En
estas fechas, es frecuente recordar a los seres queridos que ya no están con
nosotros. El fallecimiento de una
persona allegada a nosotros es una situación muy dolorosa en la que es
natural experimentar el proceso del duelo. Sin embargo, en ocasiones, este
duelo puede complicarse y convertirse en lo que la psicología denomina “duelo patológico”. Es importante que
podamos diferenciar ambos y sepamos
cuándo es necesario pedir ayuda a un profesional.
Las reacciones que cada uno experimenta ante
la pérdida de un ser querido son totalmente variables, y dependen de muchos
factores como la edad, la relación con el fallecido, las circunstancias en las
que se ha producido la muerte, el apoyo de familiares y amigos, etc. Sin
embargo, hay una serie de síntomas que
aparecen con gran frecuencia cuando sufrimos el proceso de duelo, completamente normales durante algún
tiempo y que cesarán poco a poco cuando vayamos pasando por las diferentes
fases del duelo.
Es habitual que en un primer momento, tras
conocer la noticia, aparezca una fase de
incredulidad en la que nos sintamos bloqueados y no seamos capaces de
aceptar la pérdida. Habitualmente esta primera fase no dura más de unas horas o
días. Es común encontrar allegados que muestran una absoluta entereza y falta
de afección durante el entierro o el velatorio, ya que se encuentran en este
primer momento. Sin embargo, si alguno de vuestros familiares continúa negando
la muerte de su ser querido o actuando como si todavía estuviera vivo durante
semanas o meses, es el momento de solicitar asistencia psicológica, que ayude
al afectado a que gradualmente vaya aceptando lo ocurrido y adaptando su vida
al cambio que se ha producido.
La segunda fase aparece pasados unos días
tras el suceso, cuando aceptamos
súbitamente la muerte y nos sentimos muy mal. Es frecuente sentir tristeza, apatía, culpa…
Llorar, lamentarse e incluso sentir que vemos u oímos a la persona que ha
fallecido es totalmente normal. De igual forma, podemos experimentar problemas
gastrointestinales, alteración del apetito, disminución del deseo sexual,
problemas para dormir… Aunque estos síntomas son completamente normales,
podemos solicitar ayuda a nuestro médico de cabecera para que nos ayude a
sobrellevarlos mejor y a continuar con nuestro día a día, ya que esta fase
puede durar varios meses.
Una vez que reconocemos y aceptamos lo que
esta pérdida ha supuesto para nosotros, y entendemos que esa persona no va a
volver, podemos empezar a sentirnos
mejor y recobrar aspectos de nuestra vida que habíamos dejado de lado. Así,
entramos en la fase de restitución y volvemos a prestar atención a nuestro
alrededor (amigos, aficiones, trabajo, etc.), sin que la pérdida interfiera en
nuestro estado de ánimo.
Así, todas estas reacciones son normales y no hay que preocuparse si nosotros o
nuestros allegados la experimentamos. De todas formas, podemos pedir ayuda si
están interfiriendo con nuestras obligaciones (por ejemplo, el insomnio no nos
permite concentrarnos en el trabajo, el cansancio nos impide cuidar de nuestros
hijos, etc.), si los síntomas duran más tiempo de lo que consideramos natural, o
simplemente si queremos que nos echen una mano para superar el dolor,
especialmente ante muertes trágicas e inesperadas.
Sin embargo, si observamos ciertas respuestas patológicas en
nuestros familiares o en nosotros mismos, es conveniente solicitar la opinión
de un profesional. Existen algunas señales que pueden ayudarnos a distinguir
cuando es necesaria una intervención psicológica:
- Si la persona se estanca en la primera fase tras el fallecimiento de su allegado, es decir, continúa incrédulo negando la muerte durante meses y comportándose como si no hubiera ocurrido.
- Si la persona estaba realmente unida al fallecido y aun así no presenta ningún síntoma, evitando hablar del tema y mostrándose impasible o retraído.
- Si, por el contrario, la persona se estanca en la segunda fase durante más de un año, mostrándose triste, irascible, depresivo… Estas personas suelen aludir constantemente al fallecido, acudir con mucha frecuencia al cementerio a visitarle, observar su foto durante horas, mantener la casa y su estilo de vida como si aún estuviera vivo, etc.
Ante estos casos es idóneo solicitar la ayuda de un profesional,
que guiará a la persona a través de las diferentes fases para que pueda superar
la pérdida y continuar con su vida. Por lo tanto, si detectáis que algún ser
querido o incluso vosotros mismos estáis experimentando alguno de estos
problemas, no dudéis en contactar con vuestro médico de cabecera o con un
psicólogo de confianza para que os ayude a superarlo.
En cualquiera de los casos, si tienes
cualquier duda sobre si alguno de tus comportamientos está siendo o no correcto,
no dudes en preguntarnos. Mucho
ánimo y mucha fuerza.
Artículo redactado por Cristina de la Fuente,
terapeuta del CPA.
Referencias:
Dollenz, E. (2003). Duelo normal y patológico. Consideraciones
para el trabajo en atención primaria de salud. Cuadernos de Psiquiatría
Comunitaria y Salud Mental para la Atención Primaria de Salud, 1, 1 -16.
Flórez, S.D. (2002). Duelo. Anales del Sistema Sanitario de
Navarra, 25 (3), 77-86.
Worden, J. W. (2010). El tratamiento del duelo. Asesoramiento
psicológico y terapia. (2ªedición). Barcelona: Paidós. (Trabajo original
publicado en 1984).
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