¿Qué es la felicidad? ¿Cómo se consigue? ¿Qué hay que hacer para lograr ser felices? Éstas son preguntas que el ser humano se plantea de forma recurrente a lo largo de su existencia y es un pensamiento que atormenta a nuestra condición: ¿soy realmente feliz...?
Cualquiera que se ponga a reflexionar un poco sobre esta cuestión llegará a la conclusión de que es habitual que en muchas ocasiones nos “engañemos” para acercarnos a esa felicidad. “Mi novia me dejó a un mes de la boda. Pero fue mejor así y no que me hubiera acabado dejando años más tarde teniendo ya hijos en común” o “al final fue bueno que me despidieran de ese trabajo, así pude llegar al que tengo ahora”... Como estos, hay cientos de ejemplos en la vida diaria de personas que asumen su realidad “a su manera” e intentan “edulcorarla” para ser más felices.
LA FELICIDAD SINTÉTICA
En el vídeo que les adjunto al final de este artículo, el profesor de Psicología de Harvard, Daniel Gilbert, que llegó a la fama gracias a su best-seller “Tropezar con la felicidad” (2006) pone caras a estos ejemplos de lo que él llama “felicidad sintética” y nos da cifras, a través de varios experimentos y estudios, de cómo funciona esta faceta del comportamiento humano.
Sin embargo, la gran novedad que aporta esta charla del profesor Gilbert es que, al contrario de lo que la mayoría podamos creer, que es que esa persona a la que le dejó la novia casi plantado en el altar o ese otro al que le despidieron se engañan a sí mismos, ellos son en realidad más o menos igual de felices que aquel que se casó con la mujer de su vida o que quien tiene el trabajo de sus sueños.
Según un estudio, cualquier efecto traumático, si sucedió hace más de tres meses, no tiene ningún impacto en nuestra felicidad, salvo raras excepciones. Para el profesor Gilbert, la felicidad “sintética”, que es la que creamos cuando no conseguimos lo que queremos, es igual de real y de duradera que la felicidad “natural”, que es la que tienes cuando sí consigues tus objetivos.
Para Daniel Gilbert esto es posible porque la felicidad no es algo que se encuentra o que hay que buscar, sino que se sintetiza. Y esto es posible gracias a nuestro sistema inmunológico psicológico, una serie de procesos cognitivos no conscientes que nos ayudan a cambiar nuestra visión del mundo para poder sentirnos mejor en la realidad que nos ha tocado vivir.
EJEMPLOS DE FELICIDAD SINTÉTICA
El profesor Gilbert pone una serie de claros ejemplos de personas sintetizando felicidad, sacados de una serie de entrevistas en el New York Times.
El primero de ellos es una declaración de Jim Wright, quien fuera presidente de la cámara baja de EEUU: “Estoy mucho mejor física, financiera, emocional y mentalmente y en casi cualquier otro sentido”. Wright pronunció estas palabras años después de que le tocara dimitir de su cargo cuando el republicano Newt Gingrich descubrió un trato turbio que había hecho. El que fue el demócrata más poderoso del país lo perdió todo, su dinero, su poder... y pasados los años dijo esto.
El segundo ejemplo es Moreese Bickham: “No tengo ni un minuto de arrepentimiento. Fue una experiencia gloriosa”.
Bickham se expresó de esta manera a la edad de 78 años, después de haber cumplido 37 años de condena en la cárcel por un crimen que no había cometido. Después de casi cuatro décadas en prisión fue exonerado gracias a una prueba de ADN.
El tercero es Harry S. Langerman: “Creo que fue para bien”.
Pasados los años, Langerman piensa que fue para bien que en 1949 renunciara a comprar por 3.000 dólares su franquicia a los hermanos McDonalds, que habían iniciado un negocio de hamburguesas, porque su hermano le dijo que lo de las hamburguesas no funcionaría...
Seis meses después, Ray Croc compró la franquicia y se convirtió en el hombre más rico de EEUU.
El último ejemplo es Pete Best. Pete Best fue el primer batería de los Beatles, al que sustituyeron por Ringo. En 1994 en una entrevista dijo: “Estoy más feliz que lo que hubiese estado con los Beatles”.
Según el profesor Gilbert éstas son las lecciones que se pueden sacar de estos ejemplos:
1- Acumula riqueza, poder y prestigio; y luego piérdelo.
2- Pasa el mayor tiempo posible en la cárcel.
3- Haz a alguien muy muy rico.
4- Nunca te unas a los Beatles.
Pese a lo que pueda parecer, Gilbert sostiene que la felicidad sintética no es una felicidad inferior a la felicidad natural.
¿CÓMO VARÍA NUESTRA PERCEPCIÓN DEL MUNDO?
El autor del libro “Tropezar con la felicidad” nos pone otro ejemplo práctico de cómo el ser humano cambia su visión de la realidad con un experimento con más de 50 años de antigüedad: el paradigma de la libre elección.
