Llevamos
mucho tiempo escuchando razones para no aceptar nuestro cuerpo, para cambiarlo.
Porque está mal, porque no es bonito, porque no se ajusta a la norma o porque “no-es-sano”.
¿Cuántas veces te has sentido insatisfecho/a con tu cuerpo?, ¿cuántas veces has
pensado: cuando tenga “ese cuerpo” seré feliz? o “cuando tenía X cuerpo era más
feliz”.
Te
pregunto, ¿eras feliz porque habías alcanzado “ese cuerpo” o porque habías dejado de
preocuparte tanto por tu físico, ¿cuánto tiempo de tu vida han ocupado
estas preocupaciones?, ¿demasiado? seguramente.
¿Qué te parece si empezamos a aceptarlo? a mí, una idea estupenda.
En
primer lugar, me gustaría aclarar que aceptarlo no significa resignarse. Cuando
hablamos de aceptar nuestro cuerpo no hablamos de “abandonarse”, de no
cuidarnos y que no nos importe nuestra salud ni nuestra apariencia. Cuando
hablamos de aceptarlo nos referimos a no castigarnos por tener el cuerpo que
tenemos. A aceptarlo tal y como es. Valorarlo por todo lo que nos permite
hacer, desde el cuidado, el cariño y el respeto. Se trata de hacer aquellas
cosas que estén bajo nuestro control para poder sentirnos mejor. ¿Le hablaríamos
a un amigo o amiga tal y como nos hablamos a nosotros/as mismos/as para que
cambiase? no lo creo, seguramente no tendríamos amigos/as.
Si pusiésemos esto en un continuo, en un extremo tendríamos la resignación y el abandono y en el otro extremo el castigo, la culpa y la exigencia por cambiarlo. Justo en el punto medio (donde dicen que está la virtud), la aceptación.
En
segundo lugar, es importante tener en cuenta el contexto en el que nos
encontramos. No nacemos odiando nuestro cuerpo, aprendemos a hacerlo. Vivimos
bajo lo que se denomina la cultura de la dieta, un sistema de creencias donde
se premia la delgadez. La asociamos con salud y éxito, y castigamos todo
aquello que se aleje de este patrón físico y de comportamiento (por ej., seguir
una dieta, comer determinados alimentos, hacer ejercicio, adelgazar, etc.). ¿Cuántos
comentarios positivos reciben aquellas personas que son delgadas?, ¿cuántos
reciben las personas que tienen sobrepeso?. ¿Qué características asociamos a
una y a otra persona?.
Además de lo anterior, nos puede resultar útil revisar nuestras expectativas para aceptar nuestro cuerpo. ¿Qué es un cuerpo perfecto?, ¿el ideal que vemos en redes sociales, televisión y revistas?. Aquí me gustaría que tuviésemos varias cosas en cuenta:
- Primero, ¿Qué cuerpo quiero conseguir?. Quiero un cuerpo delgado, esbelto y sin un milímetro de grasa porque eso es lo que se supone correcto. ¿Es un objetivo realista?, ¿es realmente sano?. Aquí sería necesario pararnos a pensar y buscar información sobre aquello que es realmente saludable y “lo que nos han vendido como saludable”. Además de tener en cuenta si es posible compaginar esta autoexigencia con otras actividades y prioridades que tenemos a lo largo de nuestro día a día.
- Segundo, ¿Con quién me comparo?. La mayoría de las veces, por no decir siempre, lo que vemos en redes sociales no coincide con la realidad. Poses estudiadas, medidas al milímetro, retocadas y sino filtradas. ¿Es justa la comparación que haces entre esa foto y tu imagen delante del espejo? Además, muchas veces estas comparaciones las hacemos centrándonos en nuestros aspectos más negativos, los que menos nos gustan, aquellos que más malestar nos provocan, focalizándonos única y exclusivamente en eso y dejando de lado todo lo demás. Solemos comparar lo que consideramos “lo peor” de nosotros/as con lo mejor de los demás. ¿Injusto verdad?.
- Tercero, ¿un cuerpo perfecto solo tiene que ver con la apariencia?. Quizás también tengamos que tener en cuenta todo aquello que nuestro cuerpo nos permite hacer, es decir, lo funcional que es. Desde levantarnos de buena mañana, ir a trabajar, hacer todas las tareas, bailar, andar, sentir placer, etcétera. Un sin fin de actividades. Y, muchas veces, hace todo eso a pesar de que lo tratemos despectivamente, desapreciándolo. Sigue ahí, permitiéndonos hacer un montón de cosas.
- Cuarto, ¿Existe el cuerpo perfecto? No, no existe, porque la perfección depende de los ojos de quién la mire. Hay cuerpos que se pueden acercar más al modelo imperante de belleza socialmente establecido, pero eso no significa que sean perfectos, solo significa que se acercan más a un patrón. Hay miles de cuerpos, diferentes todos ellos.
¿Qué es más importante para ti: tu salud o tu físico?. Muchas veces nos encontramos bajo argumentos de “es por salud” o “lo digo por tu salud”, aludiendo a que tenemos que adelgazar o estar delgados. Sin embargo, si lo único que buscamos es un físico perfecto, esta búsqueda se guiará por la exigencia hacia algo impuesto, algo a lo que tenemos que llegar. Quizás nos moveremos por normas como “tengo que hacer una hora de ejercicio diario”, “tengo que comer sin grasas”, “tengo que perder tres kgs”, “tengo que ganar más músculo”, “no tengo que salir tanto con mis amigas” (porque siempre bebo alcohol) y un largo etcétera. Pero, como la perfección no existe y estamos buscando un físico irreal, con mucha probabilidad estaremos insatisfechas con nuestro cuerpo, y es probable que podamos experimentar con frecuencia frustración y rabia hacia nosotras mismas. En cambio, si nos guiamos por el valor de estar sana, elegiremos comer más verduras a sabiendas de que también tenemos la opción de comernos un ultraprocesado. Elegiremos movernos más, y no nos importará tanto si un día podemos hacer diez minutos de ejercicio en lugar de una hora, porque ambos van en la misma dirección, cuidar de nuestra salud.
Por último, me gustaría plantearte un
ejercicio. Ponte delante del espejo y escucha aquello que te dices a ti misma/o
sobre tu cuerpo. ¿Cuántas frases son positivas?, ¿cuántas negativas?. ¿Cómo te
hacen sentir?, y sobre todo, ¿para qué te sirven?.
Si sientes que no puedes lidiar con el
malestar que te genera la relación con tu físico o quieres mejorarla, en el CPA
podemos ayudarte.
Àngela Revert - Terapeuta del CPA
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