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lunes, 17 de octubre de 2022

Neurosexismo: las supuestas diferencias de género en el cerebro.

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Seguramente, a lo largo de nuestra vida, todos hemos oído a alguien decir cosas del estilo: “el cerebro de las mujeres es más emocional y el de los hombres más racional”, o “las mujeres son más empáticas y los hombres más agresivos porque nuestros cerebros funcionan distinto”. Sin embargo… ¿Cuánto de cierto es esto realmente? ¿Son creencias basadas en lo que los estudios científicos nos muestran? En este post trataremos de responder estas preguntas y analizaremos si estas ideas, tan afianzadas en la mentalidad de las personas, están respaldadas por la ciencia.

Comenzaremos por definir la palabra que pone título a este post: el neurosexismo. Este concepto pone nombre a un tendencia neurocientífica que afirma que existen distinciones biológicas entre el cerebro de los hombres y de las mujeres, las cuales explicarían las diferencias de comportamiento que observamos entre ambos géneros. La neurocientífica Cornelia Fine fue la primera en utilizar este término en 2008. Esta investigadora realizó una revisión sistemática de la evidencia científica existente, llegando a la conclusión de que los estudios que defendían estas diferencias cerebrales no estaban bien definidos ni suficientemente sustentados por el método científico. A partir de entonces, comenzó a cuestionarse la idea de que las diferencias en la forma de ser o de comportarse, entre hombres y mujeres, se debían a diferencias biológicas.

Imagen de Magda Ehlers en Pexels

Cabría preguntarse entonces, ¿por qué se mantiene la creencia de que los cerebros de hombres y mujeres son distintos, pese a los resultados encontrados en contra?

En primer lugar, hay que tener en cuenta que durante muchas décadas la ciencia ha sido realizada por hombres. Por ello, es razonable pensar que conclusiones que mantengan los roles de género preconcebidos, como las siguientes: “las mujeres son más precavidas y poseen mayor capacidad de empatía e intuición, mientras que los hombres son mejores para la construcción de sistemas, en el área lógico-matemática, en orientación espacial y en la toma de decisiones” hayan sido poco cuestionadas a lo largo de la historia.

En segundo lugar, otro fenómeno que puede explicar el neurosexismo es lo que se conoce como “fenómeno del archivador”. Cornelia Fine, en su libro “Cuestión de Sexos”, menciona que esto ocurre cuando únicamente se publica el estudio que encontró diferencias cerebrales entre sexos, mientras que los estudios restantes que no consiguieron resultados significativos, se quedan en el “archivador” del investigador. Es mucho más interesante encontrar una diferencia que no encontrarla, y por tanto, la mayoría de las investigaciones sobre este tema terminan escapándose del público.

Uno de los desafíos más grandes para la neurociencia ha sido tener en cuenta la cultura y las experiencias vitales como factores fundamentales para la interpretación de los estudios científicos. Incluso cuando se han encontrado diferencias estructurales en el cerebro entre hombres y mujeres, siempre existe la posibilidad de que éstas surjan debido a la forma en que alguien es educado según su género. Es decir, la ciencia nos muestra que la educación diferencial de una persona, según su género, es lo que cambia la estructura neuronal de su cerebro, y no al contrario. Un ejemplo de esto son las investigaciones que han demostrado cómo a lo largo de los años, los niños de tan solo meses de edad, son sensibles a los comportamientos asociados al género, y la adopción de esos comportamientos es lo que provocaría cambios en sus cerebros. Según la neurocientífica Gina Rippon “un mundo de género produciría un cerebro de género”.

Después de entender todo esto, surge la duda: ¿qué podemos hacer al respecto?

  • Concientizar a la población sobre el tema. A tu amigo, familiar o pareja, hazle saber que existe este fenómeno e invítalo a buscar información al respecto (puedes enviarle este post de blog como primer paso)
  • Apoyar movimientos científicos y feministas que divulguen y aporten recursos a la investigación neurocientífica objetiva.
  • Para los más aficionados de la ciencia: desarrollar una visión crítica de ésta es necesario. Verificar la metodología del estudio y contextualizar la investigación: Es decir, quién, cómo y cuándo se realizó el estudio es clave para detectar discriminaciones sociales de este tipo.

Cada uno de nosotros tiene un cerebro único y formas de comportarse diferentes, y nuestras habilidades no pueden definirse a través de nuestro género. Puede que lleve tiempo cuestionar este tipo de creencias, pero si nos aseguramos de que los científicos, los medios de comunicación y el público en general sean conscientes del problema, será un buen sitio por el que empezar.

Sol Patricia García Matus - Terapeuta del CPA

 

Bibliografía recomendada:

- Fine, C. (2011). Cuestión de sexos. Roca editorial.

- Rippon, G. (2019). The Gendered Brain: The new neuroscience that shatters the myth of the female brain. Random House.


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