Este paradigma consiste en dar a un sujeto seis pinturas para que las ordene en función de su preferencia. Una vez ordenadas, le dan a elegir la posibilidad de quedarse como regalo la que ha situado como número tres o la número cuatro. La gente elige la tres, lógicamente, porque les gusta un poco más que la cuatro.
Tiempo después, se pide al mismo sujeto que vuelva a ordenar las seis pinturas. El resultado es que en la inmensa mayoría de los casos, ahora la que les han regalado les gusta un poco más que antes y la sitúan segunda, mientras que la que no han querido, la cuarta, les gusta un poco menos y la colocan en quinto lugar.
LA LIBERTAD DE ELECCIÓN NOS “CONDENA”
Por otra parte, el profesor Gilbert nos explica cómo la libertad, la capacidad de elegir y cambiar de opinión, es, en contra de lo que podamos creer, la principal enemiga de la felicidad sintética. Cuando hay algo que no podemos cambiar, que es así de forma irremediable, es cuando entra en funcionamiento el mecanismo de la felicidad sintética. Asumimos las cosas tal y como vienen e intentamos ser felices con ellas.
Sin embargo, cuando entra en escena la posibilidad de elegir, cuando podemos cambiar nuestro rumbo, es cuando nos entran las dudas y nos resulta más complicado ser felices con la realidad que hemos elegido.
Daniel Gilbert nos explica que la gente no es consciente de esto y nos lo ejemplifica con un experimento que hizo en Harvard basado en un concurso de fotografía. Se pidió a un grupo de alumnos que hicieran doce fotografías y que después eligieran las que consideraban las dos mejores. Después de ello les piden que tomen una decisión: de esas dos, una de ellas debe quedársela la universidad como muestra del concurso, mientras que la otra se la podrá quedar el alumno.
A la mitad de los estudiantes le explican que una vez tomada la decisión, si cambian de idea, tienen cuatro días antes de que manden las fotografías a la central, con lo que pueden cambiar la fotografía elegida y devolvérsela si así lo desean. Mientras tanto, a la otra mitad del alumnado le dicen que deben elegir ya con cuál de las dos fotos se quedan y que la decisión es irreversible. Que la foto que no elijan se quedará en la universidad sí o sí.
Unos días después de la decisión definitiva en ambos grupos les hacen una encuesta sobre su grado de satisfacción con la fotografía elegida. El resultado es que la gente cuya decisión era irreversible queda satisfecha con su elección. Realmente les gusta la foto que escogieron más que la otra.
En cambio, los que tuvieron la opción de cambiar, se quedan durante días dándole vueltas a si eligieron la mejor foto y no están convencidos de su elección.
Como explica al principio, Daniel Gilbert nos insiste en que el ser humano no es consciente de que esta libertad de elección les “condena”. El claro ejemplo es que cuenta cómo al año siguiente, antes de comenzar un nuevo concurso de fotografía, dieron a elegir a los alumnos entre poder cambiar su decisión durante cuatro días respecto a la foto elegida o que su elección fuera irreversible. El 66 por ciento de los estudiantes eligió poder cambiar de opinión. Es decir, dos tercios de los alumnos optaron por acabar profundamente insatisfechos con la foto elegida.
“NO HAY NADA BUENO O MALO”
Para terminar, el profesor Gilbert cita a dos grandes maestros, de la literatura y de la economía, que reflexionaron sobre cómo afecta el poder de decisión a nuestra felicidad. William Shakespeare dijo “no hay nada bueno o malo, pero pensarlo lo hace así”.
Mientras que Adam Smith nos dejó la siguiente interpretación: “Algunas situaciones merecen ser elegidas a otras, pero ninguna puede merecer que se la persiga con tal ardor apasionado que nos lleve a violar las reglas de la prudencia o de la justicia, o corromper la futura tranquilidad de nuestras mentes por la vergüenza que acarrea el recuerdo de nuestra propia insensatez o por el remordimiento del horror de nuestra propia injusticia”.
Daniel Gilbert concluye que estamos “en riesgo” cuando sobreevaluamos demasiado la diferencia entre un futuro u otro. Para Gilbert, cuando nuestra ambición está atada, trabajamos alegremente, somos prudentes, cautelosos y atentos. Sin embargo, cuando somos pretenciosos y nuestros miedos están desatados, nos lleva a mentir, engañar, robar, lastimar a otros y sacrificar cosas de verdadero valor.
Por ello, este reputado profesor de Harvard nos aconseja que no sobreestimemos nuestras preocupaciones, ya que el material para ser felices está en nuestro interior. Como dijimos en los primeros párrafos, la felicidad no se busca, se sintetiza.
Les invito a ver el vídeo, donde Daniel Gilbert profundiza en estas reflexiones con un discurso ameno e incluso divertido en muchos pasajes. Les hará pensar. Pero, sobre todo, sean felices.
Vídeo comentado y sugerido por Aminta Acosta Arcarazo (Terapeuta del CPA)
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