La ira es una emoción humana completamente
normal y por lo general, saludable. Pero cuando se escapa del propio control y se
vuelve destructiva, puede conducir a problemas en diversas áreas de nuestra
vida: trabajo, relaciones personales, etc. Además, podemos sentirnos como
si estuviéramos bajo el dominio de una emoción impredecible y poderosa. La
entrada de esta semana está destinada a ayudar a entender y controlar la ira.
La ira es " un estado emocional que varía en
intensidad desde una irritación leve a intensa furia y rabia”. Al igual que
otras emociones, está acompañada de cambios fisiológicos y biológicos: cuando nos enfadamos, aumentan nuestra frecuencia
cardiaca y la presión arterial, al igual que los niveles de adrenalina y noradrenalina.
Expresión de la ira
La manera instintiva y natural de expresar la
ira es responder agresivamente. La ira es
una respuesta natural y adaptativa ante
las amenazas, y nos prepara para luchar y defendernos cuando somos atacados.
Una cierta cantidad de ira, por lo tanto, es necesaria para nuestra
supervivencia.
Las personas
utilizan procesos conscientes e inconscientes para manejar sus sentimientos de
ira. Las tres formas de manejo
principales son expresar la ira, reprimirla y relajarnos.
Expresar los sentimientos de enfado con
firmeza pero sin agresividad es la manera más sana de manejar la ira. Para ello, hay que aprender a manifestar
cuáles son nuestras necesidades, y cómo se pueden satisfacer sin perjudicar a
los demás. Ser asertivos no significa ser agresivos o exigentes, sino ser
respetuosos con nosotros mismos y los demás.
Otra manera
de manejar la ira consiste en reprimir el enfado y después convertirlo o
redirigirlo. Esto sucede cuando contenemos el enfado, dejamos de pensar en ello
y nos centramos en algo positivo. El objetivo es inhibir o reprimir el enfado y convertirlo en un comportamiento más
constructivo.
Sin embargo,
si la ira se reprime excesivamente y no se expresa adecuadamente puede
conducirnos a un estilo pasivo-agresivo o a relacionarnos de forma hostil
constantemente.
Por último, podemos
optar por relajarnos. Esto significa no sólo controlar nuestra conducta, sino
también nuestras respuestas internas, tomando medidas para reducir nuestro
ritmo cardíaco , calmarnos , y dejar que el enfado se atenúe o desaparezca.
Manejo de la ira
El objetivo
del control de la ira consiste en reducir las respuestas emocionales y la
activación fisiológica que nos provoca. Generalmente, no podemos deshacernos de las cosas o las personas que nos enfurecen,
ni evitarlas pero sí podemos aprender a controlar la forma en que reaccionamos.
¿Es aconsejable "dar rienda suelta a la
ira "?
Algunas personas usan esta teoría como licencia para hacer daño a los demás. Se ha demostrado que "dar rienda suelta a la ira" solo conduce a que ésta aumente, y no nos ayuda en absoluto ni a nosotros ni a la persona con la que estemos enfadados, a resolver esta situación.
Es mucho más útil descubrir qué factores desencadenan nuestra ira y luego desarrollar estrategias para evitar que nos hagan perder el control.
Estrategias para mantener la ira bajo control
Relajación: la respiración profunda y la imaginación pueden ser herramientas útiles.
Algunas personas usan esta teoría como licencia para hacer daño a los demás. Se ha demostrado que "dar rienda suelta a la ira" solo conduce a que ésta aumente, y no nos ayuda en absoluto ni a nosotros ni a la persona con la que estemos enfadados, a resolver esta situación.
Es mucho más útil descubrir qué factores desencadenan nuestra ira y luego desarrollar estrategias para evitar que nos hagan perder el control.
Estrategias para mantener la ira bajo control
Relajación: la respiración profunda y la imaginación pueden ser herramientas útiles.
Reestructuración cognitiva: cuando estamos enfadados, nuestros
pensamientos pueden ser muy extremistas y demasiado dramáticos. Podemos probar
a sustituir estos pensamientos por otros más racionales. Por ejemplo, en lugar
de decirnos: "Oh, es horrible, es terrible, todo está mal", podemos
cambiarlo por: "es frustrante y es comprensible que esté molesto/a, pero
no es el fin del mundo y enfadarse no va a solucionarlo”.
