Estimado Sufrimiento:
Buenos días. Me pongo en contacto
con usted quizá por última vez. No me malinterprete, esto no es un “adiós”, ni
tan siquiera un “hasta luego”. Nos veremos a menudo, eso lo sé, pero voy a
dejar de escribirle y, en la medida de lo posible, de prestarle atención.
Naturalmente, usted se preguntará
por qué he tomado esta decisión después de tantos años de relación. Usted y yo
nos conocimos desafortunadamente siendo yo muy jovencito, que fue cuando comencé
a escribirle pidiéndole que, con la mayor premura posible desapareciera de mi
vida. Habitualmente usted contestaba con una gran cantidad de consejos, de
cosas que debería hacer o dejar de hacer para no volver a verle el pelo nunca
más. Tenía tantas ganas de perderle de vista que me tomaba sus pautas al pie de
la letra e incluso se las agradecía. Le agradecí que me recomendara no hablar
con aquellos chicos, por si se reían de mí. Le agradecí que me previniera de
decir “no” alguna vez a alguien, por si eso hacía que dejaran de quererme. Le
agradecí su recomendación de no presentar aquel Curriculum, por si les parecía
escaso o por si pensaban que yo era un fracasado.
Le estuve agradecido hasta que me
di cuenta de algo. Sentía tanta necesidad de aquellos consejos y advertencias
que no caí en la cuenta de algo enormemente obvio: usted nunca se iba. Es
verdad que dejábamos de vernos durante breves espacios de tiempo, pero nunca se
llegó a ir. Y no solo eso sino que usted, con todas aquellas advertencias y
pautas, había controlado todos los ámbitos de mi vida. Advertí también que ya
no solo nos encontrábamos ocasionalmente, sino que era yo quien le buscaba a usted
constantemente pidiéndole más consejos para no volver a verle. Paradójico
¿verdad? Había dejado de tomar decisiones libremente, e incluso había dejado de
preguntarme qué me ilusionaba o qué me apetecía hacer. Vivía solo para conseguir
evitarle.
Estuve tentado, tras darme cuenta
de todo ello, de odiarle a usted y de odiarme a mí mismo por haber estado tan ciego
y por haber cometido el error de confiar en usted. Pero luego caí en la cuenta
de que usted solo hacía su trabajo y lo hacía de manera eficaz. Creo de verdad
que ha intentado protegerme de usted mismo y creo que, en parte, lo ha
conseguido. Ha habido múltiples ocasiones en las que usted y yo no hemos
llegado a coincidir gracias a sus maravillosos consejos y le estoy agradecido
por ello.
Sin embargo, le escribo porque ya
no los quiero. Sus servicios son excelentes, qué duda cabe, pero el precio es demasiado caro ya que los
tengo que pagar con mi vida. Le diría que no es nada personal, pero creo que en
este caso no hay nada más personal. Espero que lo entienda.
Me imagino su cara al leer estas
líneas. Le imagino impasible ante el papel, dando por hecho que tiene la sartén
por el mango. De hecho, sonríe de lado pensando “¿Y éste qué se cree, que
porque a él le apetezca se va a poder librar de mí, así, por su cuenta? ¿No se
le ha ocurrido pensar que yo siempre voy a estar ahí? ¿Qué a mí no se me
despista tan fácilmente?”.
Querido amigo, como le decía al
principio de la carta, esta es la última vez que me pongo en contacto con
usted. Tengo claro que no se va a ir nunca, que necesariamente nos
encontraremos a lo largo de mi vida. Es más, hay situaciones en la vida que no
me imagino sin que usted esté presente porque es su trabajo. Lo que cambia es
que yo voy a dejar de buscarle y de evitarle. Lo que cambio es que ya no quiero resignarme a sobrevivir a nuestros
encuentros. Lo que cambio es que sé
que nos volveremos a ver las caras y que ello no me va a matar porque mi vida
ya no le pertenece. Me pertenece a mí, y voy a luchar por ella.
Hasta que nos volvamos a ver,
querido compañero.
Un abrazo.
