?, ¿duermo bien y descanso?, ¿cómo interacciono con los demás? Según algunos autores, en función de las características de cada persona, ante una situación de estrés respondemos de diferente modo.
- Debido al ritmo de vida que llevamos en nuestro día a día, muchas veces no paramos a explorar si realmente dedicamos tiempo al propio autocuidado. Leer nuestro libro favorito, escuchar música, dibujar, meditar, caminar…son algunas de las actividades que pueden ayudarnos a sentirnos mejor y a disminuir ese estado de alerta… “Desconectar para volver a conectar”.
- Dedicar tiempo al descanso y la alimentación genera grandes beneficios en el organismo. Por un lado, durante el sueño, distintas áreas cerebrales se “reparan”, entre ellas el ya mencionado hipocampo, así como los niveles de cortisol. Aunque, la media de horas se encuentra entre 7-8 horas, no debemos olvidar que estas pueden variar, incluso en una misma persona, debido a factores como la salud y la edad, entre otros. Por otro lado, una alimentación adecuada proporciona energía de calidad para las tareas diarias.
- Ajustar nuestras autoverbalizaciones, es decir, cómo nos hablamos e interpretamos los acontecimientos. En algunas ocasiones, somos muy críticos/as con nosotros/as mismos/as, y esto, puede tener consecuencias en nuestra reacción ante diferentes situaciones.
Y recuerda… A veces, necesitamos parar para observar cómo estamos, dónde nos encontramos y hacia dónde queremos llegar.
María Lázaro Gil - Terapeuta del CPA
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