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lunes, 22 de marzo de 2021

Entendiendo el miedo a engordar

La comida  es el combustible que permite que el cuerpo pueda funcionar correctamente, ya que a través de la alimentación obtenemos energía para que el cuerpo pueda llevar a cabo todas las funciones necesarias del día a día, tales como el proceso de digestión, además de actividades como subir las escaleras o leer un libro. Siendo la comida un elemento tan fundamental para nuestro desarrollo y supervivencia, ¿cómo es posible que lleguemos a restringir nuestra alimentación o ésta se convierta en algo aversivo? En este post analizaremos algunas claves para entender el miedo a engordar.

¿Qué es el miedo?

El miedo es un mecanismo de supervivencia  que nos ha sido útil a lo largo de la historia para sobrevivir. En el momento que interpretamos algo de nuestro entorno como un peligro, la emoción de miedo aparece y nos avisa de la necesidad de emitir una conducta de huida cuando existe dicha amenaza. Para entender mejor este concepto, imaginemos el ejemplo de nuestros antecesores. En concreto imaginemos uno de esos primeros hombres, que sale en busca de alimento y se topa con una bestia con garras y dientes afilados.En ese momento, se dispara su respuesta de miedo, lo que influye en que huya corriendo y, por tanto, sobreviva.

Sin embargo, por nuestra historia de aprendizaje, en ocasiones también sentimos miedo ante elementos que no representan una amenaza real para nuestra supervivencia. Un ejemplo sería el caso de aquellas personas que tienen pavor al metro ya que, tal vez, tras una mala experiencia en la que sintieron mucho miedo viajando en metro terminasen asociando el miedo a ese medio de transporte, y al final aprenden que si ponen un pie en él, está en riesgo su supervivencia.

El miedo a… engordar

¿Entonces, es posible tener miedo a engordar? Por supuesto que sí. Podemos aprender que ciertos elementos de nuestro alrededor son una amenaza, aunque realmente no se traten de peligros para nuestra supervivencia. Actualmente, vivimos en un momento histórico característico, con una sociedad modernizada, en la que, por ejemplo, ya no tenemos que salir de caza para obtener alimentos, por lo tanto, también hemos ido desarrollando nuevos peligros que tal vez no tienen una repercusión directa sobre nuestra supervivencia, pero afectan por ejemplo a la hora de relacionarnos con los otros, lo cual es muy importante para nosotros como individuos.

Foto de Ketut Subiyanto en Pexels con licencia Creative Commons

A lo largo de nuestra vida vamos aprendiendo cómo desenvolvernos por el mundo, tanto por experiencias directas como por observación de las personas de nuestro alrededor. Muchos de estos aprendizajes empiezan desde que somos pequeños, por ejemplo, toda la información a la que estamos expuestos sobre los cánones de belleza imperantes. En publicidad y en películas, por ejemplo, nos muestran constantemente determinadas características de la imagen corporal asociadas a éxito a distintos niveles. Por otro lado, también aprendemos de nuestras propias experiencias. Por ejemplo, cuando de pequeños acudimos a una revisión con el pediatra y éste nos dice: “está al borde del sobrepeso…tiene que adelgazar”. En ese momento, una figura de autoridad como es un médico, nos está diciendo que nuestro peso tiene repercusiones negativas para nuestra salud, por lo que podríamos concluir que es necesario bajar de peso. También, en ocasiones, podemos haber experimentado en nuestra propia piel la recepción de comentarios críticos de nuestro entorno sobre nuestra imagen, lo que puede influir en que nos sintamos rechazados/as. Incluso podemos observar que aquellas personas que cumplen con los cánones de belleza establecidos en el momento parecen tener más éxito a nivel social.

Estas experiencias pueden ir influyendo en que las personas podamos llegar a experimentar  miedo a engordar por las posibles repercusiones que hemos aprendido que puede tener para nosotros/as, sobre nuestra salud o nuestras relaciones sociales (aunque, paradójicamente, esto no se ajuste a cómo funciona la realidad).

Pongamos el ejemplo de una persona que pesa 75 kg y mide 1,70 cm con este miedo a engordar, para ello, comienza a perder peso a través de una dieta hipocalórica. Va progresivamente perdiendo peso, pero ese miedo persiste, por lo que además de la dieta, empieza a hacer ejercicio compulsivamente, a saltarse comidas y prohibirse ciertos alimentos que considera muy calóricos, consiguiendo bajar a 50 kg. Pero… ha bajado 25 kg y sigue teniendo miedo a engordar. ¿Cómo es posible que pese a este bajón de peso la persona siga teniendo ese miedo a engordar?

Como hemos comentado anteriormente, cuando sentimos miedo con mayor probabilidad pondremos en marcha una serie de conductas que nos sean útiles para escapar del peligro que percibimos. En este caso, algunas personas quizás comiencen a restringir su alimentación, prohibiéndose ciertos alimentos, y a realizar ejercicio físico en exceso, con el fin de evitar esa ganancia de peso. Estas conductas, a corto plazo, podrían resultar útiles para calmar el malestar que puede suponer subir de peso y otorgan cierta sensación de control sobre el mismo. Sin embargo, a largo plazo estos mismos comportamientos podrían influir en el mantenimiento del miedo, ya que no son estrategias que ayuden a superar ese miedo, sino que además, podrían aumentar la probabilidad de que surjan ciertas repercusiones para la persona como un bajo estado de ánimo, alta activación psicofisiológica, dificultades de concentración, alteración del sueño, disminución de la autoestima, etc.

Por todo lo anterior, podríamos llegar a la conclusión de que la clave del miedo a engordar no radica en el peso, sino en el miedo. El miedo a engordar permanece independientemente del peso perdido; nunca será suficiente la pérdida de peso. Hay que desmontar la falsa promesa de que cuando se llegue a ese peso ideal, un número determinado en la báscula, todo irá bien y se solucionará el problema.

Si en algún momento te has sentido identificada/o a lo largo de este post, y sientes que no puedes manejar tu malestar, no dudes en ponerte en manos de un/a profesional. En el CPA, podemos ayudarte.

Andrea Sánchez – Terapeuta del CPA


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