Viejos. En las tribus africanas, son la voz de la
experiencia, aconsejan, transmiten las tradiciones y por ello, se les trata con
un respeto cercano a la devoción. En Occidente, la vejez se disimula, se
esconde y se aísla. ¿Porqué esta enorme brecha cultural? A modo de reflexión,
parece algo probablemente ligado al afán productivo y economizante de nuestra
sociedad. Cuando las personas envejecen, dejan de producir en dichos términos.
Así que dejan de ser útiles y se les
aparta e invisibiliza. Hablemos de vejez. Hablemos de vejez, pero desde un
punto de vista que sea imposible de verse
asociado con la tristeza. Rompamos con la connotación negativa, tan
habitual y recuperemos una visión más informada y por tanto más esperanzadora
de nuestros mayores. Es lo que trataremos de aportar en el post de hoy…
Por ejemplo ¿alguna vez te has parado a pensar en lo que
ocurre en el cerebro de las personas cuando llegan al ocaso de sus vidas? ¿En
porqué tus abuelos, a pesar de seguir siendo incondicionales, a veces sufren pérdida
de memoria? ¿Se obsesionan con su pasado? ¿Se desinhiben sin motivo aparente,
para sorpresa de sus familiares?
Imagen: Jose Losada, con licencia Creative Commons |
El cerebro sigue en estas edades un proceso absolutamente
normal conocido como envejecimiento
cognitivo. Dichos cambios cerebrales llevan a nuestros mayores a actuar,
pensar sentir… de una determinada manera, distinta a como lo hacían
anteriormente y esto no tiene porqué ser señal de alarma. Como bien dice
Fernández-Ballesteros, el desarrollo humano continúa en tanto en cuanto se
siguen produciendo interacciones entre el individuo y su contexto
sociocultural. Además, no todas las áreas sufren un declive en la vejez.
Por ejemplo, se sabe que algunas funciones cognitivas
disminuyen durante la juventud, como la rapidez de ejecución, otras lo hacen
mucho más tarde y continúan creciendo durante la vejez: un buen ejemplo de ello
serían la amplitud de vocabulario y de conocimiento. De hecho, esto último está
relacionado con la inteligencia cultural
o cristalizada, que no sólo se mantiene estable a lo largo de la vida sino
que puede llegar a incrementarse. En términos de memoria, se orientan mucho más
hacia su pasado y esto es normal teniendo en cuenta que su sistema de memoria autobiográfica, es decir,
aquella referida a sus vivencias remotas, queda relativamente intacta (no así
la reciente). Lo mismo ocurre con la memoria
semántica o conocimiento del mundo. Otros procesos, como la recuperación de información sí se ven
alterados. El lenguaje suele ser menos fluido y coherente, más ambiguo. Pero
nos encanta que nos cuenten “batallitas”, aunque olviden que ya nos la contaron
la semana anterior: esto es asi, no porque vayan a enfermar, sino debido a que les
cuesta discriminar a quién contaron qué. A pesar de requerir más tiempo (debido
a su ritmo más lento) y más oportunidades de ensayo, su capacidad de aprendizaje sigue dando sus frutos. A
veces nuestros abuelos nos sorprenden enseñándonos cómo han aprendido a manejar
el ordenador ¿cierto?
Pensemos por un momento en lo siguente: «age is not a
disease», como dice uno de los lemas de la Sociedad de Geriatría. La vejez
no es una enfermedad. Es posible “envejecer con éxito”. Y esto empieza con
informarse adecuadamente y con asumir que se irán dando pérdidas, si, pero
también ganancias maravillosas. Aunque la carga genética tenga un buen peso en
este asunto, se pueden prevenir o retrasar determinadas pérdidas mediante los
ya más que conocidos hábitos de vida saludable, véanse, la actividad física
regular, una dieta equilibrada y ayudando a ejercitar de vez en cuando la
actividad intelectual de nuestros mayores.
Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.
Ingmar Bergman (1918-2007) Cineasta sueco.
Artículo redactado por Isabel Zanón, terapeuta del CPA.
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