La comida es el combustible que permite que el cuerpo pueda
funcionar correctamente, ya que a través de la alimentación obtenemos energía
para que el cuerpo pueda llevar a cabo todas las funciones necesarias del día a
día, tales como el proceso de digestión, además de actividades como subir las
escaleras o leer un libro. Siendo la comida un elemento tan fundamental para
nuestro desarrollo y supervivencia, ¿cómo es posible que lleguemos a restringir
nuestra alimentación o ésta se convierta en algo aversivo? En este post
analizaremos algunas claves para entender el miedo a engordar.
¿Qué es el miedo?
El miedo
es un mecanismo de supervivencia que nos ha sido útil a lo largo de la historia
para sobrevivir. En el momento que interpretamos algo de nuestro entorno
como un peligro, la emoción de miedo aparece y nos avisa de la
necesidad de emitir una conducta de huida cuando existe dicha amenaza. Para entender mejor este
concepto, imaginemos el ejemplo de nuestros antecesores. En concreto imaginemos
uno de esos primeros hombres, que sale en busca de alimento y se topa con una
bestia con garras y dientes afilados.En ese momento, se dispara su respuesta de
miedo, lo que influye en que huya corriendo y, por tanto, sobreviva.
Sin embargo, por nuestra
historia de aprendizaje, en ocasiones también sentimos miedo ante elementos que
no representan una amenaza real para nuestra supervivencia. Un ejemplo sería el
caso de aquellas personas que tienen pavor al metro ya que, tal vez, tras una
mala experiencia en la que sintieron mucho miedo viajando en metro terminasen
asociando el miedo a ese medio de transporte, y al final aprenden que si
ponen un pie en él, está en riesgo su supervivencia.
El miedo a… engordar
¿Entonces, es posible
tener miedo a engordar? Por
supuesto que sí. Podemos aprender que ciertos elementos de nuestro alrededor
son una amenaza, aunque realmente no se traten de peligros para nuestra supervivencia. Actualmente,
vivimos en un momento histórico característico, con una sociedad modernizada, en
la que, por ejemplo, ya no tenemos que salir de caza para obtener alimentos,
por lo tanto, también hemos ido desarrollando nuevos peligros que tal vez no
tienen una repercusión directa sobre nuestra supervivencia, pero afectan por
ejemplo a la hora de relacionarnos con los otros, lo cual es muy importante
para nosotros como individuos.
A lo largo de nuestra
vida vamos aprendiendo cómo desenvolvernos por el mundo, tanto por experiencias
directas como por observación de las personas de nuestro alrededor. Muchos de
estos aprendizajes empiezan desde que somos pequeños, por ejemplo, toda la
información a la que estamos expuestos sobre los cánones de belleza imperantes.
En publicidad y en películas, por ejemplo, nos muestran constantemente
determinadas características de la imagen corporal asociadas a éxito a
distintos niveles. Por otro lado, también aprendemos de nuestras propias
experiencias. Por ejemplo, cuando de pequeños acudimos a una revisión con el
pediatra y éste nos dice: “está al borde del sobrepeso…tiene que adelgazar”.
En ese momento, una figura de autoridad como es un médico, nos está diciendo
que nuestro peso tiene repercusiones negativas para nuestra salud, por lo que
podríamos concluir que es necesario bajar de peso. También, en ocasiones,
podemos haber experimentado en nuestra propia piel la recepción de comentarios
críticos de nuestro entorno sobre nuestra imagen, lo que puede influir en que
nos sintamos rechazados/as. Incluso podemos observar que aquellas personas que
cumplen con los cánones de belleza establecidos en el momento parecen tener más
éxito a nivel social.
Estas experiencias pueden
ir influyendo en que las personas podamos llegar a experimentar miedo a engordar por las posibles
repercusiones que hemos aprendido que puede tener para nosotros/as, sobre
nuestra salud o nuestras relaciones sociales (aunque, paradójicamente, esto no
se ajuste a cómo funciona la realidad).
Pongamos el ejemplo de
una persona que pesa 75 kg y mide 1,70 cm con este miedo a engordar, para ello,
comienza a perder peso a través de una dieta hipocalórica. Va progresivamente
perdiendo peso, pero ese miedo persiste, por lo que además de la dieta, empieza
a hacer ejercicio compulsivamente, a saltarse comidas y prohibirse ciertos
alimentos que considera muy calóricos, consiguiendo bajar a 50 kg. Pero… ha
bajado 25 kg y sigue teniendo miedo a engordar. ¿Cómo es posible que pese a
este bajón de peso la persona siga teniendo ese miedo a engordar?
Como hemos comentado
anteriormente, cuando sentimos miedo con mayor probabilidad pondremos en marcha
una serie de conductas que nos sean útiles para escapar del peligro que percibimos. En este caso,
algunas personas quizás comiencen a restringir su alimentación, prohibiéndose
ciertos alimentos, y a realizar ejercicio físico en exceso, con el fin de
evitar esa ganancia de peso. Estas conductas, a corto plazo, podrían
resultar útiles para calmar el malestar que puede suponer subir de peso y
otorgan cierta sensación de control sobre el mismo. Sin embargo, a largo plazo
estos mismos comportamientos podrían influir en el mantenimiento del miedo, ya
que no son estrategias que ayuden a superar ese miedo, sino que además, podrían
aumentar la probabilidad de que surjan ciertas repercusiones para la persona
como un bajo estado de ánimo, alta activación psicofisiológica, dificultades de
concentración, alteración del sueño, disminución de la autoestima, etc.
Por todo lo anterior,
podríamos llegar a la conclusión de que la clave del miedo a engordar no
radica en el peso, sino en el miedo. El miedo a engordar permanece
independientemente del peso perdido; nunca será suficiente la pérdida de peso.
Hay que desmontar la falsa promesa de que cuando se llegue a ese peso ideal,
un número determinado en la báscula, todo irá bien y se solucionará el problema.
Si en algún momento te
has sentido identificada/o a lo largo de este post, y sientes que no puedes
manejar tu malestar, no dudes en ponerte en manos de un/a profesional. En el
CPA, podemos ayudarte.
Andrea
Sánchez – Terapeuta del CPA
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