También
debemos tener cuidado con palabras como "nunca" o "siempre"
cuando hablamos de nosotros mismos o de otra persona. No sólo haremos
afirmaciones inexactas, sino que también nos harán sentir que nuestra ira está
justificada y que no hay manera de resolver el problema. Hemos de tener
presente que enfadarnos no va a arreglar el problema y tampoco hará que nos
sintamos mejor (de hecho, seguramente nos sentiremos peor).
Además, las
personas que se enfadan con más facilidad suelen tender a exigir cosas, de
forma que si no se satisface su demanda, reaccionan con ira. Si ese es nuestro
caso, tenemos que tomar conciencia de nuestra naturaleza exigente y traducir
nuestras expectativas en deseos: “me gustaría que…” es mucho más adecuado que
exigir algo o pensar en términos de “debo tener…”, “los demás deben…”, etc.
Resolución de problemas: a veces, nuestra ira y frustración son
causadas por problemas reales e ineludibles en nuestras vidas. No toda la ira
está fuera de lugar, y con frecuencia es una respuesta sana y natural para
estas dificultades.
La mejor
actitud para manejar una situación problemática es no centrarnos en la búsqueda
de la solución, sino más bien en la forma de enfrentar el problema.
Hagamos un
plan, y comprobemos nuestro progreso a lo largo del camino. No nos castiguemos
si no encontramos la solución de inmediato. Si podemos acercarnos a ella y
hacer un intento serio de enfrentarnos con el problema, será menos probable que
perdamos la paciencia.
Mejorar la comunicación: las personas que tienden a enfadarse suelen
adelantarse a las conclusiones, y algunas de esas conclusiones pueden ser muy
imprecisas. Lo primero que debemos hacer si estamos en medio de una acalorada
discusión es parar y pensar nuestras respuestas. No digamos lo primero que nos
viene a la cabeza, pensemos cuidadosamente lo que queremos decir y, al mismo
tiempo, escuchemos con atención lo que la otra persona está diciendo y tomémonos
nuestro tiempo antes de contestar.
Utilizar el sentido del humor: no nos referimos a reírnos de los problemas,
sino a utilizar el humor para ayudarnos a afrontarlos de manera más
constructiva. Tampoco debemos utilizar el sarcasmo, puesto que sería otra forma
de expresión poco saludable de la ira.
En
definitiva, se trata de no tomarnos las cosas demasiado en serio. La ira es una
emoción seria, pero a menudo se acompaña de ideas que, si las analizamos, pueden
hacernos reír.
Cambiar el entorno: a veces es nuestro entorno más cercano el
que nos da motivos para irritarnos y enfurecernos.
Vamos a
tomarnos un descanso. Asegurémonos de tener un poco de "tiempo
personal" programado para las horas del día que sabemos que son
particularmente estresantes. Un ejemplo de esto es la madre trabajadora que
tiene como norma permanente que, cuando llega a casa del trabajo, durante los
primeros 15 minutos "nadie habla con mamá a menos que la casa esté en
llamas”. Después de este breve tiempo de silencio, se siente mejor preparada
para atender las demandas de sus hijos sin explotar.
Otras recomendaciones
Elegir el momento oportuno: si tendemos a pelearnos con nuestro su
cónyuge pelear cuando se discuten asuntos por la noche, tal vez estemos cansados
o distraídos, o quizá es sólo un hábito. Podemos probar a cambiar los momentos
en los que se habla de asuntos importantes para que estas conversaciones no se
conviertan en riñas.
Prevención:
si la habitación caótica de nuestro hijo nos enfurece cada vez que entramos…
¡Cerremos la puerta! No echemos un vistazo a lo que nos enfada y no pensemos: “mi
hijo debe limpiar la habitación y así no me enfadaré". Ese no es el punto.
El punto es mantenerse en calma.
Encontrar alternativas: si nuestro desplazamiento diario al trabajo
a través del tráfico nos deja en un estado de rabia y frustración, podemos
trazar una ruta diferente, menos congestionada o más pintoresca. O buscar otra
alternativa, como usar el transporte público.
Para finalizar
Recordemos
que no podemos eliminar la ira. A
pesar de todos nuestros esfuerzos, ocurrirán cosas que provocarán nuestra ira,
y a veces, será ira justificada. La frustración, el dolor, la pérdida y las
acciones impredecibles de los demás también forman parte de la vida. No podemos
cambiar esto, pero sí la forma en que
dejamos que este tipo de acontecimientos nos afecten. El control de
nuestras respuestas de enfado puede evitar que nos hagan más infelices a largo
plazo.
Artículo comentado por Teresa Lozano (Terapeuta del CPA)
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