Comienza un nuevo curso, y con ello, el objetivo de llevar los estudios y el trabajo al día. Pero, va pasando el tiempo y, a pesar de seguir teniendo esas metas presentes, no se llega a su consecución. En su lugar, uno/a va encontrando otras actividades que son más placenteras o urgentes y se posponen las primeras. De hecho, hay personas que relatan ser mucho más productivas en actividades ajenas a lo académico. De esta forma, a pesar de estar ocupadas, siguen postergando aquellas tareas derivadas de sus estudios o trabajo. A esto se le llama procrastinación.
Ahora bien, ¿cómo es posible
que el hecho de retrasar tareas pueda estar relacionado con el perfeccionismo?
Comencemos definiendo el perfeccionismo como la tendencia a plantearse unas metas demasiado altas e irreales, adherirse rígidamente a ellas y valorarse a uno/a mismo/a en función de los logros de estas metas. Se dice también que esas personas persiguen estándares poco realistas y luego se autoculpan o se autocritican de manera excesiva cuando estas normas no se alcanzan.
Dicho esto, imaginemos una situación y persona hipotéticas: un alumno perfeccionista que desea sacar sobresalientes y considera como mejor opción llevar todo al día para conseguirlo. Pero en su vida universitaria va encontrando otras actividades sociales y académicas a las que atender, que le resultan más placenteras y deja de lado su objetivo de llevarlo todo al día. De esta forma, este alumno cada vez tendrá más trabajo acumulado. El ser consciente de este cúmulo de trabajo hará que cada vez sea más difícil que esta persona hipotética se enfrente a comenzar sus tareas. ¿Por qué?
Porque cuanto más tiempo pase,
más tareas se han quedado sin hacer, y más miedo existe por no poder completar
todas las tareas de una forma satisfactoria para esta persona (que, recordemos,
sería hacerla “perfecta”). Al fin y al cabo, es muy humano evitar aquellas situaciones
que nos generan miedo o malestar.
Llegará un punto en que este alumno deba comenzar a trabajar bajo mucha presión, pudiendo dejar el resto de actividades apartadas de su vida diaria y focalizándose únicamente en sus estudios, o bien, desistiéndose estudiar y completar sus tareas para no enfrentar su miedo a fracasar. Vemos que ambas situaciones derivan en malestar psicológico. Por un lado, supone renunciar a múltiples situaciones agradables, y por el otro, puede llegar a experimentar culpabilidad por haber suspendido o perdido la convocatoria, cosa que podría afectar a la propia autoeficacia y autoconcepto.
Pero, ¿qué podemos hacer al respecto? Teniendo en cuenta que la procrastinación puede servirnos para no enfrentarnos al fracaso imaginado de no conseguir realizar perfectamente la tarea, podemos poner en marcha las siguientes estrategias:
- Realizar una lista de ventajas y desventajas que nos produce ser perfeccionistas en nuestra vida cotidiana. De esta forma, podríamos darnos cuenta de que este perfeccionismo que subyace a la procrastinación nos provoca mayor malestar que bienestar.
- Marcarse metas pequeñas y dedicar un tiempo organizarlas en un calendario que nos permita cierta flexibilidad en los días y las horas: de esta forma, será más fácil comenzar una pequeña tarea, y no se experimentará tanto malestar como si el calendario fuera rígido (por ejemplo: para la segunda semana de septiembre haber estudiado los dos primeros temas).
- Recompensarse cada vez que se haya concluido una tarea (por ejemplo: salir a tomar algo con unos amigos cuando se hayan estudiado los temas).
- Concentrarse en los procesos y no tanto en los resultados (por. ej.: centrarse en leer los apuntes, realizar esquemas, entregar las tareas, y no en la evaluación posterior por parte del profesor).
- Establecer unos límites para actividades académicas y de ocio para cada semana, de forma que exista tiempo para las tareas académicas y tiempo para desconectar sin entrar en una espiral de obtener refuerzos inmediatos y culpa por no estar estudiando.
- Y, por último, si has procrastinado durante varios días, lo fundamental es no pensar de manera recurrente en ello y/o ese miedo de enfrentar tus deberes. Tómate el tiempo en reorganizar tu calendario académico para poder realizar las entregas cuando se acerque la fecha. De esta forma, será más fácil reengancharse a unos hábitos más saludables con respecto al estudio.
Rocío Angulo de la
Iglesia – Terapeuta del CPA
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