Desde que nos levantamos estamos
continuamente tomando decisiones, algunas están ya tan automatizadas en nuestro
repertorio conductual que apenas nos damos cuenta de que las tomamos (qué hacer
de comer, cómo planificarse el día, qué trayecto seguir para tomar una
dirección…). Otras decisiones, sin embargo, resultan algo más complejas ya que
pueden suponer un cambio importante en el curso de nuestra vida (decisiones relacionadas
con nuestra pareja o nuestro trabajo, decidir entre dos carreras…).
Imagen: marta ... maduixaaaa, con licencia Creative Commons |
Cuando tenemos que tomar una
decisión que consideramos importante, lo ideal es hacer previamente un recorrido
por un proceso que se conoce como “solución de problemas”. Esta fase junto con
la preparación y puesta en marcha de solución serían los últimos pasos del
proceso tras las fases de orientación al problema, definición/formulación del
problema y generación de alternativas.
A la hora de tomar decisiones,
podemos encontrarnos a nosotros mismos paseando alrededor de las opciones pero
sin entrar a elegir entre ellas. En este momento estamos posponiendo el tomar la
decisión y aumentando la incertidumbre que nos genera el hecho de no saber qué
camino elegir. La incertidumbre, miedo a equivocarse y el temor a salir de la
zona de confort (con las creencias irracionales que ello supone) hacen que demoraremos
la elección entre una y otra alternativa. Algunas estrategias que pueden ser
útiles para reducir la tensión, estrés y ansiedad que una toma de decisiones
importante puede suponer son las autoinstrucciones positivas y la práctica de
la respiración controlada en momentos en que comencemos a notar que la
situación empieza a superarnos.
Otra
razón que nos lleva a posponer la decisión es lo poco apetitiva que puede resultar
esa tarea, de modo que a veces delegamos en otras personas (aliviando así el
malestar y manteniendo las conductas evitativas). En otras ocasiones, aunque no
deleguemos, sí podemos volver a caer en dejarla de lado el mayor tiempo posible.
Para no
seguir esta estrategia puede ser útil establecer recordatorios escritos para
tomar conciencia de su importancia “haciéndolo es como acaba hecho” y visualizarnos
como si la decisión estuviera tomada, planteándonos preguntas del tipo: ¿Cómo
me sentiré una vez que haya decidido? ¿Qué beneficios me aporta? Sentir esas
emociones positivas nos puede servir como motivación para llevarlo a cabo.
A la hora de tomar de decisiones,
las consecuencias que generalmente ejercen gran influencia y que nos provocan
los “quebraderos de cabeza” suelen ser de tipo personal (bienestar emocional,
cantidad de tiempo y trabajo a invertir, valoración de la manera en que puede
afectar a nuestras relaciones y círculo social más próximo...), por lo que
precisamente hacer una análisis exhaustivo para conocer las consecuencias de
cada decisión es primordial.
Para dar con la solución eficaz, la
que conlleva una cantidad máxima de consecuencias positivas en detrimento de
una mínima cantidad de consecuencias negativas, es importante hacer un análisis
detallado. Los pasos son los siguientes:
1. Anticipación de resultados: Anticipar los
resultados de cada alternativa consiste en identificar no sólo las posibles
consecuencias positivas y negativas sino también valorar las consecuencias
según un criterio temporal (a corto, medio, largo plazo). Para ello es útil
dibujar un cuadro-resumen que nos permita acceder a toda la información de una
manera más rápida y visual.
2. Evaluar (juzgar y comparar) los resultados
de cada una de las alternativas: Cada alternativa se puede valorar en
función del coste (consecuencias negativas)-beneficio (consecuencias positivas)
y en función de la relación entre el tiempo y esfuerzo: obviamente, ante
igualdad de eficacia, una alternativa será mejor que otra si requiere menos
tiempo y esfuerzo. Una vez realizadas estas valoraciones previas, es
fundamental estimar la probabilidad que cada alternativa tiene de ser eficaz y estimar
en qué medida somos capaces de llevarla a cabo la de una forma óptima.
¿Qué es lo que
nos queda entonces?
3. Preparar y poner en marcha la alternativa
elegida: Para generar formas de llevarla a cabo podemos subdividir la
alternativa en objetivos concretos y proponer tácticas específicas para cada
uno de ellos. Establecer
metas y objetivos por escrito favorece la motivación para atravesar los
obstáculos que puedan surgir. De esta forma, enviamos al cerebro instrucciones
claras al cerebro indicando exactamente hacia dónde se quiere ir.
Por último, destacar que a lo
largo de todo el proceso es fundamental ser realistas y pensar de forma
adaptativa, no dejándonos llevar por el miedo al cambio. Si el resultado no ha
sido el esperado, podemos volver a nuestro análisis previo y hacer los cambios
necesarios para llegar a otro resultado más óptimo, a otra alternativa.
Bibliografía:
Becoña, E. (2008). Terapia de
solución de problemas. En F. Labrador (Coord), Técnicas de modificación de conducta (461-481). Madrid: Pirámide.
Artículo redactado por Elena Aranda, terapeuta del CPA.
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