Fotografía Kartikay Sashay, con licencia Creative Commons
Nota del autor:
Hay algo que nos une a todas las
personas del planeta: el sufrimiento. A nadie le gusta sufrir, y por eso
hacemos todo lo que esté en nuestra mano para evitar experimentar esta
sensación tan desagradable. “Evitar aquello que no nos gusta” es una regla que
funciona muy bien para sentirse mejor la mayoría de las veces, como cuando te
sube una araña por el pantalón y la apartas de un manotazo, o como cuando
cierras la ventana para aislarte del ruido de la calle.
Sin embargo, cuando hacemos algo
con el objetivo de evitar sufrir ¿realmente que conseguimos? Al principio,
cuando evitamos aquello que nos produce malestar, nos sentimos aliviados
momentáneamente. Sin embargo, ese malestar siempre vuelve y ya no solo sufrimos
por ello, sino que obtenemos sufrimiento extra por no saber/poder expulsar
definitivamente ese sufrimiento. Efectivamente, conseguimos sufrir por partida
doble.
Esta regla presenta otro
inconveniente: si ponemos toda la atención en intentar dejar de sentirnos mal
¿qué espacio dejamos para encontrar aquello que nos hace sentir bien, lo que
nos ilusiona, lo que nos hace disfrutar? Efectivamente, cada vez menos. Parece
que la regla de “evitar lo que no nos gusta” no nos está ayudando, sino que más
bien nos está enterrando.
El camino que propone esta carta
es el de dejar de huir o luchar contra el sufrimiento y aceptarlo como parte
inseparable de la vida. Por tanto, no trata sobre resignarse a sufrir, sino de
trasladar la atención hacia cosas que den valor a nuestra vida porque nos hacen
sentir bien y porque esta vez somos nosotros quienes las eligen.
¿Qué os ha parecido la carta?
¿Cuál es el camino que vosotros escogéis? Como siempre, os esperamos en los
comentarios.
Eduardo Alonso - Terapeuta del CPA.
¡Enhorabuena al autor por este artículo! He disfrutado mucho leyéndolo. Transmite un mensaje esencial con un estilo literario elegante y creativo. Gracias por este regalo!
ResponderEliminarHola María!
EliminarMuchas gracias por comentar y por tu valoración. Me alegra enormemente que hayas disfrutado leyendo la entrada. Me gusta pensar que cada vez mas gente nos damos cuenta de que otra relación con el sufrimiento es posible y necesaria.
Un saludo,
Eduardo Alonso.
Me ha encantado. Me parece que has tenido una muy buena idea con un enfoque muy original y que, por ser (un tema, problema, patología, asunto, plaga de Egipto, lacra, penitencia, castigo divino, o cualquier otra denominación asimilable según el punto de vista desde el que se observe) tan universal y transversal, me parece que podrías tomarlo como esquema y punto de partida para un desarrollo futuro en la forma que consideres más conveniente. Mi más sincera enhorabuena y mucha suerte!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Desde luego, esta "plaga de Egipto" que es el sufrimiento humano es un tema enormemente amplio y este tipo de comentarios animan mucho a seguir escribiendo sobre ello.
EliminarUn saludo,
Eduardo Alonso
Un enfoque distinto y original sobre el sufrimiento y como enfrentarnos a el. Felicidades al autor
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Cuando cambiamos la forma de enfrentarnos y relacionarnos con el sufrimiento, se nos abre un mundo de posibilidades.
EliminarUn saludo,
Eduardo Alonso
Hola Eduardo,
ResponderEliminarFelicidades por la entrada y la elección de tema. Quizá aceptar el sufrimiento y la muerte sean unos de los temas más espinosos para el ser humano.
Desde hace 4 años trabajamos con grupos de mujeres diagnosticadas de fibromialgia desde la perspectiva de género - si alguien sabe de dolor y sufrimiento... ellas tienen un master-. Nosotras las estimulamos mucho a que escriban sobre ello, y tenemos algunas cartas muy chulas.
Leyéndote he pensado que el próximo día que nos reunamos les leeré tu carta, grabaré sus impresiones y te las devolveré por este medio.
Gracias por la reflexión que nos permite seguir pensando de manera conjunta.
¡Buena suerte!
Hola Dolores,
EliminarMe alegra que te haya gustado la entrada. Para mi desde luego será un honor que leas la carta con ellas; y un regalo que me cuentes cuales han sido sus impresiones.
Un saludo,
Eduardo Alonso
Buen artículo y magnifica reflexión. El poder del pensamiento positivo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarUn saludo,
Eduardo Alonso