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lunes, 30 de marzo de 2020

Algunas claves para motivarnos


Fotografía de Pexels con licencia de Creative Commons

Para hacer cualquier cosa en esta vida necesitamos motivación... ¿o no? ¿Qué pasa si no tenemos motivación para iniciar una actividad? Más aún, ¿qué es la motivación? ¿Se puede “tener” más o menos motivación, como tenemos más o menos dinero o manzanas?

Empecemos por el principio. Lo que conocemos como motivación (“ganas para hacer algo”) no es algo interno que se pueda medir en términos cuantitativos, como la cantidad de glóbulos rojos. Tampoco es la causa directa de nuestro comportamiento (“como tengo muchas ganas de hacer algo, lo hago”). Esta sería la explicación coloquial, del día a día a la que estamos acostumbrados. Sn embargo, la motivación, desde un punto de vista técnico o científico, serían todas aquellas variables ambientales que facilitan o dificultan la emisión de un comportamiento. Sería todo aquello que de forma externa influye en nuestro comportamiento, teniendo en cuenta que nuestro comportamiento siempre se da en un contexto determinado e interacciona con este. Por ejemplo, si la publicidad nos muestra a personas atractivas y de éxito fumando, esto aumentará la probabilidad de que algunas personas se inicien en este hábito. Por otro lado, si nos “regalan” 200 euros para jugar en una conocida casa de apuestas online, tenderemos con más probabilidad a jugar, a diferencia de si nos dijeran: “estos 200 euros son solo una trampa para desplumarte sin que te des cuenta”. No hacemos las cosas “porque sí”, las hacemos influenciados por nuestro entorno.

Entonces, que yo me coma una manzana o una bolsa de patatas, dependerá no tanto de “mi motivación”, sino de otras variables; como qué alimentos tengo en casa; cuánto tiempo llevo sin comer; cómo me encuentro anímicamente; qué voy a hacer mientras como; si soy capaz de fijarme en las consecuencias a largo plazo; y un largo etcétera. En cada momento y para cada persona, estás variables serán potencialmente distintas.

Ahora que sabemos que nuestras acciones no dependen tanto de factores “internos”, sino de variables que (facilitan o dificultan) nuestros actos, te damos tres claves para aprender a controlarlas y evitar así que éstas nos controlen a nosotros:

1.    Ponte fácil el contexto. Si quieres empezar a comer más sano, no traigas a casa alimentos poco saludables bajo el pensamiento “yo puedo controlarme”, porque “por muy motivado que estés” para comer sano, si tienes en casa tu helado favorito, cuando te sientas aburrido, cansado o deprimido, te lo vas a comer porque lo tienes disponible. Póntelo fácil y no traigas al “enemigo” a casa. Esto vale para cualquier contexto que no sea el hogar. Este es el motivo por el que muchos profesionales de la nutrición (y de la salud en general), estamos luchando para que en las máquinas expendedoras de nuestros centros de trabajos haya alimentos saludables en lugar de bollería industrial y refrescos azucarados.

2.   Fija objetivos realistas, específicos y medibles. Si te apetece aprender a tocar un instrumento, sé realista y fija objetivos de aprendizaje acordes al tiempo que le vas a poder dedicar, los recursos económicos, tu experiencia musical previa, etc. Crea pequeños sub-objetivos y planifícalos en un calendario. A medida que avances, mide tu progreso para hacer modificaciones si es necesario.

3.     Hazlo. Te apetezca o no te apetezca, tengas “más o menos ganas”. Los psicólogos no nos cansamos de repetir que “las ganas se hacen”. Obviamente, si un día te levantas pensando “qué maravilla, me toca entrenamiento de fuerza” o “me apetece muchísimo la reunión con mi jefa esta mañana”, será estupendo para ti; te será mucho más fácil hacerlo, porque no necesitarás emplear estas estrategias. Sin embargo, esto no siempre sucede esto y no podemos depender de que esto suceda de forma espontánea para comportarnos de acuerdo a nuestros objetivos. ¿Te imaginas vivir siempre por lo que nos apetece a cada uno de nosotros en este momento? ¡Estaríamos totalmente vendidos por las consecuencias inmediatas! Sin ir más lejos, y cogiendo un ejemplo muy actual, casi nadie estaría cumpliendo el confinamiento en casa por la crisis que estamos viviendo. Por lo tanto, si no te llega la motivación espontáneamente, motívate tú mismo. ¿Cómo? Podemos hacerlo de dos maneras. Pensando qué cosas positivas generará mi comportamiento (p. ej., “quedándome en casa estoy ayudando a frenar la curva”, “hacer actividad física me ayudará a despejarme un rato”, etc.) y qué cosas negativas (p. ej., “si salgo de casa puedo contagiarme y contagiar a otras personas”, “quedarme todo el día en el sofá aumentará mi malestar”, etc.). A continuación, ponte “manos a la obra” y hazlo, pasa a la acción y prémiate por ello, con algo que te guste (p. ej., una cerveza, hacer una videoconferencia con unos amigos, cocinar un plato nuevo, etc.) y/o con tus propias palabras en forma de halagos (“qué bien lo he hecho”, “aunque no me apetecía me he puesto y lo he conseguido”, etc.).

No existen varitas mágicas para “aumentar” nuestra motivación por hacer las cosas, pero sí puedes poner en práctica estas estrategias y ver cómo dan sus frutos. En la repetición está la clave. Repetir, repetir y repetir. Hasta que llegue un día que no cueste: ¡enhorabuena, ya lo haces de forma automática!

P.D.: Quédate en casa. Este virus lo vencemos unidos.

Rocío Castaño – Terapeuta del CPA

Bibliografía


De Pascual, R. (2015). La motivación en terapia: un análisis funcional. Tesis doctoral no publicada, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, España.

Froján Parga, M. X., Alpañés Freitag, M., Calero Elvira, A., & Vargas de la Cruz, I. (2010). Una concepción conductual de la motivación en el proceso terapéutico. Psicothema, 22(4).

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